¿Revocar o no revocar?

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Hay que recordar que la revocación del mandato es usada en pocos países del mundo siendo los populistas y de corte autoritario los que le han dado un empuje en Latinoamérica. En su más pura acepción, es un mecanismo de democracia directa como medio de defensa ante la incapacidad de un gobernante por el rumbo que ha tomado su administración y moderar el hiperpresidencialismo.

Editorial Centro Católico Multimedial.- Parece que la democracia participativa está de moda. En Jalisco, el gobernador del Estado ha convocado a un peculiar referéndum o consulta sobre la permanencia de la entidad en el pacto fiscal para devolver la riqueza que se tributa a la Federación y de la cual poco reciben los jaliscienses en retribución; un ejercicio cuestionado por la oposición de ser una campaña velada para posicionar el nombre del gobernador para una eventual candidatura a la presidencia de la República y fortalecer al movimiento político que lo representa.

A nivel federal, un encontronazo se asoma entre el INE, el Poder Judicial y el Ejecutivo por otro referéndum llamado “revocación de mandato”, consulta que, ordenada en la Constitución, llamará a la ciudadanía para decir sí o no al presidente de la República para continuación de su gobierno a tres años del fin de sexenio.

Y es encontronazo puesto que la autoridad electoral decidió una medida extraordinaria: posponer temporalmente la revocación de mandato ante la insuficiencia presupuestal derivada del recorte aprobado por la Cámara de Diputados. Según el presidente del INE, se logró “concretar una bolsa de apenas mil 503 millones de pesos, que resulta evidentemente insuficiente para llevar a cabo un proceso de la amplitud, calidad y magnitud que se prevén en la ley federal en la materia, y que implica un costo de 3 mil 830 millones de pesos, con los que el INE simplemente no cuenta…” “¡Chicanada!” espetó el presidente de la República ante la decisión del órgano autónomo.

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La controversia llegó hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los ministros deberán resolver sobre la situación presupuestaria del INE y verificar o no si existe alguna colisión con normas constitucionales y de derechos humanos en donde está el derecho de participación política de la ciudadanía; sin embargo, estas batallas abonan a un proceso que ya nace irregular y muy cuestionado, sometido a tensiones políticas donde la mezquindad se asoma y no deja títere sin cabeza: todos quieren parte de la tejada del pastel para amarrar o ganar la silla presidencial.

Hay que recordar que la revocación del mandato es usada en pocos países del mundo siendo los populistas y de corte autoritario los que le han dado un empuje en Latinoamérica. En su más pura acepción, es un mecanismo de democracia directa como medio de defensa ante la incapacidad de un gobernante por el rumbo que ha tomado su administración y moderar el hiperpresidencialismo.

Pero en México, los encargados del poder, especialistas en manipular la ley hasta su máxima contorsión, sacan agua hasta de las piedras. La revocación del mandato ya tiene claros enfoques que son usados como un fenómeno de plebiscito para para poner otra viga de apuntalamiento a una deteriorada y presunta transformación que simplemente se quedó en eso, en palabras. Para nadie es raro que, aunque desde arriba quiera ocultarse, la peculiar crisis política del actual régimen, no sólo acentuada por el covid-19, también por las decisiones que han polarizado a la sociedad mexicana, necesita de una aprobación, por mínima que sea, para seguir legitimándose.

El presidente de la República usa un elemento a su favor. Una peculiar popularidad que lo sostiene a pesar de sus crasos errores. Su gestión es bien usada para azuzar la confrontación y armar a las huestes que lo apoyan. Veladamente, ha vendido la revocación no como un ejercicio de control ciudadano sino de plebiscito confirmatorio que, sea cual sea el resultado, será hábilmente manipulado para afianzarlo en el cargo.

En el Proyecto Global de Pastoral PGP 2031-2033, los obispos de México bien afirman que nuestra democracia, poco a poco, se ha ido consolidando: “Van quedando atrás las dudas y las controversias por los resultados. Se han fortalecido las instituciones en este campo, se han destinado cuantiosos recursos para dar credibilidad a las votaciones y se ha tratado de que sean los ciudadanos quienes estén al frente de estos procesos”. (No. 61)

Sin embargo, vemos con sospecha los riesgos en los que están las instituciones al punto del amago de desaparecerlas sólo por un capricho político y de vendetta personal. La revocación de mandato, la cual nació como auténtico reclamo de control, ahora es botín para perpetuar en el poder a un movimiento político el cual, como en el pasado, tiene a un nuevo líder que ha puesto a sus corcholatas en juego, en el escenario de un nuevo Maximato: el de la cuarta transformación.

 

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