Pbro. Eduardo Michel Flores / Arquimedios Guadalajara.- Hace poco una joven me preguntó: “Padre, ¿Por qué la Iglesia no se ‘moderniza’ para atraer más fieles?”.
Yo le respondí: ¿Por qué me preguntas eso?”. Ella me dijo: “Es que soy muy observadora y acudo a la Iglesia con frecuencia y me doy cuenta que en los templos hay menos gente que antes de la pandemia, sobre todo veo que la asistencia de jóvenes ha disminuido considerablemente, por lo que he pensado que tal vez si la Iglesia se ‘modernizara’ atraería más fieles”.
IGLESIA ¿ARCAICA?
Ella añadió: “Tal vez si relajaran sus enseñanzas o rebajaran su doctrina en temas controversiales o polémicos como el aborto, los anticonceptivos, la homosexualidad, los divorciados vueltos a casar, el sacerdocio femenino, el celibato sacerdotal, etc. Si la Iglesia se ‘moderniza’ y se vuelve más tolerante, permisiva e incluyente atraería más fieles”.
Yo le señalé: “Hay una grave equivocación cuando se piensa que la Iglesia debe ‘modernizarse’ y adaptarse al mundo para ser más atractiva o atrayente, para asegurar más fieles.
La Iglesia tiene como deber principal la exposición fiel de la verdad que salva, no atraer más fieles. No es la Iglesia la que debe adaptar sus enseñanzas o su doctrina a las exigencias del mundo, sino es el mundo el que debe adaptarse al evangelio, a la enseñanza contenida en la revelación divina, en la Palabra de Dios.
NO SE TRATA DE POPULARIDAD
Una Iglesia que quisiera ‘cambiar’ o ‘modificar’ las enseñanzas de su fundador, Jesucristo, en aras de ser más popular, sobre todo entre los jóvenes, no sería ya la Iglesia de Jesucristo porque estaría traicionando su esencia y su identidad: Ser ‘sal de la tierra’ y ‘luz del mundo’.
Esos temas a los que te refieres son efectivamente polémicos y controversiales y, sin embargo, la Iglesia fundamenta lo que enseña acerca de ellos en la revelación divina, en la Palabra de Dios que es la referencia fundamental de la doctrina moral de la Iglesia.
La Iglesia siempre ha interpretado la Sagrada Escritura de la misma forma, es decir, que la Iglesia, maestra de la verdad, nos conduce a la salvación, por tanto la Iglesia no puede y no debe modificar su enseñanza moral solo para contentar a algunos inconformes o para caerle bien al mundo, la Iglesia tiene una altísima responsabilidad en la exposición fiel de la verdad, de tal forma que si quisiera cambiar o modificar sus enseñanzas faltaría gravemente a la caridad porque la exposición firme, clara y convencida que hace la Iglesia de la verdad, es el más alto servicio de caridad que puede realizar”.
¿EN QUÉ SE FUNDAMENTA?
La enseñanza de la Iglesia proviene de la revelación divina y de la tradición apostólica y, por lo tanto, no puede ser cambiada arbitrariamente o a capricho.
La doctrina católica se basa en lo que la Iglesia considera que son verdades eternas y universales, fundadas en la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio. La Iglesia puede desarrollar y profundizar su comprensión de la moral y puede adaptar su enseñanza a las circunstancias del mundo, pero siempre manteniendo su fidelidad a los principios fundamentales de su fe.
Esto se realiza mediante la reflexión teológica y la aplicación de los principios morales a las situaciones actuales. Cualquier cambio en la enseñanza moral se realiza a través de procesos minuciosos, que involucran a teólogos, obispos y la autoridad papal. No se trata de decisiones a capricho, sino de una búsqueda de la verdad guiada por el Espíritu Santo y en consonancia con la misión de la Iglesia de proclamar el Evangelio y promover el bienestar espiritual y material de las personas. La Iglesia ejerce un valioso servicio de caridad en la exposición de la verdad que proviene de Dios y por ello no puede ser cambiada por el voto de la mayoría.