Editorial dominical Centro Católico Multimedial.- Vender a una niña, justificar su violación “por usos y costumbres” sexuales y encerrarla por negarse a tales pretensiones, no sólo muestra cómo existen en México sistemas comunitarios a los que los derechos humanos prácticamente son nulidad, es también la degradación de la sociedad que pone a los niños, niñas y adolescentes en el blanco de un sistema que los ha abandonado sin otorgarles políticas públicas efectivas para su desarrollo.
En el Estado de Guerrero, el reciente caso de una adolescente vendida y encarcelada vuelve a poner en el debate qué está pasando con la niñez. Esto fue acentuado por la reciente difusión del estudio Niñas, niños y adolescentes reclutados por la delincuencia organizada de la organización Reinserta, AC. El extenso documento arroja a la luz lo que sucede a diario en nuestras comunidades y barrios, la niñez y juventud quebrada en su futuro al ser captada y reclutada por quienes son los verdaderos dueños de los destinos de este grupo vulnerable, el crimen organizado.
De acuerdo con el estudio de Reinserta, las estimaciones oficiales indican que 460 mil niños podrían estar sirviendo al crimen organizado en la comisión de diversos delitos como narcotráfico, usados como halcones para el espionaje, secuestro, tortura y homicidios. Unirse a las filas de la delincuencia resulta la única opción de vida para dejar atrás la denigrante pobreza, la ausencia de educación, la falta de actividades para darles herramientas para su vida.
Leer las historias consignadas en ese estudio mueven hacia una reflexión sobre la mutación de valores que ha traspolado todo lo que creíamos necesario para el desarrollo adecuado de cualquier niño o adolescente. El reclutamiento forzado es estimado como una vía auténtica para tener reconocimiento, respeto y, sobre todo, dinero que no existe en los hogares.
A esto se suma la fragilidad de los entornos sociales que, en la práctica, son un polvorín. Las zonas marginadas y olvidadas son pasto para el fuego de estos grupos delincuenciales que se valen de la inseguridad, la ausencia de programas para el desarrollo comunitario y el repudio por la socialización. Estos entornos de violencia implican que ellos vivan relaciones en las que, al final, el único propósito es consumar la venganza hacia la sociedad que los margina y advierte de la gran fractura que se da en niñas y adolescentes cuando son usadas para la degradación, prostitución y abuso en el que se replica la cultura de la discriminación y de la violencia que sirve a los hombres.
Al final, la familia ya no funciona es sus objetivos esenciales como célula del desarrollo personal y social. Los casos ahí señalados provienen de hogares fracasados. En ellos se generan los primeros momentos de violencia y de fragmentación que albergan resentimientos y odio. Al final, se descubre la ausencia total de programas y políticas públicas efectivas que alienten a un desarrollo estable y armónico de las familias en las que se impulse, al menos, la generación de opciones para el trabajo y la educación.
En el Proyecto Global de Pastoral 2031-2033, los obispos de México así lo advierten: “Desde líneas de fuego culturales como el individualismo, el hedonismo, el relativismo, la falta de compromisos por la vida, hasta cuestiones jurídicas e ideológicas, han puesto en grave crisis el estado de la familia. Estos cambios han traído una manera diferente de concebir y vivir el sentido de familia en nuestra cultura mexicana, introduciendo elementos extraños, no sólo a nuestra concepción cristiana, sino inclusive a la concepción natural de ella”.
La sociedad mexicana se enorgullece de sus valores familiares como un baluarte sin comparación. Sin embargo, debe reconocerse que esta institución está en doloroso y franco ataque, hoy los niños viven en “otras familias”, esas que les reclutan para vivir en el prestigio del resentimiento, violencia y odio hacia una sociedad que les ha cancelado el futuro.
http://ccm.org.mx/2021/10/reclutando-a-la-ninez/