Por Christopher Manion
En pocas semanas más, millones de padres y madres enviarán a sus hijas a estudiar a facultades y universidades en todo el país. Todas esas instituciones tendrán normas contra la «agresión sexual», las cuales son un requerimiento de la Oficina para Derechos Civiles del Departamento de Educación de los Estados Unidos; sin embargo, estas son en vano. No protegerán a su hija del ataque sexual. Solamente exigen que, si su hija es atacada, aun violada, la institución debe tomar «acción inmediata», claro que luego del hecho.
Pero espere, ¿por qué no enviar a su hija a una universidad católica? ¿No estará más segura allí? Bueno, tome como ejemplo a mi antigua universidad, Notre Dame. De acuerdo con Du Lac, el manual del estudiante de Notre Dame, «La agresión sexual es cualquier tipo de relación sexual de una persona con otra sin consentimiento». Si su hija es atacada sexualmente en Notre Dame, se realizará una «investigación y decisión rápida, justa e imparcial».
En 9500 palabras de jerga jurídica redundante, los términos «ético», «moral» y «moralidad» no aparecen. El ya fallecido Charles E. Rice enseñó derecho durante cuarenta y cinco años en la Facultad de Derecho Notre Dame. Con respecto de la conducta sexual, una vez me dijo «el campus es una zona liberada una vez que se cumplen los 18 años». Quizás por eso es que estaba dispuesto a recomendar Notre Dame como un buen lugar para enviar a un hijo, pero no a una hija.
Nuestras hijas tienen que ir a la universidad en algún lado, pero la reciente sentencia indulgente, una entre muchas, que se le dio a un estudiante de primer año que violó a una mujer en la Universidad Stanford solo hizo la perspectiva más preocupante para padres y estudiantes por igual. Es claro que, la jerga jurídica no protegerá a nuestras hijas. ¿Y la guía moral? Está prohibida por ley.
Notre Dame elige, en forma voluntaria, omitir cualquier mención de moralidad sexual de su norma. Sin embargo en Stanford, como virtualmente en cualquier otro lugar, la cuestión tan solo se prohíbe. Allí, «la diversidad manda» y el primer pecado capital contra la diosa de la diversidad es «el prejuicio moral».
Entonces, en tanto que la universidad elegida por su hija podría no ser de mucha ayuda antes de que sea sexualmente agredida, la dirección prometerá darle al acusado de atacarla un procedimiento administrativo justo pero luego del hecho. ¿Qué se debe hacer, si en realidad queremos detener las violaciones en los campus y no podemos hablar de moralidad porque la diversidad lo prohíbe?
Los depredadores de los campus a veces emplean alcohol o drogas para debilitar a sus víctimas, ninguna de estas cosas en realidad provoca la violación. Fui animador en un bar durante años. Tomarse todo el contenido del vaso no provoca en forma automática que hombres groseros agredan sexualmente a mujeres indefensas que «en realidad quieren decir que sí cuando dicen no».
La bebida y las drogas no, pero la pornografía sí; la pornografía estimulada por Internet. Todas las encuestas indican que la gran mayoría de estudiantes universitarios varones miran pornografía al menos de manera ocasional. También, estuvo allí, gratis, para los alumnos actuales desde que asistían al jardín de infantes. La mayoría de ellos, asimismo, tuvo el sello de aprobación en las clases de «salud» de la escuela pública donde se les enseña que el sexo es fácil, seguro y divertido.
La pornografía es más adictiva que la cocaína. Debilita al hombre joven al destruir su carácter incluso mientras le brinda placer a su ego. Lo hace un enemigo de las mujeres reales cuando disfruta de las «trabajadoras sexuales» (como las llama Hillary Clinton) en línea, quienes lo llaman y atraen desde la pantalla. Ni se imagina que muchas de las sirenas del monitor sean esclavas sexuales o prostitutas esclavizadas por un proxeneta digital.
La conciencia del usuario está de licencia, su aislamiento insensibiliza su sentido de la vergüenza y las mujeres que conoce mejor son objetos materiales de dos dimensiones, juguetes que puede controlar con un movimiento de muñeca. Aparte, mientras más mira, más brusco tiene que ser. Innumerables investigaciones indican que el aburrimiento que proviene del hábito de mirar pornografía simplemente conduce al adicto a material más vulgar, violento y extremo. De ahí viene el dinero.
Es más, el adicto a la pornografía conoce más acerca de las mujeres en su reserva oculta de pornografía que de las mujeres reales. ¿Y qué mitos le enseñan esas mujeres de las películas? Le enseñan que «¡Detente!» significa, «¡Hazlo de nuevo!» que «¡Ayúdenme!» significa «¡Más rápido» y sí, aleccionado por esos modelos preferidos de desempeño sexual, el adicto evoca fantasías intensas que quiere experimentar en la vida real, con nuestras hijas.
No cuente con que los directores y los profesores desaconsejen la pornografía. Son mudos, con pánico a mencionar cualquier tema que pueda ser «ofensivo». Esa es la única cosa en el campus que puede hacer que los echen, tengan titularidad o no. Aunque no tema: nuestras hijas en todo el país pueden dar un simple y directo paso para defenderse a sí mismas.
Los «expertos» discrepan (¿no es ese su trabajo?), pero la mayoría de las agresiones sexuales en los campus parecen ser cometidas por conocidos, no extraños. «La violación en los campus universitarios es el delito violento más común y las violaciones son con frecuencia perpetradas por una persona con la que se sale a una cita o por alguien a quien la víctima conoce, como un novio, exnovio, compañero de clase u otra relación», de acuerdo con un informe de investigaciones acerca del tema.
Entonces, ¿qué deben hacer nuestras hijas? Descubrir si los hombres con los que salen son consumidores regulares de pornografía. Podría ayudar saber si son católicos, pero tengan cuidado también con los «buenos chicos católicos». ¡No lo dejen para después!, sean valientes, firmes, directas, justo como el aviso de la oficina de admisiones les decían que fueran cuando se inscribieron. Pregúntenles directamente, «¿Consumes pornografía?» y mientras lo hagan, mírenlos a los ojos.
Si la respuesta es «sí», lo sabrán de inmediato, aun si no lo admiten en voz alta. Por lo tanto, ya mismo no se reúnan más con ellos. Dejen de verlos definitivamente y díganles que sus amigos están incluidos, estos podrían aprender algo.
Y asegúrense de decirles por qué.
Acerca del autor:
Christopher Manion fue bautizado en la Iglesia Sacred Heart en el campus de Notre Dame, donde recibió su doctorado en Teoría política cristiana y se le otorgó el premio Reverend Theodore Hesburgh. Aparte de trabajar varios años en Capitol Hill, enseñó en la Universidad de Boston, en la Universidad de Dallas y en la Universidad Católica de América.