Padre José de Jesús Maldonado, SJ “Chuche”, In memoriam…

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Conocí al padre Jesús Maldonado durante la LXIV Legislatura de la Cámara de Diputados. En ese período colaboré de manera cercana con la entrañable amiga y diputada, doña Graciela Zavaleta Sánchez, oaxaqueña de Juquila, avecindada en Tuxtepec. Activista y secretaria de la Comisión de Derechos Humanos, fue pionera en la lucha por la defensa de la dignidad de las personas cuando, en 1990, una mujer se atrevió  a fundar la primera agrupación proderechos humanos en la cuenca del Papaloapan. Era la época dura y violenta de caciques dueños del estado en donde la ley era, simplemente, “mata, después veriguas”.

La diputada Zavaleta me presentó al padre Jesús en alguna de esas largas jornadas de actividades en Cámara de Diputados. Se notaba su aprecio y amistad. Sonriente y con una particular bonhomía, Maldonado trataba a doña Graciela con una especial familiaridad que se forjó por décadas. Así conocí la historia de ambos en la construcción de un sistema defensor de los derechos humanos y cómo su historia converge en una sola: la dignidad de la persona.

No fueron pocas las ocasiones en las que Graciela Zavaleta ponía el ejemplo del padre Maldonado. En el tiempo de pandemia, ambos lamentaron el confinamiento. Jesús Maldonado vivía en una casa jesuita y sólo los medios virtuales hacían frecuente su comunicación. Gracias a su designación como diputada federal, Zavaleta pudo vivir en la Ciudad de México y, previo al aislamiento, me contaba de las pláticas y reuniones informales que los fines de semana sostenían para hacer más llevadera la vida.

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Doña Chela, como le conocíamos, apreció mucho “Historia de una Lucha por la Dignidad”, Las memorias del ProDH de mano de su fundador. Maldonado le dio un ejemplar que ella me prestó. Me dijo: “Tiene V de vuelta licenciado”. Gracias a su lectura pude comprender las notables coincidencias de ambos activistas.

Casi en el tiempo de la fundación de la Comisión regional Mahatma Gandhi, entre 1987-1988 se gestaba el embrión del Centro de Derechos Humanos Padre Miguel Agustín Pro. Las reuniones de los activistas de Acción Popular, grupo de análisis y reflexión de la situación del país, espacio de reflexión sobre los trabajos de los jesuitas en México, era el ala impulsora de la cuestión social y de la teología de la liberación, mientras que otra facción jesuita permanecía en la institucionalidad en torno a la figura del cardenal arzobispo de México, Ernesto Corripio Ahumada, quien no veía con visión muy optimista la creación de un centro por la defensa de los derechos humanos.

Sin embargo, Genaro Alamilla, obispo auxiliar de México, y otros prelados dieron su impulso y beneplácito para ir adelante con un centro con tales ambiciones. Los problemas fueron los de siempre, financiamiento, confianza y reconocimiento. “Personas inquietas” decía Maldonado en esas memorias que pronto llamaron la atención del poder cuando el 24 de marzo de 1990, una portada de la revista Proceso llamó la atención de la poderosa y omnipresente Secretaría de Gobernación. Así se lee: En la breve entrevista me preguntó: “¿Quién es usted, cuáles son sus contactos en el exterior, quiénes lo están financiando, qué estudios tiene, cuáles son sus relaciones en México y en el exterior?» Y concluyó: “Tiene poco tiempo trabajando en esto de los derechos humanos y ya está en nuestras pantallas”.

Así el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro inició bajo la sospecha y recelo cuando hablar de la dignidad de la persona era subversivo, comunista, izquierdista. El nacimiento y crecimiento del Centro Pro, como el de la Comisión regional Mahatma Gandhi de Oaxaca, se hizo en medio de profundas y lacerantes realidades interpelantes: Acteal, masacres y desapariciones… Esos años, como diría el padre Maldonado, fueron los de la creación de la Red TDT que tejió una red que ahora nos parece normal y justa, pero no en aquellos tiempos.

Jesús Maldonado dejó la dirección del Centro en 1994, pero su talante y carisma seguían permaneciendo en esa historia que aun no termina. Efectivamente, cuando conocí al padre en la Cámara de Diputados, junto con doña Graciela, vislumbré que estaba frente a dos titanes. Ambos han dejado este mundo, Zavaleta en octubre de 2021; Maldonado este 20 de septiembre, pero su herencia es perenne. Como Maldonado relató en ese libro que doña Graciela atesoró cuando alguien le dijo: “Ojalá el Centro llegue a ser importante, confiable y respetable”. Lo hizo… Hasta que la dignidad se haga costumbre.

Descanse en paz, padre Jesús Maldonado García, “Chuche” (1940-2023).

 

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