Esperanza en un tiempo de oscuridad y desesperación

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Padre Benedict Ashley
Padre Benedict Ashley

Por Randall Smith

Esta es una temporada de esperanza. No sí estuvo escuchando el noticiero, por supuesto, sino sí estuvo yendo a misa y escuchando las lecturas. Hemos sido colmados todos los días con lecturas llenas de esperanza de los profetas – en su mayoría Jeremías, Isaías, o Zacarías. Hubieron frases como «El lobo siendo el huésped del cordero»; o promesas de «ricas comidas y vinos seleccionados»; los sordos oirán y los ciegos verán; Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros.

 Con estas lecturas hemos escuchado cómo hacer decrecer a las montañas y llenar los valles; cómo exultar la tierra seca y alegrar la estepa con abundantes flores; cómo convertir el desierto en la región pantanosa y la tierra seca en manantiales; y una porción entera de gente canta y grita de alegría, estando alegres y exultantes. Estos son los valores que recibimos cada año en esta época. Es Adviento y la Iglesia piensa que es un buen momento para recordarnos que estamos para ser un pueblo «que mira adelante» algo – algo muy bueno.

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 Sin embargo, un colega me recordó hace poco que todas estas exclamaciones muy esperanzadoras fueron hechas por hombres con poca esperanza, cuya situación histórica fue, por decirlo amablemente, menos que óptima. Jeremías, Isaías y Zacarías todos experimentaron la derrota absoluta de Judá a manos de sus enemigos y el exilio de su pueblo a una tierra extraña.

 Todos ellos pudieron ver que había esclavitud y dificultades en el futuro de un pueblo que creía que nada podía derrotarlos, ya que eran los “elegidos” de Dios, y Él les había dado la «Tierra Prometida». Y sin embargo, allí estaban, en al borde del abismo, mirando por encima del borde, sintiendo la tierra comenzando a ceder bajo sus pies. Sería una larga, dura caída. Pero a pesar de todo, estaban cantando alabanzas a Dios y la promesa de un futuro brillante. ¿Se estaban volviendo locos? No creemos que así sea, pero no habría sido una mala apuesta en ese momento.

 ¿Cuál es el fundamento de nuestra esperanza? Según Tomás de Aquino, el motivo u objeto formal de la esperanza es el poder infinito de Dios. Podemos esperar porque creemos que «para Dios todo es posible.» El P. Benedict Ashley comenta en su maravilloso libro Living the Truth in Love (y lo repite en sus conferencias de la Universidad Católica Internacional basada en ese libro) que «la misericordia y las promesas de Dios no serían motivos para la esperanza si Dios fuera incapaz de cumplir sus promesas.»

 La desesperación, sugiere Ashley, se puede definir como «la aceptación deliberada de la idea de que ni siquiera Dios puede salvarnos del desastre.» La aceptación de esta idea es ceder a lo que un amigo mío llama «la ilusión de la impotencia de Dios.» Probablemente hayas experimentado el poder de la ilusión – las voces dentro de ti que insisten: Dios no está presente en mi sufrimiento. Él no puede «hacer derecho» lo que está torcido. Él no puede «corregir» lo que es «malo». Él no puede arreglar lo que está roto. Las fuerzas del mal en el mundo y dentro de nosotros no pueden ser conquistadas.

 La esperanza cristiana es la esperanza que se tiene cuando no hay esperanza. En East Coker, T. S. Eliot le dice a su alma que:

 …continúe, y espere sin esperanza Para la esperanza sería una esperanza incorrecta esperar sin amor Para el amor sería un amor incorrecto amar sin fe. Pero fe, amor y esperanza están en la espera. Espere sin pensar, aún no está listo para la reflexión: Así la oscuridad será la luz, y la quietud el baile.

Cuando el presente es oscuro y el futuro aún más oscuro, como lo fue para los profetas cuyas palabras de esperanza y alegría leemos en este tiempo de Adviento, es en estos momentos sobre todo cuando estamos llamados a caminar en la fe, no por la vista – la fe: la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

«Sería un gran error, sin embargo,» el Padre Ashley advierte sabiamente, «juzgar que toda persona que parece estar sin esperanza ha cometido este grave pecado de la desesperación. Un estado mental patológico muy común es lo que se llama la depresión, que puede tener muchas causas, genéticas, hormonales, o el resultado de conmociones graves, como la muerte de seres queridos o los traumas de combate durante la guerra… Cuando una persona está sufriendo de la patología mental o simplemente duelo por alguna pérdida trágica, o sufriendo bajo las pesadas cargas de la vida y de la enfermedad, al igual que Job, sus tentaciones a la desesperación son pruebas espirituales, no pecados. Uno sólo tiene que leer los Salmos para ver cómo aquellos que verdaderamente aman a Dios y a la esperanza en él, aunque se quejen de él, encuentran muy dura a la esperanza».

En estos ensayos nos purificamos de cualquier motivo, excepto de la confianza en la omnipotencia de Dios: «Confía en el Señor para siempre», leemos en Isaías 26:4, «Porque el Señor es una Roca eterna.» La palabra «confianza» aquí en la Septuaginta es la palabra griega «esperanza.» Él es la roca fuerte; Él no puede ser superado. Y en eso encontramos esperanza para seguir adelante, aun en medio de grandes pruebas y tribulaciones y durante tiempos de oscuridad.

«¿Es que no lo sabías? ¿O es que no lo has oído? Dios eterno, Dios, creador de la tierra hasta sus bordes, no se cansa ni se fatiga; imposible escrutar su inteligencia. Que al cansado da vigor, y al que no tiene fuerzas la energía le acrecienta. Los jóvenes se cansan, se fatigan, los valientes tropiezan y vacilan, mientras que a los que esperan en Dios él les renovará el vigor, subirán con alas como de águilas, correrán sin fatigarse y andarán sin cansarse.» Isaías 40, 28-31

Acerca del autor:

Randall Smith es profesor de teología de la Universidad de Santo Tomás en Houston, Texas.

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