Silencio, exilio, astucia

James Joyce by Patrick Tuohy, 1924 [James Joyce Centre, Dublin]
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James Joyce by Patrick Tuohy, 1924 [James Joyce Centre, Dublin]
Por Robert Royale

El viernes pasado, 16 de junio, se celebró “Bloomsday”, la fecha ficticia en la que Leopoldo Bloom, el personaje principal de la novela “Ulises”, de James Joyce, da vueltas alrededor de Dublín, teniendo aventuras que difícilmente son paralelas a las de “La Odisea”, de Homero. La novela ha atraído a muchos aficionados durante los años, en los que grupos se encuentran, en diferentes países, para la maratón de lecturas públicas de quinientas páginas o más.

Stephen Daedalus, otra de las figuras centrales en “Ulises” y en “Retrato de un Artista como un Hombre Joven”, de Joyce, adopta las tres estrategias que se ven el el título de arriba para manejar lo “incontenible” para él, que es ambiente de Irlanda a principios del siglo XX. Como él dice: “Cuando el alma de un hombre nace en este país se le arrojan redes para que no pueda volar. Me hablan de nacionalidad, lenguaje, religión. Tendré que tratar de volar con esas redes.”

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Sin duda, los malos hábitos sociales pueden atraparnos, como sabemos muy bien en Estados Unidos, anno Domini 2017. Pero los esfuerzos por escapar de forma radical – no sólo Joyce, sino también Freud, Marx, los surrealistas, postmodernistas, y muchos más – no se esperaban lo que pasaría cuando las grandes cosas humanas fueran destronadas y la segregada alma se encontrara desnuda en el resultante vacío. No es nada como la inmensa libertad. En el caso de Joyce, significó que su última obra importante, que fue “Finnegan’s Wake”, una aún más larga monstruosidad de absortos juegos de palabras y lenguaje opaco que, a pesar de esfuerzos inteligentes por rescatarla, es la peor falla incapaz de ser leída de un autor importante en toda la historia de la literatura.

Un siglo más tarde, no tenemos que imaginar los resultados generales de romper los lazos humanos naturales porque vemos el naufragio a nuestro alrededor. Si no puedes entender por qué la gente está tan enloquecida sobre cuestiones como raza, clase, género, pregúntate lo siguiente: si cortas con la familia, con tu comunidad, con tu fe, ¿de qué te sostienes a modo de saber quién eres?

Estas marcas de identidad son, por supuesto, sustitutos pobres de una relación real, y sólo logran enloquecer aún más a la gente que está buscando algo más. Entonces hay una cacería por micro agresiones aún más evanescentes y otras heridas imaginarias.

Mientras tanto, cristianos tradicionales y gente de mentes semejantes soportan múltiples maro-agresiones diariamente sin que a nadie dentro de las culturas más aceptadas le importe demasiado.

Sin embargo, dentro de las conversaciones de Benedicto y otras opciones sobre cómo tolerar lo que aparentemente es el caos circundante, las viejas armas Dedálicas – el silencio, el exilio, la astucia – bien entendidas, tienen algo para ofrecer.

El silencio, por ejemplo, como nos ha recordado recientemente el Cardenal Sarah, puede llevarnos a un lugar con una mayor conexión con Dios y, a través de Él, hacia la gente y las cosas que nos rodean. Lograr esa clase de silencio (no ese silencio distanciado del tinte intelectual) es más difícil que lo que parece. Para aquietar internamente las voces y ruidos que nos distraen, y para prestar atención a las cosas primarias que nos hablan de Dios y de la naturaleza se requiere esfuerzo y práctica reiterada.

Me refiero a la naturaleza, a la Creación, porque los primeros Cristianos la llamaban “El segundo libro de la revelación de Dios”. Una razón por la que ya no respetamos a la naturaleza – ni a la naturaleza humana – es porque no las consideramos conectadas a la realidad última.

Muchos ambientalistas cuidan la naturaleza como si fuera un fin en sí misma. Pero no lo es – ni lo puede ser. Porque nosotros, los seres humanos, somos parte de la naturaleza y la trascendemos, la naturaleza no puede ser nuestra respuesta final.

(La encíclica Laudato Si del Papa Francisco acepta las propuestas de los ambientalistas, y dichos principios quedarán o pasarán a medida que el tiempo transcurra y se demostrará que fueron verdaderos o falsos. Pero vale la pena considerar los principios espirituales de los capítulos II, III y IV)

Es importante entender qué es el silencio saludable y qué no es. Se habla mucho de nuestra falla para hablar abiertamente mientras la cultura dominante se lleva por delante las cosas permanentes. Pero también podría ser que no se nos escucha porque no tenemos realmente el silencio interior que nos permitiría hablar desde un lugar de tranquilidad al pandemonio. Si no tenemos esa quietud, el propio entendimiento de Dios, de la creación, y de nuestra relación con ambas, mientras lo demás está girando alrededor, ¿quién lo entenderá?

El exilio es más complicado. Joyce buscó el exilio en Europa continental para su vida adulta. Pero las redes de las que escapó lo retuvieron  de todos modos – toda su producción literaria se enfocó en Irlanda. Y de un modo extraño, en la Iglesia. Y ¿cómo podría ser de otro modo? Sería tonto intentar un escape radical de quiénes somos, de dónde venimos, de las relaciones que la Divina Providencia ha elegido para nosotros. Es imposible. El que Joyce termine en este tipo de lenguaje privado se asemeja mucho a lo que ve Dante como lo ininteligible de algunos de los demonios  en los círculos más profundos del infierno, lejos de Dios y de los demás, y por lo tanto incapaces de comunicarse.

No hay duda: ahora debemos distanciarnos de muchas de las cosas que nos rodean a nosotros y a nuestras familias. El libro de Rod Dreher, “The Benedict Option”, hace muchas sugerencias específicas. Pero su verdadera fuerza reside en la descripción de los problemas. Las soluciones van a ser mayormente personales o particulares.

Podemos unirnos, de ser posible, en varios grupos y defendernos a nosotros mismos de las tiranías que el estado moderno nos está imponiendo y va a imponer en creyentes tradicionales. Pero mucha más gente va a tener que abrazar el exilio parcial y creativo, en modos en los que ni siquiera la imaginación fértil de Joyce ha soñado.

La astucia puede ser la clave de todo esto. Es imposible especificar avanzadamente el grado de distancia o compromiso que debemos practicar ahora, y cuáles son las formas que van a adoptar nuestras posiciones. Lo que sí es cierto es que va a llevar a los cristianos ciertos niveles de astucia que no han tenido que usar desde el mundo antiguo, cuando Jesús mismo, aún viviendo entre nosotros, advirtió que nos enviaba como ovejas en medio de lobos, y que la inocencia y la gentileza de las palomas era sólo la mitad de lo que esperaba de nosotros.

Acerca del autor:

Robert Royale es el editor en jefe de “The Catholic Thing” y presidente del Instituto de Fe y Razón de Washington D. C. Su libro más reciente es A Deeper Vision: The Catholic Intellectual Tradition in the Twentieth Century, Publicado por “Ignatius Press”. The God That Did Not Fail: How Religion Built and Sustains the West, está ahora disponible.

Comentarios
1 comentarios en “Silencio, exilio, astucia
  1. No es necesario publicar este comentario.
    Sólo quiero señalar que el apellido del autor del artículo es Royal, no Royale.
    Es un defecto muy común en los medios españoles cometer errores de transcripción o simplemente de copia de nombres provenientes de lenguas extranjeras, tanto onomásticos como toponímicos.
    Ya sé que los correctores automáticos y las prisas no son siempre (casi nunca) buenos consejeros, pero cuidar las formas y estos detalles ortográficos diferencia hoy en día a unos medios de otros y refleja el amor por el trabajo bien hecho.

    Un cordial saludo

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