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Evangelización de guerrilla

Ruins with Saint Paul preaching by Giovanni Paolo Panini, c. 1753 [Museo del Prado, Madrid]. Paul is in Rome, standing between the portico of a ruined temple and the temple of Vesta with the pyramid of Gaius Cestius visible in the background.
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Por David G Bonagura, Jr.

El futuro de la Iglesia en América depende del éxito de la Nueva Evangelización, la llamada del Papa San Juan Pablo II a predicar de nuevo el Evangelio en tierras que lo han olvidado o abandonado. Muchas iniciativas maravillosas en la Iglesia durante las últimas décadas –The Catholic Thing entre ellas- se han establecido para cumplir con el desafío del santo pontífice. Pero con el número de «Nones«, estadounidenses que no se adhieren a las religiones tradicionales, que crece cada año -sus filas están repletas de católicos caídos-, la tarea de la Nueva Evangelización es hoy más urgente que nunca.

En mi trabajo con los estudiantes de secundaria y con las familias de mi parroquia, descubro que un obstáculo colosal para el éxito de la Nueva Evangelización es que muchos carecen de un marco cultural, intelectual y religioso general en el que puedan recibir el Evangelio y comprender su importancia. El problema no es que los estadounidenses de hoy sean poco inteligentes. El problema es que han sido educados para ser escépticos con la verdad y la religión, hasta el punto de que muchos tienen prejuicios contra cualquier afirmación de su validez.

Los niños de hoy, al igual que sus padres antes que ellos, han aprendido que no hay verdad más allá de lo que la ciencia y las matemáticas pueden medir. En cambio, lo que percibimos como real y como verdadero es totalmente subjetivo: elegimos el sentido de la vida, juzgamos lo que está bien y lo que está mal. En este marco -si lo que hago es siempre correcto, y si esta vida es todo lo que hay- es extremadamente difícil predicar un Salvador divino. Asimismo, para una persona que niega la posibilidad misma de la verdad, las afirmaciones de verdad universal de la doctrina cristiana suenan muy extrañas.

Los obstáculos a la evangelización existen también dentro de la Iglesia. La mala catequesis de la que muchos nos hemos quejado durante décadas está dando sus frutos podridos. Se supone que los escolares de hoy aprenden la fe de sus padres de la Generación X (nacidos entre 1965 y 1980) y de los Millennials (nacidos entre 1981 y 1996). Pero esos mismos padres fueron mal formados en lo esencial de la fe católica y saben poco de lo que se supone que están transmitiendo. Sin culpa alguna, demasiados padres y profesores de hoy «son guías ciegos». Y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en un pozo». (Mateo 15:14)

No es de extrañar, pues, que los niños y los matrimonios no acudan a la misa y a los demás sacramentos: no saben lo que hacen. La ignorancia religiosa no sólo afecta a los que han abandonado la Iglesia. Trágicamente, incluso algunos de los padres más bien intencionados que asisten a misa cada semana no pueden explicar a sus hijos por qué asisten. La narrativa cristiana básica -que somos pecadores que necesitamos un Salvador, y que debemos responder voluntariamente a la oferta de amor redentor de Cristo- es tan conocida hoy en día como los puntos más finos del código Morse.

En esta situación, muchos de nuestros esfuerzos de Nueva Evangelización no tendrán el impacto que merecen y que deseamos. Tienen que continuar, sin duda, pero debemos darnos cuenta de que demasiadas grandes empresas católicas sonarán como un idioma extranjero para nuestro público objetivo.

De ahí que la Nueva Evangelización necesite algo más: llámese Evangelización de Guerrilla. Este nombre no pretende evocar ningún grupo guerrillero específico de la historia. Se ofrece como imagen de la Iglesia Militante con dos propósitos. En primer lugar, subraya lo formidable que se ha vuelto la influencia secular, que crea grandes dificultades para la evangelización realizada a través de programas parroquiales y medios de comunicación tradicionales. En segundo lugar, transmite la audacia, el ingenio y el puro atrevimiento que requiere una evangelización exitosa hoy en día.

La evangelización de guerrilla sería el trabajo de católicos emprendedores que identifican a individuos específicos, personas que, aunque incorporadas involuntariamente al ejército secular rival, parecen estar listas para escuchar el mensaje cristiano. Estos evangelizadores trabajan entonces para liberar a esos individuos de las filas seculares y traerlos a la Iglesia predicando los preámbulos de la Fe: el reconocimiento de que la naturaleza es normativa; que hay verdad, belleza y bondad en el mundo; y que estos tres trascendentales no son etiquetas subjetivas, sino realidades que provienen de una fuente externa y divina.

La evangelización de guerrilla, por tanto, requiere una tremenda inversión de tiempo y energía por parte de los evangelizadores en favor de estas personas cuya visión básica del mundo no sólo está alejada del cristianismo, sino que a menudo se opone a él.

Los evangelizadores de guerrilla guían personalmente a estas personas a través de todas las preguntas y dificultades que inevitablemente surgen para las personas que viven en nuestro entorno cultural actual. Recomiendan libros, sitios web y se sientan a conversar, no sólo para responder a las preguntas que se originan en la visión del mundo imperante, sino también para presentar los preámbulos de la Fe, de modo que la predicación de Cristo pueda resonar más profundamente.

Para inspirarse, los evangelizadores guerrilleros pueden mirar al Este y al Oeste a dos de los misioneros más emprendedores en la historia de la Iglesia: Matteo Ricci e Isaac Jogues. Ambos sacerdotes pasaron años estudiando las lenguas y costumbres de los chinos y los nativos americanos, respectivamente, para poder presentar de forma convincente el mensaje cristiano de una manera adaptada a su público. Si se mide por el número de bautizados, ninguno de los dos tuvo un gran impacto; convirtieron por decenas, no por cientos. Pero ambos inspiraron a sus conversos a romper con las costumbres pecaminosas de sus pueblos (Ricci, por ejemplo, no bautizaría a ningún chino que se negara a renunciar a su concubina) y a reconocer a Jesucristo como el salvador de todos.

Con lo que una vez llamamos Civilización Occidental fracturada y con la cultura católica olvidada, la Iglesia en Estados Unidos tiene que crear nuevos medios para llegar a los padres e hijos que no asisten a la iglesia de hoy. Es el momento de la Evangelización de Guerrilla, una predicación lenta, minuciosa, pero implacable, no sólo del Evangelio, sino de todo lo necesario para entender el Evangelio en su plenitud.

Acerca del autor:

David G. Bonagura Jr. enseña en el Seminario St. Joseph, Nueva York. Es el autor de Steadfast in Faith: Catholicism and the Challenges of Secularism y Staying with the Catholic Church: Trusting God’s Plan of Salvation.

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