Por Brad Miner
En el informe de Elise Harris sobre el Instrumentum laboris [documento de trabajo] de la próxima 15ª Asamblea General Ordinaria del Sínodo de Obispos (el Sínodo de la Juventud), afirma que entre los “temas clave” mencionados no están solo “el aumento de la inestabilidad cultural y los conflictos violentos” sino también que “muchos jóvenes, tanto dentro como fuera de la Iglesia, están divididos cuando se trata de temas relacionados con la sexualidad”.
Francamente, dudo que cuando los obispos se reúnan en octubre nos muestren un nuevo camino hacia la paz mundial, mientras que probablemente podrían ayudar a las personas, jóvenes y mayores, a comprender mejor la verdad sobre la sexualidad. ¡Es hora de que tengamos una reformulación clínica exhaustiva de Humane vitae! Sólo Dios sabe, por supuesto, lo que realmente puede surgir del Sínodo.
La Sra. Harris agrega:
“Cosas como la sexualidad precoz, la promiscuidad sexual, la pornografía, exhibir su cuerpo en línea y el turismo sexual, decía el texto, “corren el riesgo de desfigurar la belleza y la profundidad de la vida emocional y sexual”.
Aunque la fecha de la asamblea fue el 8 de mayo, el Instrumentum laboris se hizo público la semana pasada y, hasta el día de hoy, el texto está disponible en el sitio web del Vaticano solo en italiano.
El comentario de Edward Pentin sobre el documento es revelador:
“Tal vez como reflejo de la sociedad hipersexualizada de hoy, especialmente en Occidente, el documento es notable por estar cargado de referencias a la sexualidad (25 menciones en total, en comparación con Jesús a quien se hace referencia 17 veces).”
La sociedad ciertamente está hipersexualizada, y en gran medida desensibilizada al respecto. Esta es la razón por la cual la modestia en los medios ha sido superada por la obscenidad y por qué la pornografía es un negocio de $ 100 mil millones.
Según Webroot, un sitio web de seguridad en Internet, hay 200.000 adictos a la pornografía en los Estados Unidos, pero los adictos son simplemente la punta del iceberg, dado que 40 millones de estadounidenses “visitan sitios pornográficos regularmente”. Las claves del boom porno son accesibilidad, asequibilidad y anonimato.
Veremos lo que concluyen los obispos a partir de encuestas hechas antes del Sínodo. ¿Les importará que este año el 43% (de los estadounidenses) diga que aprueba la pornografía? ¡Eso es siete puntos más que en 2017!
Los científicos sociales están divididos sobre los peligros del porno: algunos dicen que mejora la vida; otros que destruye. Pero los expertos rara vez hablan como teólogos morales, aunque algunos se acercan a parecerlo al centrarse en los niños y el porno.
Y el infantilismo, me parece, está en el corazón de la epidemia del porno. No me estoy refiriendo a que los niños “actúen” en películas pornográficas o vean pornografía, aunque la edad promedio a la que los niños primero ven porno es 11, y “pornografía infantil” es una epidemia criminal.
Puede parecer extraño pensar que el exceso sexual es infantil, pero lo es. Una parte de la cultura contemporánea que debería asustarnos – más, ciertamente, que ahora – es hasta qué punto la infancia se ha extendido a la adolescencia y la adolescencia a la edad adulta, o mejor dicho, a lo que debería ser la edad adulta. Previo a la famosa declaración de San Pablo (1 COR 13:11) acerca de renunciar a cosas infantiles, es su declaración alegre que se ha convertido en un hombre – un hombre cristiano.
Ningún verdadero hombre (o mujer) cristiano puede ver porno, porque el porno es moralmente ilícito.
Para aquellos hombres y mujeres que luchan con la pornografía, ya sean adictos o usuarios “casuales”, sugiero darle al diablo lo que debe: poner un recordatorio en el calendario de su computadora o un letrero en la pantalla de su laptop o monitor recordando que la pornografía es el trabajo de Satanás – que cada vez que accedes a un sitio porno estás haciendo lo que el diablo te ofrece.
Recuerde ese chiste ángel-diablo en caricaturas y, a veces, en películas de acción: una figura en rojo se sienta en el hombro izquierdo y una en blanco en el hombre derecho. La primera susurra seductoramente; la otra suplica lastimeramente. Creo que sabemos lo que nuestros ángeles guardianes quieren que hagamos. Del mismo modo (aunque la Iglesia en este sentido es menos definitiva que en el tema de los ángeles guardianes), hay demonios acechando, instándonos a pecar. El Catecismo hace tres docenas de referencias a los demonios, que incluyen las referencias al mismo Satanás. El Catecismo dice que a cada uno de nosotros se nos asigna un guardián; no dice que tenemos un demonio también. Esto puede deberse a que Satanás no desempeñó ningún papel en la redacción del Catecismo. Incluso si lo hubiera hecho, sus adiciones serían todas mentiras.
Pablo también dice (en la mayoría de las traducciones) que Satanás “es el dios [o señor] de este mundo, [que] ha cegado las mentes de los que no creen”. (2 COR 4: 4) Y esos incrédulos incluyen cualquier católico nominal, protestante, judío, musulmán o “Ninguno” que mira pornografía.
Se puede hacer un argumento sólido y secular contra la pornografía evocando la ley natural (deducciones empíricas de sus efectos sobre las relaciones, la productividad, la depresión, etc.), aunque la mera mención de la ley natural evoca en los laicos el “espectro” de la religión, que en la nueva comprensión de las políticas públicas, viola la separación de la Iglesia y el Estado.
Pero las políticas públicas no deberían ser la principal preocupación aquí. Es el comportamiento personal lo que importa, que para cualquier cristiano debe involucrar un cálculo simple: los actos de impureza violan el Sexto y el Noveno Mandamiento. El Catecismo (2354) los llama “ofensas graves”.
El Catecismo también alega que “las autoridades civiles deben evitar la producción y distribución de material pornográfico”, pero hay poca voluntad en el sector público para tal prevención. Entonces depende de nosotros.
Los párrafos 2351 y 2352 del Catecismo también son apropiados. Se tratan respectivamente de la lujuria y la masturbación, que son el ímpetu y la consecuencia de la pornografía. No es que haya alguna duda, pero la pornografía viola los Mandamientos con el adulterio y codiciar la esposa de un vecino (y, seguramente, el esposo de un vecino). Y Jesús se dirigió a esto cuando dijo (MT 5: 27-30) “cualquiera que mira a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón».
Él va tan lejos como para decir que si cualquier ojo o mano te hace pecar, corta el ojo, corta la mano. Eso es mejor que ir al infierno.
Pero mejor que ciego o cojo es la vigilancia, porque, como dijo nuestro primer Papa, “Satanás merodea como león rugiente buscando a quien devorar”. (1 PET 5: 8)
Una nota ‘Post-it’ bastará: “Satanás ama el porno”.
Brad Miner
Brad Miner es editor principal de The Catholic Thing, miembro principal del “Faith & Reason Institute” y secretario de la Junta de Ayuda a “Church In Need USA”. Él es un ex editor literario de National Review. Su nuevo libro, Sons of St. Patrick, escrito con George J. Marlin, ya está a la venta. ”The Compleat Gentleman”, está disponible en audio.
Nunca me intereso el porno y mucho menos hacerme adicto a el,lo considero una bajeza del ser humano,laspersonas oue se aprecian a si mismo y se aman no caen en esas deviles situaciones, del pecado del mundo.