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Acerca de la Guerra

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Por James V. Schall, S. J.

«Es bueno que la guerra sea tan terrible, sino nos aficionaríamos demasiado a ella». Robert E. Lee, 13 de diciembre, 1862

Hace poco en YouTube, miraba a los Black Watch vestidos con falda escocesa y armados; ellos son la Tercer Brigada del Regimiento Real de Escocia. Entre gaitas y tambores, marchaban por la Royal Mile en Edimburgo. El desfile de 20 minutos era fascinante. Los espectadores alineados en la calle tomaban fotos con sus teléfonos celulares.

Luego, miré las tropas francesas en la convocatoria del Día de la Bastilla ante el presidente de Francia. La marcha militar alemana fue seguida por la impresionante marcha de la armada india. También vi el desfile militar de Paquistán, luego los masivos cuadros femeninos de la armada china. (¡Pensé que habían asesinado a la mayoría de sus mujeres en el vientre!)

En la exhibición de cada país había rifles, aviones militares, tanques, contingentes navales, hasta una brigada canina, misiles, espadas, y —frente a la reina de Inglaterra— marchaban en formación las majestuosas unidades de caballería.

En el capítulo 15 del Éxodo, dice: «El Señor es un guerrero, su nombre es “Señor”. Él arrojó al mar los carros del Faraón y su ejército». El mejor armamento actual no fue suficiente ante el Señor de Israel.

En las «Plegarias e intercesiones» luego del Magnificat, en la fiesta de Cristo Rey, Primeras vísperas, en el Ordo inglés, debemos orar: «Jesús, príncipe de la paz, destruye las armas de la guerra».

Ahora, no voy a predicar que destruyamos todo el «armamento de guerra». Este sentimiento es utópico y debería admitirse como tal. Desear que todas las armas de guerra sean destruidas (excepto en la eternidad) es «el cordero y el león» de las escrituras que reposan juntos. No va a suceder en este mundo, ni deberíamos esperar que suceda.

Si un lado abandona las armas, no hay seguridad de que el otro bando (o bandos) hará lo mismo. Nada nos garantiza que un mundo sin armas resista mucho. La postura de no tener armas es un pietismo que muy probablemente nos dejaría vulnerables a los que no tienen principios y a los más fuertes.

Los gobiernos totalitarios comienzan por confiscar todas las armas que un pueblo puede usar para defenderse. Parece que no puede entrar en nuestras cabezas que la amenaza moderna más peligrosa de la raza humana es un mundo por completo desarmado en el cual un gobierno central haya eliminado todos los medios posibles de resistencia, incluidos los morales e intelectuales.

¿Es una visión «pesimista»? No lo creo; es realista. Conoce lo que sucede cuando una milicia responsable, honorable y poderosa es descuidada, o socavada por la imposición de una política social insensata. La existencia de la fuerza militar no garantiza que será usada en forma prudente. Solo reconoce que, sin ella, en primer lugar surgirán pocos temas relacionados con la prudencia.

Hace poco, estaba releyendo los debates en el Vaticano II acerca de las armas nucleares. Suenan tan desactualizados. La disuasión, tan fustigada entonces, de hecho funcionó. El no uso de las armas podría haber dejado a Japón en el poder o haber provocado una invasión masiva de las islas del Pacífico Sur. Muchos millones habrían muerto y el mismo Japón habría sido eviscerado.

Los expertos luego acusarían de genocidio a aquellos que no dejaron que la guerra terminara más temprano por medio de su oposición «moral». Solo estaban disponibles los males menores, no las elecciones indoloras. Muchos inocentes más habrían sido asesinados con la opción de la invasión, la cual entonces estaba lista para comenzar. Alemania o Japón bien podrían haber desarrollado estas armas primero. Faltaba una alternativa clara para el «no uso» que no hubiera resultado en mayor destrucción.

Hoy, las armas nucleares y las otras —miren a los drones— son muy precisas y limitadas a objetivos específicos. Los países como Israel tienen que preocuparse por las de los vecinos. Sin embargo, esa preocupación no tiene nada que ver con las armas en sí mismas. Es solo una cuestión de quién podría querer usarlas y por qué. No se puede «pensar» que no estén más.

Si el ISIS tuviera capacidad de ejecución nuclear, me sorprendería que no lo usara en alguna ciudad del mundo. Ellos probablemente son inmunes a cualquier argumento disuasivo. El efecto real de esta disuasión resultó en un nuevo tipo de guerra. Dirigida por mentes astutas, con armas simples y primitivas, la destrucción masiva puede ser ejecutada con un propósito letal en cualquier barrio.

Las armas no provocan las guerras. Creer eso, en forma implícita o explícita, se convierte en sí mismo en una principal causa de guerra. Desvía la atención de las ideas y designios en el alma humana que sí la provoca.

Irónicamente, es probable que la conquista del mundo pueda ser conseguida sin muchas armas sofisticadas. Un arma es inútil si no existe intención política de usarla. Muchos líderes musulmanes comprenden esto, bajo la protección que brinda la legislación contra las expresiones de odio. La mayoría de los dirigentes «occidentales» no lo hacen.

La famosa reflexión de Lee acerca de lo terrible que es la guerra no conocía una religión dispuesta a morir en una causa injusta, considerada como el deseo de Alá. Ni contemplaba un mundo en el cual todos los medios para resistir al gobierno fueron eliminados en forma sistemática.

Acerca del autor:

James V. Schall, S. J., quien durante treinta y cinco años fue profesor en la Universidad Georgetown, es uno de los escritores católicos más prolíficos en Estados Unidos. Entre sus libros recientes se encuentran The Mind That Is Catholic, The Modern Age, Political Philosophy and Revelation: A Catholic Reading, Reasonable Pleasures, y, recién publicado por St. Augustine’s Press, Docilitas: On Teaching and Being Taught.

Comentarios
1 comentarios en “Acerca de la Guerra
  1. CREo que en su conjunto es un análisis certero. Las morales, o los moralistas simplistas, que hoy proliferan en abundancia en la iglesia buenista, suelen dar soluciones erradas para problemas muy complejos. Si este simplismo se aplica a la física o a la medicina, tenemos experimentos que explotan o personas que se mueren. No es que la guerra sea un bien en sí mismo, pero el pacifismo como entidad a priori lleva a peores resultados.
    Y recalcaría lo que el artículo ofrece con respecto a la «guerra justa», un tema traido dentro de la moral católica y a veces no resuelto adecuadamente (recuérdese el problema de la guerra preventiva son sus pros y contras). Este es un concepto, en uso en los paises occidentales que han tenido una base cristiana. Sin embargo, y como comenta, no es un tema que preocupe a una religión como la mahometana, dispuesta a seguir una guerra TOTALMENTE INJUSTA alegando falsas verdades religiosas; el peligro es real y las acciones injustas ya han sido reales . ¿No será tiempo de estudiar en profundidad toda esta realidad?.

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