Por «feminismo» se entiende un movimiento social y político que postula la igualdad de los derechos de las mujeres y los hombres. Desgraciadamente, hoy este término está corrompido, pues muchos lo asocian con esas reivindicaciones que terminan en el rebajamiento de lo más característico de la mujer.
Hombre y mujer son diferentes (anatomía, expresividad…) pero iguales en dignidad. Esta radica en que ambos fueron queridos y creados por Dios, quien imprimió en ellos el sello de su imagen.
Las páginas de esta nueva publicación, según indica su autor, «responden a la invitación que el Papa Francisco lanzaba para reflexionar acerca de la identidad y misión de las mujeres en la Iglesia y en la sociedad, promoviendo su participación». Algo esencial. El genio femenino es la imagen de la Iglesia que es mujer, esposa y madre. Sin este estilo reduciríamos el pueblo de Dios a una organización, quizá sindical, pero no como familia nacida de la Madre Iglesia.
A través de un sencillo y cuidado lenguaje, De Juan profundiza en la identidad más honda de la mujer analizando en primer lugar los precedentes del movimiento feminista, con sus aportaciones y también desviaciones en detrimento de la verdadera igualdad, en segundo lugar realiza un acercamiento a la dignidad de la mujer a través del Texto Sagrado, circunscribiéndose para ello en los relatos de la creación, en María y en Jesucristo. En tercer lugar reflexiona sobre la llamada (vocación) que la mujer tiene en la sociedad y en la Iglesia, defendiendo el papel fundamental e imprescindible de esta en todos los órdenes y haciendo una invitación a los lectores a que penetren en el auténtico significado del bautismo, el «sacramento de la dignidad». En último lugar se hace un recorrido por el magisterio que los últimos Papas han dedicado al tema de la mujer.
Esta publicación se presenta como una reflexión que defiende que la feminidad pertenece al patrimonio constitutivo de la humanidad y de la misma Iglesia y que por ello ha de ser considerada y defendida. Al mismo tiempo, y parafraseando a San Juan Pablo II, alerta sobre el peligro de “promover una especie de emancipación que abandona lo femenino y los valiosos rasgos que lo caracterizan”. En definitiva, se trata de una obra recomendable para su lectura en este verano.
La Iglesia ha profundizado en la vocación del hombre y de la mujer a lo largo de los siglos, siguiendo la tradición, las Sagradas Escrituras y la enseñanza de los grandes maestros, como S. Agustín y Sto. Tomás, hasta alcanzar enorme profundidad en los trabajos de Sta. Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) «Vocación del hombre y de la mujer según el orden de la naturaleza y de la gracia»,. y de San Juan Pablo II con su insuperable «Teología del cuerpo» que clarifican este tema tan central para la persona y la sociedad humana. Hace poco ha estado en España Christopher West, uno de los mejores especialistas en esta T.del C.
El ataque a la obra del Papa JP II – el Catecismo de la I.C:, sus 14 encíclicas insuperables, etc.- es típico de un sector que confunde la Tradición con las manías de un sector del integrismo francés. Es un problema, porque esta gente crea más confusión y división de la que ya hay. Estoy seguro de que De Juan profundiza en su libro en la verdadera dirección.
¿Se desea una «teología» de la mujer…? No lean a Juan Pablo II ni a ningún modernista; recurran a San Pablo y a San Agustín o a Santo Tomás. Salvo, por supuesto, que las Escrituras les produzcan dentera y acepten que la Tradición de la Iglesia le quede algo incómoda a los ojos contemporáneos. Ningún papa de los últimos 60 años hizo nada extremadamente ortodoxo en esta materia; más bien se podría decir que escribieron con auténtico ánimo demagógico, como cuando JPII hablaba de que entre el varón (sí: varón y no «hombre») y la mujer debía existir una «sumisión recíproca» -imposible metafísicamente- y no una sumisión de la mujer al varón como dice San Pablo y el Génesis. Además, por supuesto, de «Arcanum» de León XIII y «Casti Connubii» de Pío XI. Pero decir esto, que lo menciona San Pablo varias veces, es impopular en este mundo feminista, donde uno no puede ir a decirle a una mujer, joven, trabajadora, profesional, exitosa, etc. «la mujer se salva por la maternidad» (1 Timoteo 2, 15) o que «su cabeza es el varón como Cristo lo es de la Iglesia» (Efesios 5,23; I Corintios 11,3, entre otros: «El varón es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón; pues no es el varón el que viene de la mujer, sino la mujer del varón, y no fue creado el varón por razón de la mujer, sino la mujer por razón del varón.». San Agustín en «De Trinitate», 12, 7 [Patrología Latina, 42, 1003] interpreta este pasaje paulino diciendo, luego de indicar que varón y mujer tienen la misma naturaleza humana, que «la razón, a mi entender, es porque la mujer juntamente con su marido es imagen de Dios, formando una sola imagen de la naturaleza humana; pero considerada como «ayuda», «propiedad suya exclusiva», no es imagen de Dios. Por lo que el varón solo se refiere, es imagen de Dios tan plena y perfectamente como cuando con la mujer integran un todo».
¿Se puede escribir un libro así hoy en día…? Y lo que es más azaroso ¿se podrá vender?
No sé; el negocio editorial no es lo mío. Pero la Verdad es la Verdad y está escrita en los Sagrados Libros y en los autores considerados «Padres», como San Agustín.
O sea, pues, que esto de «la mujer imagen de Dios» o esconde un gancho editorial, o un engaño.
Tiene usted razón, Luis Ernesto. Así hablan esos textos de la Tradición. Pero hoy sabemos que ni la mujer fue creada del varón ni fue creada para el varón. Y todo lo que se deriva de ahí proviene de una visión mítica, y además de una de ellas (en Génesis hay DOS relatos de la Creación).
Es un ejemplo claro de que el Cristianismo para estar a la altura de nuestro tiempo (vgr. El conocimiento científico) debe superar críticamente esa teología.
Para la mayoría de los creyentes, el varón y la mujer tienen su razón última en Dios, son iguales en dignidad.
Los Papas de estos ochenta últimos años, sin entrar en polémicas, tratan de superar esa teología.
También van configurando una tradición. Me parece.
Puf, su onomatopéyico nombre define su comprensión teologica. Nomen, omen, decían los latinos, y ud. lo corrobora; ni entiende la Tradición, ni entiende la Teología. Espero que entienda la gramática.