La Iglesia no es masilla en las manos de la «Historia»

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Por Anthony Esolen

El estado de las universidades católicas estos días me recuerda una broma obscena en la novela Jayber Crow de Wendell Berry. Cuando le preguntan a un granjero anciano cómo le está yendo, este contesta que está tieso donde solía ser flexible y flexible donde solía estar tieso.

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También así están nuestras universidades. Somos dogmáticos donde deberíamos apoyar la interpelación libre y abierta y somos dubitativos o descuidados donde deberíamos ser seguros.

En nuestra época, las herejías más virulentas tienen que ver con las regiones que yacen debajo; no el infierno, en el cual las personas dejaron de creer, aunque sus eflorescencias humeantes son fáciles de detectar entre nosotros, sino el Averno de la ingle.

Los herejes no son lo que solían ser. Los tiempos de serio fuego intelectual podían producir un Marción o un Arrio. Las épocas de intensa experiencia mística podían crear un Maestro Eckhart o un Joaquín de Fiore, cada uno de ellos bailando en el límite. Ahora lo único que tenemos es corrección política y banderas con arco iris. Quiero que me devuelvan mi dinero.

Déjenme darles un ejemplo de mi escuela. Hace poco critiqué a muchos de mis colegas seculares por estar incómodos o ser hostiles al carácter católico del Providence College, y a la educación clásica algo diluida en Humanidades que aun brindamos a nuestros alumnos mediante el programa de Desarrollo de la civilización occidental.

Uno de los grupos del otro bando, herido por la crítica, envió un comunicado en el que negaba rotundamente la hostilidad y, sin embargo, al mismo tiempo manifestaba la firme oposición a la «homofobia» y al «sexismo», y su determinación de luchar contra esos males.

Reconozco que aquellos no eran los únicos enemigos en sus miras, pero cuando leí su declaración me dio la sensación de que o no tenían ni idea acerca de lo que la Iglesia enseña sobre el sexo o creían que lo que fuera, era flexible; eternamente mutable, como masilla en las manos del gran dios de la historia.

Son felices con la Iglesia, siempre y cuando ella opine de estas cosas de la misma manera que ellos lo hacen.

Si usted dice, «Creo que las acciones homosexuales son seriamente desordenadas, y que las personas que alientan a los niños a experimentar con ellas son depravados», puede hacer que lo echen de un lugar como De Paul, y se ganará el enojo de este y otros grupos en Providence College.

Si usted dice, «Hay diferencias fundamentales entre los hombres y las mujeres, fisiológicas y psicológicas, que alcanzan a las profundidades de su ser», será acusado de «sexismo», y se cuestionará su compromiso con la «diversidad», por no poder creer que cuando se trata de masculino y femenino, definitivamente no hay diversidad.

Podríamos llamarlo una teología del ser incorpóreo. Usted puede designar sus inclinaciones sexuales con cualquier letra del alfabeto, y quizás con letras que todavía no se inventaron aun; pero no debe alinear sus pensamientos y obras con la diversidad que Dios grabó en el cuerpo humano real, masculino y femenino. Entonces un folleto sobre la teología del cuerpo podría ser denunciado como acoso sexual.

En una época sensata, sería acusado de acoso si tratara de persuadir a una joven para tener relaciones sexuales con usted. En estos tiempos, puede ser acusado de acoso si les dice a los solteros jóvenes, en general, que no tienen por qué tener relaciones sexuales con nadie.

La verdad es un camino hacia la verdad. No podemos, en cualquier campo del intelecto, confundir siempre lo que se estableció de manera clara. El corazón bombea sangre, la tierra se inclina sobre su eje, el inglés es un idioma germano, Dios hizo los cielos y la tierra, y fornicar está mal.

Por «se estableció de manera clara», quiero decir «de manera clara para un católico romano», sabiendo que los católicos con frecuencia tendrán que trabajar para persuadir a otros de que estas cosas que tocan la fe y la moral son verdaderas. No «verdaderas para los católicos», lo que no tiene sentido, sino verdadero, simpliciter.

No obstante, los católicos tampoco deberían tener que pasar todo su tiempo guiando a los débiles y despejándoles los ojos a los miopes; hay otro trabajo por hacer. El papa Juan Pablo II nos dio un ejemplo de esto cuando, al comienzo con las enseñanzas católicas como premisas, se embarcó en una investigación rica y sutil acerca de lo que significa ser corpóreo, sexualmente, y lo que implica el casamiento del hombre y la mujer.

Si siempre se pelea acerca de los cimientos, nunca se podrá construir nada. Si siempre se discute el destino del peregrinaje, nunca se dejará la plaza del pueblo.

Mientras tanto, si sus colegas seculares son evidencia, las escuelas católicas deben ser doctrinarias con respecto de una lista de temas sociales mil veces más larga que el Credo niceno, la cual incluye problemas humanos que admiten una amplia diversidad de enfoques. Eso es lo que sucede cuando la política contemporánea suplanta a la fe.

En una época sensata, si dice, «No creo en Dios», la gente siente pena y reza por usted, o intenta mostrarle donde se alejó del camino. En estos tiempos, si dice, «Creo que la ayuda social a las familias con niños a cargo con frecuencia tiene el efecto perverso de disuadir a los jóvenes de casarse primero», usted será criticado.

Si dice, «No creo que haya una categoría llamada raza», usted no solo será criticado, sino que será acusado de ser racista. Si intenta entender los traumas de la niñez que llevan a ciertos muchachos a una vida de vanidad y enfermedad, si intenta entrar sin miedo en ese dolor, usted será acusado de tener miedo irracional u odio categórico.

La fe verdadera tiene sus misterios que trasciende la razón. La política, la falsa fe, tiene sus confusiones que no llegan al nivel de la razón.

Sin embargo, ¿mis colegas son asimismo hostiles hacia las humanidades? Con respecto de eso, esta historia continuará.

Acerca del autor:

Anthony Esolen es profesor universitario, traductor y escritor. Sus libros más recientes son Reflections on the Christian Life: How Our Story Is God’s Story y Ten Ways to Destroy the Imagination of Your Child. Da clases en Providence College.

Comentarios
1 comentarios en “La Iglesia no es masilla en las manos de la «Historia»
  1. Vean algo que parece no existir, el Código de Derecho Canónico, que dice:
    809 Cuiden las Conferencias Episcopales de que, si es posible y conveniente, haya universidades o al menos facultades adecuadamente distribuidas en su territorio, en las que, con respeto de su autonomía científica, se investiguen y enseñen las distintas disciplinas de acuerdo con la doctrina católica.
    810 § 1. La autoridad competente según los estatutos debe procurar que, en las universidades católicas, se nombren profesores que destaquen, no sólo por su idoneidad científica y pedagógica, sino también por la rectitud de su doctrina e integridad de vida; y que, cuando falten tales requisitos, sean removidos de su cargo, observando el procedimiento previsto en los estatutos.
    § 2 Las Conferencias Episcopales y los Obispos diocesanos interesados tienen el deber y el derecho de velar para que en estas universidades se observen fielmente los principios de la doctrina católica.
    811 § 1. Procure la autoridad eclesiástica competente que en las universidades católicas se erija una facultad, un instituto o, al menos, una cátedra de teología en la que se den clases también a estudiantes laicos.

    § 2. En las universidades católicas ha de haber clases en las que se traten sobre todo las cuestiones teológicas que están en conexión con las materias propias de sus facultades.
    812 Quienes explican disciplinas teológicas en cualquier instituto de estudios superiores deben tener mandato de la autoridad eclesiástica competente.
    813 El Obispo diocesano ha de procurar una intensa cura pastoral para los estudiantes, incluso erigiendo una parroquia, o, al menos, mediante sacerdotes destinados establemente a esta tarea; y cuide de que en las universidades, incluso no católicas, haya centros universitarios católicos que proporcionen ayuda, sobre todo espiritual, a la juventud.
    814 Lo que se prescribe para las universidades se aplica igualmente a los otros institutos de estudios superiores.

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