Editorial dominical Centro Católico Multimedial.- El país más peligroso para ejercer el periodismo… Ese es otro título para México. Lamentable y difícil porque este país se ha convertido en el hacedor de la violencia que se especializa en asesinar a los miembros de colectivos y grupos molestos a los poderes fácticos y a la autoridad instituida. En lo que va del 2022, los asesinatos de los periodistas José Luis Gamboa Arenas, en el puerto de Veracruz, de Alfonso Margarito Martínez Esquivel y Lourdes Maldonado en Tijuana, pusieron de luto al gremio de la comunicación sumándose al número fatídico de 28 profesionales de la información asesinados en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador. Según la organización Artículo 19, desde el 2000, 149 han perdido la vida, 28 en este sexenio, superando al de Vicente Fox con 22 periodistas asesinados.
Las cifras son estremecedoras. No menos las probables causas y posibles fines. En su mayoría, apuntan a que saber la verdad es incómodo. Los periodistas están entre la espada y la pared, entre las amenazas de quienes detentan el poder ilícito y los amagos del descrédito desde el poder legítimo cuando se arrojan adjetivos esa labor calificándola de tendenciosa y chayotera, al denunciar los entramados hipócritas que han beneficiado a quienes tienen las riendas de este país. El descrédito al periodismo vino en junio de 2021 cuando se concentró en esa burla llamada Quién es quién como la vulgar forma azuzar en la opinión pública el encono y desprestigio a la labor de los medios y periodistas incómodos a un sistema que desprestigia a quienes le critican.
No obstante, más preocupante, es el desprecio y el silencio cómplice por la omisión que, de haber actuado, hubiera impedido las muertes. Lourdes Maldonado presagiaba un desenlace terrible de su existencia cuando el 26 de marzo de 2019 fue a ese escenario en el cual se pretende el monopolio absoluto de todo. Esa mañana, como todos sabemos, expuso el temor fundado contra su integridad y demandó la protección de la autoridad. Ante el presidente López Obrador dijo: “Vengo aquí a pedir ese apoyo, esa justicia y lo hago porque se trata de un personaje fuerte en política que no pretende pagarme ni mucho menos, ya hasta metí un amparo, pero lo hago porque se trata de su senador con licencia, de su súper coordinador de delegaciones y su candidato, próximo candidato a la gubernatura de Baja California, el licenciado Jaime Bonilla…” Y ella ha dejado de existir.
Estos casos sólo en 2022 son la muestra de la profunda corrupción y descomposición de la vida pública del país. Lo que pretendió ser una profunda transformación exhibe el fracaso del sistema que hace agua por todos lados sobreviviendo sólo del desgastado discurso de las culpas del pasado, del conservadurismo, de los neoliberales y de que ya “no somos iguales”.
En el Proyecto Global del Pastoral PGP 2031-2033, los obispos de México afirman que todos estamos llamados a trabajar por la paz ejerciendo nuestro deber profético “denunciando con valor las injusticias y atropellos que se cometen, dejando de lado temores y egoísmos, muchas veces aún a costa de la propia vida, como ha sucedido con periodistas, defensores de los derechos humanos, líderes sociales, laicos y sacerdotes”. En México, se matan periodistas por la lamentable degradación que ha pervertido a la transformación. No es cosa de tomar ventaja ni de buitres al acecho, como dijo el presidente de la República. Y tampoco es cosa de inmaculados pañuelitos blancos que también pueden mancharse de sangre y corrupción.