Tocar la realidad sufriente del hermano

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El Papa Francisco, en Misericordie Vultus, nos invita a poner los ojos en la misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona “cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida”.

La Iglesia de Guadalajara concreta con la promulgación de la Gran Misión de la Misericordia, el proyecto que impulsa la Nueva Evangelización que sale de su comodidad para el encuentro con los que sufren y que al salir es evangelizada por el Dios que habita la ciudad, el campo, nuestras calles y vive la experiencia evangélica que se hace “proclamación” para una sociedad golpeada por la violencia y el abandono.

Surgida de la Séptima Asamblea Eclesial Diocesana de Pastoral con el trabajo, reflexión y vivencia los laicos y sacerdotes, religiosos y religiosas, la Gran Misión de la Misericordia no surge de los escritorios, sino del contacto con la vida cotidiana de las personas de todos los sectores sociales, y desde la realidad de las comunidades parroquiales.

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Es un tiempo oportuno y favorable para despertar la vocación y el espíritu misionero, en un periodo de nuestra historia, con retos y exigencias caracterizado por turbulencias sociales y políticas, por la difusión de una cultura lejana y hostil a la tradición cristiana.

Una oportunidad de despertar en las personas la alegría y la fecundidad de ser discípulos de Jesucristo.
En una homilía, el papa Benedicto XVI señalaba que la Iglesia esencialmente misionera no tiene patria ni cultura, así como tampoco es dueña de verdades. Es sierva, peregrina, huésped, instrumento y señal.

La misión, para nosotros los creyentes y para los sacerdotes, no es una tarea entre otras tareas pastorales, sino la esencia misma de la vida cristiana que asume la tarea de transformar al mundo y revelar el Reino.

La acción pastoral de la Iglesia de Guadalajara da prioridad, en esta misión, al acercamiento a las familias en crisis, al tejido social roto y a los jóvenes en crisis.

Crisis entendida en toda la extensión de la palabra y que abarca a las personas en su integridad, tanto en la crisis económica, social, política, ecológica, cultural, religiosa, etc.

El arrojo misionero se hace desde el valor evangélico de la misericordia, del amor infinito y gratuito.
Llega a ser una Iglesia misericordiosa que nos hará libres y nos liberará para participar en la vida plena de Cristo.

La Misión de la Misericordia es un tiempo de gracia y bendición que nos convierte en misioneros en salida para que toquemos la realidad sufriente del hermano que está a la vera del camino, herido por la mano de los salteadores, es la oportunidad de convertirnos en una Iglesia más samaritana, capaz de compadecerse y de ofrecer el aceite del consuelo y el vino de la esperanza.

Abrazados y amados por Dios, en los brazos abiertos de Jesús, nos genera una alegría inmensa y es
ésta la alegría que las familias los jóvenes y el tejido social necesitan.

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