¿Qué es el fundamentalismo católico?

* Allegory of the Catholic Faith by Johannes Vermeer, c. 1670–72 [The MET, New York]
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Por Eduardo J. Echeverria

En su reciente libro, Catholic Fundamentalism in America, Mark S. Massa, S.J., sostiene que cinco características marcan a un “fundamentalista”:

  1. Una “resistencia sectaria [al] diálogo y la colaboración.”

  2. Un énfasis excesivo en el modelo institucional de la Iglesia, de modo que el fundamentalismo identifica el Reino de Dios con la institución de la Iglesia Católica Romana.

  3. Una “comprensión a-histórica” de la enseñanza de la Iglesia, tal que “el significado del cristianismo, en el cual no es posible el desarrollo, porque representaría una apostasía de la fe transmitida una vez para siempre.” (Este punto es tan básico para la comprensión del fundamentalismo católico en Massa que él lo considera como “la metáfora dominante de la doctrina católica como el ‘depósito’ de la fe [que] parece implicar una lista inmutable (e inmodificable) de proposiciones positivistas que no pueden desarrollarse o ‘desplegarse’ con el tiempo.”)

  4. Un enfoque en la teología y la doctrina utilizando “los apodos esencialmente políticos de ‘conservador’ y ‘liberal’ para delinear su propia posición frente al catolicismo estadounidense mayoritario.”

  5. Y “un estilo retórico marcado por una urgencia apocalíptica,” reflejando un “tono casi jadeante, acusatorio, militante [en] sus denuncias de otros, especialmente de otros católicos.”

Todos estos puntos son, por supuesto, debatibles, pero el más problemático es la comprensión que tiene Massa del catolicismo como tal, y no meramente del fundamentalismo: el fenómeno del “cambio”. Massa explica el cambio a la luz de la noción de “cambio de paradigma” de Thomas Kuhn. El resultado es la adopción de un “falibilismo” sin restricciones: la afirmación de que todas las creencias están abiertas a revisión, que no podemos saber nada de manera definitiva ni final. Además, adopta una implicación del paradigma de Kuhn: que no existe una realidad independiente que podamos explicar e interpretar.

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Asimismo, Massa opone la cosmovisión “clasicista” a la mentalidad histórica, que deriva del ensayo de Bernard Lonergan, “The Transition from a Classicist World-View and Historical Mindedness.” Massa explica: “Para los clasicistas… la Verdad… permanece sustancialmente igual a lo largo de la historia. Para los creyentes clasicistas, la creencia correcta (ortodoxa) [implica] realidades necesariamente estáticas.” Para el enfoque de mentalidad histórica, “todo está condicionado por las circunstancias cambiantes de la historia.”

El recurso de Massa a la mentalidad histórica implica negar la validez perdurable de la verdad –eso es precisamente lo que significa el historicismo. Según Massa, uno no puede tomar seriamente el “cambio” doctrinal si se considera que la verdad es proposicional y objetiva, eterna y verdadera para siempre. Esta visión de la verdad, supuestamente, refleja una comprensión a-histórica y estática de la verdad doctrinal. Dada esta insistencia en la mentalidad histórica, el catolicismo se convierte en una reinterpretación y recontextualización perpetua del Evangelio.

Pero Massa malinterpreta el “desarrollo” doctrinal. Una teoría del desarrollo doctrinal es aquella “que permite un desarrollo genuino en la doctrina,” como señala acertadamente Aidan Nichols, “pero respeta la homogeneidad sustancial de la verdad revelada.” San Juan XXIII sugiere esta teoría en su discurso inaugural del Concilio Vaticano II, Gaudet Mater Ecclesia: “El depósito de la fe [2 Tim 1,14], es decir, las verdades contenidas en nuestra doctrina sagrada, son una cosa; la forma en que se expresan, pero con el mismo significado y el mismo juicio (eodem sensu eademque sententia), es otra.”

La oración subordinada en este pasaje forma parte de un fragmento más extenso de la Dei Filius del Concilio Vaticano I, y este pasaje a su vez se inspira en el Commonitorium 23 de san Vicente de Lerins:

Por tanto, que haya crecimiento y progreso abundante en la comprensión, el conocimiento y la sabiduría, en cada uno y en todos, en los individuos y en toda la Iglesia, en todo tiempo y a través del progreso de las edades, pero solo dentro de los límites adecuados, es decir, dentro del mismo dogma, el mismo significado, el mismo juicio (eodem sensu eademque sententia).

Yves Congar, O.P. (1904–1995), entre muchos otros, ha sostenido que esta distinción entre las verdades proposicionales de la fe y sus formulaciones históricamente condicionadas resume el significado de todo el Concilio Vaticano II. Aunque las verdades proposicionales de la fe puedan expresarse de manera diferente, siempre debemos discernir si esas nuevas formulaciones conservan el mismo significado y juicio de verdad, y por tanto la continuidad material, identidad y universalidad de dichas verdades.

Pace Massa, la “irreformabilidad” de las verdades proposicionales de la fe implica que no pueden ser revertidas por desarrollos futuros, pero esto no excluye la reforma del modo de expresión de esas proposiciones.

Massa alude varias veces al conocido Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana de san John Henry Newman. Pero las reflexiones de Massa sobre el cambio no son coherentes con esta gran obra. De hecho, según las categorías de Massa, Newman sería un fundamentalista, ya que se preocupa por distinguir entre desarrollo doctrinal verdadero y falso.

Newman propone siete “criterios” para distinguir los desarrollos: Identidad de tipo, Continuidad del principio, Poder asimilador, Coherencia lógica, Fecundidad, Conservación y Vitalidad. Estos nos ayudan a distinguir el “desarrollo” genuino del “cambio” que confunde Massa, es decir, el crecimiento apropiado en la comprensión de las proposiciones —que puede implicar corrección, modificación y formulaciones complementarias— frente a mutaciones impropias y corrupciones que destruyen la permanencia del significado y la verdad.

En particular, Newman afirma: “Un verdadero desarrollo es aquel que conserva su original, y una corrupción es aquella que tiende a su destrucción.” (énfasis añadido) La “continuidad del principio” y la “identidad de tipo”, o lo que el teólogo reformado Oliver Crisp llama un “núcleo conceptual dogmático duro”, es lo que Newman quiere decir cuando habla de lo que debe conservarse.

Fundamental para el desarrollo doctrinal es la idea de la “revelación proposicional.” Newman sostenía que las verdades reveladas, lo que él llamaba “verdades sobrenaturales del dogma,” han sido “irrevocablemente confiadas al lenguaje humano.” La revelación escrita de Dios, como afirmó acertadamente el fallecido Ian Ker respecto de Newman, “implica necesariamente una revelación proposicional.” Esta revelación proposicional en forma verbalizada, o lo que Newman llamó el “principio dogmático”, es verdadera aunque no exhaustiva, “imperfecta porque es humana, pero definitiva y necesaria porque ha sido dada desde lo alto.”

El cardenal Gerhard Müller expresa bien los presupuestos de la teoría de Newman, y de hecho del catolicismo clásico: “La visión realista de la revelación de Dios y de su voluntad salvífica, que abarca a todo el ser humano, implica una epistemología realista y la comprensión de la identidad entre verdad y realidad.” El rechazo de Massa al catolicismo clásico como fundamentalista lo convierte en un neomodernista. San Pío X señaló con precisión lo que está en el centro del modernismo, esa creencia fatal de que: “La verdad no es más inmutable que el hombre mismo, ya que evoluciona con él, en él y por él.”

Acerca del autor

Eduardo J. Echeverria es profesor de Filosofía y Teología Sistemática en el Sacred Heart Major Seminary de Detroit. Entre sus publicaciones se encuentran Pope Francis: The Legacy of Vatican II (Segunda edición revisada y ampliada, Lectio Publishing, Hobe Sound, FL, 2019) y Revelation, History, and Truth: A Hermeneutics of Dogma (2018). Su nuevo libro es Are We Together? A Roman Catholic Analyzes Evangelical Protestants.

Comentarios
1 comentarios en “¿Qué es el fundamentalismo católico?
  1. A lo mejor yo soy demasiado ignorante o simple, pero es que todo esto me cansa de una forma abrumadora. Hay dentro del cristianismo una única posibilidad: O se es cristiano dentro de la una, santa, católica y apostólica Iglesia, siguiendo aquello que se nos ha sido transmitido ininterrumpidamente, o se está fuera de la misma y si estás fuera de la misma, pues ya no eres cristiano, sino otra cosa (cada uno le ponga el nombre que quiera, hereje, apóstata, etc.)

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