VC Noticias. Felipe Monroy en Ciudad de México.- Este 21 de noviembre comenzó formalmente la primera e inédita Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe con la presencia de las 22 Conferencias Episcopales del continente; después de meses de preparación y diferentes fases de motivación y escucha en los países latinoamericanos y caribeños, la Asamble fue inagurada con una misa en la Insigne y Nacional Basílica de Guadalupe, el Santuario del Tepeyac, a los pies de la Virgen de Guadalupe.
La ceremonia fue presidida por el arzobispo de Trujillo, Miguel Cabrejos Vidarte, presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y de la Conferencia del Episcopado Peruano (CEP). En la misa participaron cardenales, arzobispos y obispos mexicanos y latinoamericanos; ante estos distinguidos representantes de la Iglesia continental, Cabrejos destacó la oportunidad de celebrar la Asamblea Latinoamericana bajo los pies de la Virgen María del Tepeyac, Guadalupe, que representa a cada una de las advocaciones marianas de cada rincón del continente.
«Damos gracias a Dios por esta nueva experiencia de vivir, sentir y participar en la Iglesia. Me refiero a la Asamblea Eclesial que inauguramos hoy, luego de un largo camino recorrido juntos, escuchando a todos, sintiendo lo hermoso que es ser miembro del Cuerpo Místico de Cristo, protagonistas y corresponsables de la evangelización como discípulos misioneros».
Cabrejos volvió a hacer votos para que los participantes en la Asamblea Eclesial mantengan espíritu «de escucha, sinodalidad y unidad eclesial». Confirmó que este esfuerzo eclesial es histórico «en vez de haber realizado la Sexta Conferencia General de los Obispos, el papa Francisco propuso esta Asamblea Eclesial, integrada por representantes de todo el Pueblo de Dios».
El presidente del CELAM agradeció la participación «más amplia de nuestra única Iglesia, Pueblo de Dios»: «En ella nos hermanamos en diversidad de ministerios y carismas: obispos, sacerdotes y diáconos, religiosas, religiosos, laicas, laicos; hermanos de las periferias materiales, culturales, geográficas y existenciales, y con hermanos en Cristo en el sentido ecuménico de la fe, así como de otras religiones que quieren responder al llamado en común que Dios nos hace».
Cabrejos sintetizó la finalidad de esta histórica Asamblea: «Queremos, en la difícil unidad en la diversidad, responder y acompañar a todo el Pueblo de Dios en una hora profundamente compleja y difícil, en un tiempo de Pandemia, donde los más vulnerables, los preferidos de Cristo, siguen siendo los más afectados… El Evangelio de hoy interpela nuestra dificultad como sociedad, e incluso como Iglesia, de creer en la presencia viva y transformadora de Jesús y su Reino de vida. Y no es para menos, sobre todo cuando vemos tantos gestos de ruptura de comunión y de fraternidad: en la inequidad; en la violencia extendida; en los falsos testimonios de líderes que abandonan el sentido de servicio de sus responsabilidades; en la crisis sin precedentes de nuestra casa común, donde los preferidos del Señor son los más afectados».
Finalmente, Cabrejos reiteró que «en medio de su hora más oscura, como la hora de tantos de nuestros pueblos, Jesús afirma con autoridad, su promesa de un Reino que no es de este mundo. Su camino no es como el de otros… hoy que avanzamos en este camino Sinodal, abriendo la fase presencial y virtual de la Primera Asamblea Eclesial, pidamos al Señor Jesús el don de la escucha, aquella que nos lleve a salir de nuestras reducidas posiciones particulares, y nos acerque a los hermanos y hermanas para buscar a Dios en común y en comunión».
Si se está en pecado mortal, dañando la comunión de los santos, ¿tiene sentido participar en el Sínodo del papa Francisco? ¿Es católica esta insistencia -teórica al menos- en que todos deben participar en el Sínodo, sin una llamada a la conversión previa? ¿Es lícito repetir día sí día no que el Espíritu Santo va a iluminar una asamblea, dónde se pide la palabra indistintamente a gente que vive en condición objetiva de pecado mortal o que no están en comunión con la única Iglesia? Qué gran responsabilidad la del Papa y la de tantos obispos que secundan estas teorías sinodales. Es clamoroso el silencio de muchos obispos de buena doctrinq. Creo que ahora sí deberían hablar y claro, antes de que sea demasiado tarde