La Arquidiócesis de Washington ha publicado un Plan Pastoral para implementar Amoris Laetitia. Contiene muchas cosas excelentes, como la barra lateral enfática en la página 18 titulada «¡La enseñanza de la Iglesia no ha cambiado!».
Que luego explica:
No, la enseñanza de la Iglesia no ha cambiado; la verdad objetiva no se ve afectada. Sí, la capacidad del individuo para comprender y apropiarse de la enseñanza y su significado sigue siendo un factor determinante para evaluar la culpabilidad personal. No, los juicios prudenciales de los individuos sobre su propia situación no dejan de lado el orden moral objetivo. Sí, la culpabilidad de uno ante Dios le sigue a la conciencia propia y la decisión consciente de actuar en una forma determinada u otra requiere dos cosas: una formación y una guía espiritual. En el ministerio pastoral católico hay una interacción de directivas morales objetivas y el esfuerzo de vivirlas de acuerdo con la capacidad de uno para comprenderlas y así poder hacer juicios prudenciales apropiados.
Es impactante, sin embargo, que se pensó que era necesario implementar un documento de enseñanza papal en un plan pastoral diocesano para afirmar que las enseñanzas de la Iglesia no han cambiado. Esto refuta a aquellos que dicen que Amoris Laetitia las ha cambiado. No pueden decir esto porque «la verdad objetiva no se ve afectada». La doctrina moral de la Iglesia no se puede deshacer en general y ni siquiera caso por caso.
La «orientación y formación espiritual» de conciencia son necesarias, lo cual implica que las personas que tienen que afrontar decisiones morales difíciles deben esforzarse por informarse sobre la enseñanza de la Iglesia a través del estudio, la oración y el consejo de maestros calificados que saben y creen en esa enseñanza.
Nuestra comprensión de la enseñanza de la Iglesia debe ir más allá del simple conocimiento de esta o aquella doctrina. También debemos aceptar con fe que la doctrina es verdadera y buena, que Dios espera que vivamos de acuerdo con esa doctrina y que cualquier dificultad percibida es superable con la ayuda de la gracia de Dios.
El deber de un pastor es guiar a los fieles que acuden a él para abrazar la vida virtuosa y para que renuncien a todas las tentaciones que afronten cuando estos justifiquen que un mandamiento (como “No cometerás adulterio”) es imposible de cumplir o que no se aplica debido a circunstancias extenuantes.
Un pastor nunca debe decir: «Esto es lo que la Iglesia enseña. Haga lo que quiera con ello”, como si fuera un árbitro neutral. No, el buen pastor hace todo lo que puede para guiar a los fieles a obedecer la ley de Dios sin excepciones, que es el único «juicio prudencial apropiado».
Una decisión tomada conscientemente conociendo el pecado siempre es incorrecta, incluso cuando la culpabilidad de uno se puede mitigar parcial o totalmente, porque siempre es incorrecto violar la ley de Dios.
Así que comparto las reservas de Edward Peters sobre esta frase en el documento de Washington: «Los sacerdotes están llamados a respetar las decisiones tomadas en conciencia por individuos que actúan de buena fe ya que nadie puede entrar en el alma de otro y hacer ese juicio por ellos».
Peters observa con razón que «si la oración significa que los sacerdotes deben ‘respetar la decisión’ de los católicos que se divorciaron y después se casaron de nuevo (por civil), de querer vivir como si estuvieran casados entre sí, acercarse a la sagrada Comunión y administrarles el Sacramento, entonces la amonestación falla por violar el Canon 915 y la disciplina eucarística que ese canon siempre ha representado». (El Canon 915 prohíbe la admisión a la Sagrada Comunión de aquellos que «obstinadamente persisten en pecado grave»).
El sacerdote no está obligado a administrar la Sagrada Comunión a los católicos que obtuvieron un divorcio civil y luego intentaron casarse civilmente. Él debe dar consejo a cualquier persona en esta situación. No importa si han decidido, conscientemente, que tienen derecho a la Sagrada Comunión, por alguna razón. El derecho canónico rige el comportamiento externo, y el «matrimonio» y la cohabitación civil son verificables externamente.
Los sacerdotes están obligados a respetar la ley canónica. La reprimenda de la ley a aquellos que persisten en manifestar un pecado grave es un llamado a abandonar una forma de vida pecaminosa y a abrazar la fidelidad al sexto mandamiento de Dios y los votos matrimoniales de uno.
Entonces, ¿qué significa «respetar las decisiones tomadas en conciencia»? ¿Que debo estar de acuerdo con esas decisiones? ¿Abstenerse de tratar de convencer a alguien de que ha cometido un terrible error de juicio si decide que puede pecar con buena conciencia? ¿Que si contradigo su decisión le falto el respeto? ¿Que debo alterar mis pensamientos y mi comportamiento para acomodar una decisión equivocada? ¿Que criticar o no cooperar con una decisión tomada en conciencia es una falla en «acompañarlo» apropiadamente?
Obviamente, no, en todos los aspectos. El respeto por alguien significa que le mostramos amor. Entonces compartimos la verdad y lo apoyamos en buenas decisiones; que nos arriesgamos a ofender contradiciéndolo cuando elige lo que está mal. El respeto no es una fórmula para privar a un pecador de la palabra salvadora de la verdad que lo llevaría a abandonar el pecado y abrazar la voluntad de Dios, como se conoce en la ley de Dios.
Está mal pedirle a alguien que viole su conciencia cuando ha abrazado la verdad y vive de acuerdo con esa verdad. Los mártires que dieron sus vidas en lugar de renunciar a Cristo nos enseñan lo que debemos hacer. No está mal insistir que un católico que afirma que su conciencia le permite vivir en una unión activamente adúltera debe renunciar a este juicio erróneo por el bien de su alma, el bien del alma de la otra persona y dejar de escandalizar a la comunidad cristiana, animando a otros a seguir su ejemplo.
«No, los juicios prudenciales de los individuos sobre su propia situación no dejan de lado el orden moral objetivo». Respetar el orden moral objetivo, al vivirlo, es que adoremos a Dios y cumplamos su voluntad salvadora para nosotros. Respetar a alguien es ayudarlo a abrazar esta verdad, sin importar cuánto el pecado lo haya engañado al pensar erróneamente que la observación de la ley de Dios es imposible, innecesaria o indeseable.
Acerca del autor
El reverendo Gerald E. Murray, J.C.D. es un abogado canónico y el pastor de Holy Family Church en la ciudad de Nueva York.
«Los sacerdotes están llamados a respetar las decisiones tomadas en conciencia por individuos que actúan de buena fe ya que nadie puede entrar en el alma de otro y hacer ese juicio por ellos”»
Cerrá y vamos. Esto es el documento en cuestión, en esencia.
Además ¿cómo se sabe que actúan de buena fe sin juzgar su conciencia?
¿ Porqué tanta insistencia en reiterar que la doctrina no ha cambiado ? Si no hubiese cambiado ¿ haría falta decirlo reiteradamente ? ¿ haría falta manipular a Benedicto XVI para obtener una legitimación que nunca obtendrá la misericorditis anticatólica ?