A seis años, el gobierno pastoral del arzobispo Aguiar Retes ha pasado de las expectativas de renovación, al de la frustración, fracaso y al centralismo que ha dejado en manos de pocos, las importantes decisiones de las diversas vicarias de la disminuida arquidiócesis de México.
Desde la organización administrativa que llevó a la conformación de entidades con relativa autonomía pastoral y financiera, las vicarías territoriales tuvieron una buena consolidación que llevó, prácticamente, a dinámicas que el arzobispo primado de México confiaba a los entonces vicarios episcopales, los obispos auxiliares, responsables de esa buena marcha, experiencia que, hasta el 2018, dio buenos resultados. El clero de cada vicaría, por ejemplo, creaba mutuales propias o fondos que eran aplicados a las actividades pastorales conforme a la realidad particular o al apoyo en las necesidades de los sacerdotes en caso de enfermedad. En suma, una colegialidad articulada con el plan pastoral y los lineamentos anuales que hoy han desaparecido.
Aguiar Retes ha mantenido a los vicarios territoriales como una especie de “gestores” o “animadores”, asignándoles a sus obispos auxiliares a manera de acompañantes. Tras el desmembramiento arquidiocesano, la figura de los vicarios territoriales quedó incluso relegada, priorizando a los decanos -Aguiar mismo expresó que la mayoría de sus vicarios territoriales no habían cumplido con sus expectativas, según trascendió en el último encuentro que tuvo con los decanos de la arquidiócesis- los vicarios territoriales han sido puestos a prueba y, la mayoría, han reprobado. Al inicio, algunos fueron premiados; después, incapaces fueron traicionados por su jefe, se fueron sin mayor gloria y mucha pena. De esa primera camada actualmente sobreviven dos: los padres José Antonio Carballo García -el más antiguo en el cargo- y Genaro Miguel Chávez Vázquez.
A punto de términar su nombramiento, los rumores de que el vicario Chávez Vázquez será bajado son fuertes y constantes. Incluso han puesto a algunas comunidades parroquiales en oración para pedir por el pronto reemplazo del sacerdote ordenado hace 20 años.
Chávez Vázquez fue instalado el 6 de mayo de 2019, de los dos únicos vicarios que Aguiar originalmente colocó y ha permanecido hasta casi cumplir con el tiempo de su encomienda. Permaneció en una de las vicarías donde Aguiar Retes quiso implementar sus experimentos fallidos de unidades pastorales, ahora disueltas cuando, en su momento, presumió de una que presentaba como ejemplo en la zona del aeropuerto de la ciudad de México, pero Chávez también cargó con otro difícil problema: escándalos sacerdotales. Tuvo que lidiar con casos que involucraron a allegados a Aguiar y que los colaboradores curiales del arzobispo optaron por evitar, uno de ellos, el antiguo secretario de Aguiar, Daniel Morquecho, cuyo caso por la violación del sigilo sacramental y abuso de poder, llegó hasta el tribunal eclesiástico y se ventiló por redes sociales; otro, el del ahora desaparecido sacerdote Ramiro de Jesús Jiménez Cruz, cura progay, quien, en su momento, era fiel besamanos de Aguiar y, súbitamente, dejó la actividad ministerial.
Sin embargo, la sospecha de que Chávez podría irse pronto, podría ser semejante a la de otro de sus colegas, Salvador Martínez Ávila. El exrector de Basílica abdicó del cargo por una causa que parecería muy simple: el hartazgo ante la ruin simulación de sinodalidad que, al final, puso a un títere al frente de la Basílica de Guadalupe. En suma, Salvador Martínez era un contrapeso frente a la ambición de los aguiaristas; ahora, vive un ministerio relativamente más tranquilo al frente de la parroquia de Nuestra Señora de San Juan de los Lagos en la III vicaria, la misma que encabeza Chávez Vázquez.
¿Podría el mismo camino para el vicario territorial? Es posible. Revelador que dos sacerdotes se bajaran de esos cargos de responsabilidad pastoral de envergadura, especialmente cuando el núcleo aguiarista ahora trata de echar adelante un artificial proceso de asamblea arquidiocesana de la cual, los primeros en poner en tela de juicio, son la mayoría de los sacerdotes de la arquidiócesis de México.
Chávez perteneció a un consejo episcopal cuyos vicarios son floreros, adornos de un arzobispo gris y disminuido que cada vez desmantela más la que en otro tiempo era una arquidiócesis pastoralmente viva y dinámica. Al tiempo, veremos cual será el destino del saliente vicario…