Noticias espiritualmente tóxicas

The Prodigal Son Wasting His Inheritance by Johann Wolfgang Baumgartner, c. 1750 [National Gallery of Denmark, Copenhagen]
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Por el P. Raymond J. de Souza

¿Es pecado seguir las noticias? ¿O leer a los comentaristas de las noticias? ¿O escuchar pódcast que comentan a los comentaristas? ¿O ver videos en YouTube de quienes destripan los pódcast?

Es Cuaresma, el tiempo en que hay más confesiones que de costumbre. Y esta Cuaresma, como ha sido cada vez más frecuente en los últimos seis años aproximadamente, cada vez más penitentes confiesan que siguen las noticias.

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No lo expresan exactamente así. Dicen que las noticias los ponen furiosos, que los hacen más propensos a guardar resentimientos, emitir juicios temerarios, entregarse a prejuicios, cultivar mala voluntad, alegrarse con la desgracia ajena —e incluso desear el mal a quienes piensan distinto. Todo esto dirigido a personas que nunca han conocido personalmente: ese líder político, aquella figura famosa.

Los penitentes que conocen el lenguaje adecuado hablan de las noticias como una ocasión de pecado, de la que no se han cuidado debidamente.

No recuerdo haber escuchado eso en el confesionario hace diez años; si lo hice, fue algo raro. Ahora lo escucho con frecuencia. El volumen y el tono de las noticias evidentemente están perturbando la paz de esos pocos católicos que aún se confiesan. Se podría pensar que los piadosos deberían estar menos turbados que los demás por lo que ocurre en el mundo. Tal vez lo están. En ese caso, imaginemos cómo están los demás.

Nuestro amigo de The Catholic Thing, Francis X. Maier, confesó aquí hace unos días que: “Érase una vez, yo era adicto a las noticias.”

¿Ya no? Al menos mucho menos, porque “con tanta frecuencia hoy día me encuentro encerrado en mi cabeza, en la Tierra de lo Irreal, combatiendo enemigos e ideas que me ciegan ante la belleza del mundo y de las personas que amo.”

Fran señala que hay cosas maravillosas disponibles en formato digital —¡como The Catholic Thing!— pero “estos medios de información también albergan una buena cantidad de chiflados, mentirosos y odiadores… El resultado es fatiga, tribalismo y (demasiado a menudo) resentimiento. La cultura del resentimiento es venenosa. También es autosostenible, como una colonia de garrapatas en los rincones secretos del corazón, porque siempre hay otro opresor que denunciar y condenar.”

Su queja es ya “tediosamente familiar”, admite Fran, pero la familiaridad está generando tanto desprecio que se impone una advertencia.

“El resentimiento es adictivo,” escribe el exadicto a las noticias. “Presupone la maldad o la ignorancia de quienes no están de acuerdo. Impide el discurso razonado, porque es una pérdida de tiempo escuchar a otros si, por definición, son estúpidos o malvados ya que sus opiniones difieren de las nuestras.”

Las toxinas recorren la vida pública como si fuesen todo un sistema: redes de noticias por cable, pódcast y plataformas de redes sociales que dependen de un modelo comercial basado en cultivar la indignación para monetizar la ira. Es rentable comercialmente, poderoso políticamente e influyente culturalmente.

“Eso explica por qué gran parte de la vida pública de nuestra nación es tóxica,” concluye Fran.

Es mucho peor que eso.

La vida espiritual de millones de almas también se ha vuelto tóxica. Podemos ver la degradación de nuestra vida pública. La vida interior es más difícil de ver, pero una degradación similar está bastante avanzada y amenaza la santidad de almas que desean vivir cerca de Dios.

Algunos lo reconocen y buscan el perdón en la Confesión —y la gracia del sacramento para resistir este vicio particularmente poderoso. Bien por ellos. Muchos más viven con una vida interior corrompida de forma continua, sin conciencia de ello ni remedio aparente. Sus mentes, corazones y almas están diariamente empapados por las toxinas de “nuestra cultura compartida envenenada.”

Hace años, cuando alguien con inquietudes se acercaba para convertirse en católico, yo solía comenzar hablando del amor de Dios, de nuestra necesidad de salvación y de la persona de Jesús. Luego una introducción a la oración y cómo practicarla. Después, un estudio más formal de las verdades de la fe.

Hoy, cuando se me acerca un joven —usualmente un hombre (ha habido un incremento notable entre varones jóvenes)— comienzo hablando de sus hábitos digitales. Le hablo de las “3 P”.

Lo advierto contra la pornografía, las polémicas piadosas en línea y la política. Todos están conscientes del primer peligro, y la abrumadora mayoría ha estado o está enganchada a ello. Pero algunos se sorprenden al saber que sumergirse en disputas litúrgicas o doctrinales en línea perjudica su relación con Jesús. En cuanto a la política, casi todos comenzaron su camino hacia preguntas más profundas siguiendo voces políticas populares, la mayoría de las cuales son combativas y carecen de caridad. Aunque muchas de ellas se limitan a ridiculizar infantilmente a sus rivales, hay unas pocas que conducen a los más influenciables hacia peligros espirituales como el racismo y el antisemitismo.

Fran, tras una vida de discipulado, reconoce el peligro, apaga las noticias y va a la Adoración Eucarística. Los jóvenes no tienen la experiencia ni la sabiduría para reconocerlo por sí solos. Pero no me cuesta convencerlos del valor de eliminar las “3 P” de sus vidas. Les estoy señalando algo que ya intuyen. Aceptan fácilmente que es esencial hacer espacio para que entre la gracia de Dios.

Muchas parroquias —a veces diócesis enteras— priorizan la Confesión durante la Cuaresma, ofreciendo horarios adicionales “cuando la luz está encendida.” El Papa Francisco ha hecho de las “24 Horas para el Señor” una prioridad durante la Cuaresma, sentándose él mismo en el confesionario, normalmente después de confesarse.

Ayer, la diócesis de Arlington, Virginia, celebró un Día Diocesano de Desconexión: un día para guardar los teléfonos, apagar las pantallas. Apunta a más que solo las 3 P, pero es una respuesta al mismo peligro espiritual. Espero que en Arlington muchos más se desconecten que los que irán a confesarse. La gracia sacramental es más poderosa que una breve pausa de pantalla, pero puede que esta última sea más urgente, como una forma de labrar el campo antes de sembrar la semilla.

¿Es pecado seguir las noticias? No en se. Pero es una ocasión próxima de pecado para muchísimos. Sobre tales ocasiones, existe un consejo mucho más antiguo que mis 3 P.

Si tu pantalla te lleva a pecar, córtala.

Acerca del autor

El P. Raymond J. de Souza es sacerdote canadiense, comentarista católico y Senior Fellow en Cardus.

Comentarios
1 comentarios en “Noticias espiritualmente tóxicas
  1. Pues yo creo que las redes sociales bien utilizadas son un gran medio de evangelización.
    Es como la mayoría de cosas: si se usan bien, es bueno, si se excede, es malo.
    Ejemplo: todos necesitamos comer para vivir, entonces se come moderadamente. El exceso y vicio lleva a la gula, que es pecado capital.

    Y digo yo ¿por qué no aprovechan más los curas y obispos para evangelizar DE VERDAD a los fieles? ¿Dar el catecismo, hacer lecturas de la Biblia y comentarios, hacer preguntas y respuestas con los fieles vía internet? ¿Rebatir a los protestantes y a los de religiones falsas y prácticas diabólicas como yoga o budismo? etc…

    ¿Les gusta más gastar el dinero en organizar fastos ridículos cmo las JMJ con un cura cutre que se pone alzacuellos sólo cuando «pincha discos» o gastar dinero en ingeniar una mascota siniestra creada por un individuo dedicado a comercios pecaminosos?

    Criticar a los «de fuera» y estando dentro lo peor de lo peor, la iglesia sinodal del anticristo, van y callan. Es la hipocresía máxima.

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