Por Robert Royal
Al menos esto es lo que han sugerido algunos grandes Cristianos: Dostoievski (o al menos su príncipe Myshkin en El idiota), Solzhenitsyn, San Juan Pablo II, Benedicto XVI y (de diversas maneras) innumerables otros. Como cristianos, sabían, por supuesto, que Dios ha salvado al mundo, en sentido fuerte.Y sólo Él podía hacerlo. Entonces, ¿qué podrían querer decir?
Bueno, puede que tenga mucho que ver con algunas particularidades de los tiempos modernos. En su discurso del Premio Nobel, Solzhenitsyn planteó esa cuestión concreta basándose en los «tres trascendentales»:
¿[Q]uizás esa antigua trinidad de Verdad, Bondad y Belleza no sea simplemente una fórmula vacía y descolorida como pensábamos en los días de nuestra juventud segura de sí misma y materialista? Si las copas de estos tres árboles convergen, como sostenían los eruditos, pero los tallos demasiado descarados y directos de la Verdad y la Bondad son aplastados, cortados, no se les permite pasar, entonces ¿quizás los fantásticos, impredecibles e inesperados tallos de la Belleza se abrirán paso y se elevarán HASTA ESE MISMO LUGAR, y al hacerlo cumplirán la labor de los tres?
Es una forma muy esperanzadora de ver las cosas hoy. Sabemos que la Verdad y la Bondad están tan confundidas ahora como nunca lo han estado. Y que mientras el lento proceso de la razón las recupera a ambas, hay que encontrar entretanto alguna forma de sortear el callejón sin salida. Y sin embargo, la belleza (con «b» minúscula) también suele ser engañosa y parece más proclive a destrozar el mundo, en ausencia de fe y razón.
¿Puede la Belleza de otro tipo, una Belleza trascendente entre los otros trascendentes, salvar al menos un poco de lo que nos hizo y nos sigue manteniendo unidos a nosotros y a toda nuestra civilización?
San Agustín escribió en el Libro X de sus Confesiones: «Tarde te he amado, Belleza tan antigua y tan nueva, tarde te he amado». (Sero te amavi, pulchritudo tam antiqua et tam nova, ¡sero te amavi! ) Se refería, por supuesto, a la belleza divina y en el mismo pasaje incluso deplora su apego a los tipos ordinarios de belleza en el mundo: «estas bellezas me mantenían suficientemente lejos de ti: incluso aquellas, que a menos que estuvieran en ti, no deberían estar en absoluto».
Sin embargo, esa Belleza mayor existe, y brilla en las bellezas menores para aquellos que tienen ojos para ver. La mayoría de nosotros necesitamos una profunda exposición a lo que eso podría significar -y no poca instrucción para distinguir un tipo del otro. Y aunque los esfuerzos son todavía muy incipientes, hay varias iniciativas en marcha que esperamos den grandes frutos.
El arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone, estuvo en la capital del país este fin de semana para promover un programa que ya ha tenido bastante éxito: Benedict XVI Institute for Sacred Music and Divine Worship (el Instituto Benedicto XVI de Música Sacra y Culto Divino). La mayoría de los Católicos han oído hablar del buen arzobispo por su firmeza pastoral al negar la Comunión a Nancy Pelosi y al luchar con las escuelas Católicas locales en un esfuerzo por mantenerlas auténticamente Católicas. Y esa pastoral pública sigue siendo una fuerte necesidad que él y un par de docenas de otros obispos estadounidenses han demostrado ser muy capaces de cumplir.
Pero Cordileone tiene los ojos puestos en algo aún más grande. En una reunión celebrada el pasado Domingo por la tarde, habló de la Misa Católica como el fundamento de nuestra civilización y de las tres lenguas -hebreo, griego y latín- como la conexión con las tres grandes culturas que dieron origen y siguen siendo el único fundamento de toda nuestra civilización.
Y por eso (además de por la razón obvia de que una liturgia sólida y bella también nos ayuda a alcanzar el objetivo infinitamente más importante de salvar nuestras almas) creó y apoyó el Benedict XVI Institute, ya que el difunto pontífice era un entusiasta de la bella música de iglesia.
Ya he escrito (clic aquí) sobre la «Mass of the Americas» (“Misa de las Américas”) del Benedict XVI Institute (clic aquí), una impresionante composición de Frank LaRocca dedicada a la Inmaculada Concepción y a Nuestra Señora de Guadalupe.
Hoy en día, la gente habla despreocupadamente de multiculturalismo, con lo que normalmente se refieren a degradar nuestra cultura principalmente Americana y Cristiana, y elevar elementos «de las periferias» al centro del escenario. Los resultados suelen ser poco impresionantes.
Por el contrario, la «Misa de las Américas» se inspira en las tradiciones de la música clásica Occidental, las composiciones populares Españolas y los pueblos indígenas, e incluso utiliza un Ave María en náhuatl, la misma lengua en la que Nuestra Señora de Guadalupe habló a San Juan Diego, con grandes eféctos.
Ahora está disponible en varios formatos y se interpreta en iglesias de todo el país y pronto en México. Se están preparando misas similares dedicadas a los enfermos, los sin techo y en celebración de San Junípero Serra.
Y otro proyecto interesante que está en marcha es una especie de Oratorio por Ucrania, con letra escrita por el colaborador de TCT James Matthew Wilson, uno de los líderes de una nueva generación de poetas Católicos estadounidenses. Su última colección «St. Thomas and the Forbidden Birds» (“Sto. Tomás y los Pájaros Prohibidos”) se publicará a finales de este año.
Y James ha estado ocupado con otro proyecto de promoción de la auténtica cultura católica. Junto con Joshua Hren, de Wiseblood Books, ha creado un programa de máster de Bellas Artes en Escritura Creativa, único en su tipo, en la University of St. Thomas de Houston, que acaba de graduar a su primera promoción.
Puede que no tengamos ningunos Dantes o Flannery O’Connors, Vivaldis o Poulencs fruto de estos esfuerzos -a corto plazo. Pero tenemos a estos y a otros trabajadores de la viña explorando un camino hacia la auténtica belleza, poco evidente en el mundo que nos rodea hoy.
Así que si te encuentras sumido en la angustia por la desbocada Sinodalidad, continuas revelaciones de abusos en la Iglesia, mala música, malas liturgias, malos sermones, malas escuelas y universidades, ten buen ánimo. Esto también pasará. Y mientras tanto, la Belleza -la Belleza católica que incluso el gran Agustín tardó tanto en amar- sigue existiendo y está llegando a todos nosotros.
Acerca del Autor
Robert Royal es editor en jefe de The Catholic Thing y presidente del Faith & Reason Institute en Washington, D.C. Sus libros más recientes son Columbus and the Crisis of the West y A Deeper Vision: The Catholic Intellectual Tradition in the Twentieth Century.
Hola buena tarde.
Sin llegar a profundidades, un autor español, sacerdote, recoge el pensamiento de otro monje ruso, Pavel Florensky. Y su obra la titula como «La Belleza, Memoria de la Resurrección». Creo que esta en perfecta sintonía con lo que plantea.