Verdades eternas y «cambios» pastorales

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Por Eduardo J. Echeverría

“Ressourcement”(un retorno a los recursos) es una creativa recuperación de las fundaciones autoritarias de la fe cristiana en la Escritura y la Tradición, para revitalizar las presentes. Esta recuperación se dio en el Concilio Vaticano II. En acuerdo con el pensamiento de Vincent de Lérins (d. 450), el Concilio realizó una distinción entre la verdad y sus condicionadas formulaciones históricas, su contexto y contenido de la verdad, en resumen, proposiciones y oraciones. Juan XXIII se refirió a estas distinciones en su discurso inaugural del Concilio Vaticano II, Gaudet Mater Ecclesia: Guarda, el tesoro que te ha sido encomendado (2 Tim 1:14), las verdades que contiene nuestra sagrada enseñanza, son una cosa; el modo en que son enseñadas, pero con el mismo significado y con el mismo juicio (eodem sensu eademque sententia) es otra.

La siguiente frase – eodem sensu eademque sententia – es parte de un pasaje más largo, del Dei Filius (4.14) y éste es, a su vez, de Commonitórium primum (23.3) de Vicente de Lérins: “En tanto, dejad que haya crecimiento y progreso abundante en entendimiento, conocimiento, y sabiduría, en todos y cada uno, en cada individuo y en toda la Iglesia, en todo momento y a través de los años, pero solo con los límites correctos, dentro del mismo dogma de fe, el mismo significado, el mismo juicio.”

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Yves Congar,uno de los grandes teólogos de la nouvelle théologie, sostiene que esta distinción resume el significado del  Concilio Vaticano II. Aunque las verdades de la fe podrían expresarse de distintas formas, siempre tenemos que determinar, incluso a medida que nos vamos adentrando cada vez más en el entendimiento de esas verdades, que esas nuevas reformulaciones preservan el mismo significado y juicio (eodem sensu eademque sententia), y por lo tanto, la continuidad material, identidad y universalidad de esas verdades.

En contraste, hoy se escucha hablar muy seguido acerca de una orientación pastoral de la doctrina. La palabra “pastoral” tiene un significado historicista, que explícita o implícitamente niega la validez de la verdad proposicional: la verdad en sí misma y no solo sus formulaciones están sujetas a la reforma y a la reinterpretación perpetua. Esta es precisamente cómo algunos interpretan la distinción que realiza Juan XXIII entre la verdad y sus formulaciones. Por ejemplo, Richard Gaillardetz y Christoph Theobald, S. J., avanzan sobre esta interpretación, a la que Theobald llama “principio de pastoralidad”.

Este principio es historicista, porque colapsa la distinción de la verdad incambiable y sus formulaciones en un contexto histórico, que significa, por lo tanto, como lo explica Theobald “sujeta a la reinterpretación continua (y recontextualización) en acuerdo con la situación de aquellos a quienes es transmitida.”

Theobald sostiene que la expresión, “sustancia de la fe depositada” deberia ser “tomada como un entero, y sin hacer referencia a una pluralidad interna (por ejemplo una verdad incambiable y sus formulaciones) que ya es parte de tal expresión».

Cómo dice Gaillardetz, “la doctrina cambia cuando los contextos pastorales se transforman, y emergen nuevas visiones (porque) las formulaciones doctrinales particulares ya no llevan el mensaje salvador del amor transformador de Dios”. En pocas palabras, este enfoque cuestiona el significado de las doctrinas como verdades absolutas, o como afirmaciones objetivamente verdaderas.

Pero este principio pastoral particular, no es plausible como una interpretación del Vaticano II, dado que Juan XXIII marcó un punto claro de contacto con la nouvelle théologie, un movimiento de renovación que ejerció una influencia significativa en el Concilio.

Hay evidencias de que aquellos que apoyan este principio no parecen alcanzar a entender la distinción entre proposiciones y oraciones, entre verdad y formulaciones. Por ejemplo, ya han sostenido que, como la Humanae Vitae pasó por un proceso de revisión, que le llevó a definir sus formulaciones teologales finales, la verdad en sí misma acertada por esta encíclica podría cambiar.

Algunos también reclaman que Joseph Ratzinger tenía dificultades con la verdad – reclamos hacia la Humanae Vitae. Pero en las entrevistas de “Last Testament In His Own Words”, el Papa Benedicto claramente sostiene que no fueron las conclusiones de la Humanae Vitae lo que él cuestionaba, sino la argumentación: “Estaba claro que lo que decía era esencialmente válido, pero el razonamiento… no era satisfactorio”.

Y agrega: “Estaba buscando un punto de vista antropológico comprensivo,” que encontró en “Juan Pablo II, que complementa (no rechaza) el punto de vista (de la ley natural) de la encíclica con una visión personalista.” JPII la sintetizó satisfactoriamente con un estilo personalista, completo y coherente,  fenomenológicamente existencial y hermenéutico,así como también Tomista, en su trabajo filosófico y teológico.

Juan Pablo realizó interpretaciones Lérinianas. Esta síntesis se muestra en sus trabajos sobre la antropología, metafísica y ética sexual cristiana (por ejemplo, “Love and Responsibility”, “Man And Woman He Created Them: A Theology Of The Body”, “The Acting Person”, “Person and Community”). Indudablemente, en su gran pero ahora normalmente ignorada encíclica  de 1993, Veritatis Splendor, explícitamente se alinea con hermenéuticas Lérinianas:

“Ciertamente, es necesario buscar y encontrar la formulación de las normas morales universales y permanentes más adecuada a los diversos contextos culturales, más capaz de expresar incesantemente la actualidad histórica y de hacer comprender e interpretar auténticamente la verdad. Esta verdad de la ley moral —igual que la del depósito de la fe— se desarrolla a través de los siglos. Las normas que la expresan siguen siendo sustancialmente válidas, pero deben ser precisadas y determinadas «eodem sensu eademque sententia» según las circunstancias históricas del Magisterio de la Iglesia, cuya decisión está precedida y va acompañada por el esfuerzo de lectura y formulación propio de la razón de los creyentes y de la reflexión teológica.”

Inspirado en la distinción entre la verdad y sus formulaciones, entre las proposiciones morales y sus expresiones lingüísticas, Juan Pablo explica que las normas morales que expresan las verdades morales, aunque teniendo en cuenta varias condiciones de vida como lugar, tiempo y circunstancias, “se mantienen válidas en su esencia” y por lo tanto “deben ser especificadas y determinadas eodem sensu eademque sententia (“en acuerdo con el mismo significado y el mismo juicio”).

Hay un crecimiento en el entendimiento de la verdad moral, en la búsqueda y descubrimiento de la “formulación más adecuada para las universales y permanentes normas morales” sin cambiar la sustancial y determinante verdad moral.

Para revitalizar el presente con una recuperación creativa de los recursos autoritarios de la fe cristiana, la Iglesia necesita la hermenéutica Lériniana, no un principio pastoral historicista.

Acerca del autor:

Eduardo J. Echeverria es profesor de Filosofía y Teología Sistemática en la escuela de estudios superiores de posgrado «Sacred Heart Major Seminary», Detroit. Sus publicaciones incluyen «Pope Francis: The Legacy of Vatican II» (2015) y «Revelation, History, and Truth: A Hermeneutics of Dogma» (2018).

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