La asamblea 112 de la CEM llegó a su fin. Fue también el impulso en la virtualidad del primer encuentro eclesial de México inaugurado por el cardenal Parolin, el pasado lunes en Basílica de Guadalupe. Este evento, promovido más en la virtualidad, quiere ser el detonador desde la perspectiva de “Iglesia sinodal” para preparar el camino hacia el Quinto Centenario de las apariciones de la Virgen de Guadalupe (1531-2031) y los dos mil años de la redención realizada por Nuestro Señor, (33-2033).
Si bien la agenda impulsó la virtualidad con el objetivo de desarrollar un “espacio nacional de cercanía, diálogo y trabajo pastoral donde laicos, hombres, mujeres, miembros de la vida consagrada, obispos, sacerdotes, diáconos, seminaristas y personas de buena voluntad” para compartir preocupaciones y esperanzas respecto de la situación que vivimos en nuestro país, en una Iglesia en camino”, poca fue la resonancia que tuvo en lo ordinario cuando en el país se debaten cambios que han polarizado a la sociedad.
En suma, el primer encuentro, si bien esfuerzo, fue insuficiente, sobre todo para los católicos nominales que aun no ven en la Iglesia a una actora e interlocutora en este momento delicado de la historia. Algunos preguntarán si es necesario la anterior acción. La respuesta la tiene el mismo objetivo. Los hechos de fundaron la evangelización de México y la civilización cristiana no deben ser algo que se quede en vitrina.
Por eso, la Iglesia busca nuevos caminos de solución a los problemas emergentes de nuestro país en el contexto de la pandemia que vivimos, través de la escucha y el discernimiento comunitario y sinodal que no sólo se consoliden en comunicados de momento, sino en acciones que digan a la sociedad que el Evangelio está vivo, actual, de vigencia interpelante y perenne.
Con eso, los obispos de México, en el acostumbrado mensaje de conclusión de asamblea al pueblo de Dios, quieren dar una palabra de ánimo y esperanza, con la certidumbre de que caiga en tierra fértil y no en la esterilidad y vacío de la vorágine comunicativa.
Así, el mensaje de los obispos advierte de los signos del cambio de época en especial de los tiempos donde ha venido a menos la primacía del ser humano y de su dignidad, y va surgiendo “hay una sobrevaloración del individuo por encima de la colectividad, que olvida la construcción del bien común y polariza a la sociedad”
Con la convicción de continuar con la misión encomendada por el Señor resucitado, en los momentos que vive la sociedad mexicana, invitan a suscitar la esperanza por preservar la paz, la justicia, la tolerancia, la solidaridad y el diálogo.
“Renovar nuestro compromiso de actuar un nuevo Pentecostés misionero”, tarea que los obispos de México buscan concretizar con el Encuentro Eclesial en una Iglesia fraterna, solidaria, unida, participativa y misionera, advirtiendo que, ahora, la sociedad mexicana vive polarizada. Por eso llama a evitar “lecturas unilaterales de los tiempos que vivimos, las cuales abonan a la polarización: los de arriba, los de abajo; los de antes, los de ahora; los buenos, los malos. Frente a tiempos complejos, es necesaria una audacia nueva y la lucidez de los creyentes, fija la mirada en el Príncipe de la Paz”.
El mensaje conclusivo de la 112 Asamblea de la CEM se lee aquí, a continuación:
Querido Pueblo de Dios,
- «La paz esté con ustedes». Sus hermanos obispos, reunidos en la CXII Asamblea Plenaria, les saludamos con el mismo deseo de Paz con que Jesús Resucitado se dirigió a sus discípulos.
- La presencia de Cristo, el Crucificado–Resucitado, infunde siempre confianza y esperanza: confianza no solo por su asistencia, que nos garantiza el triunfo sobre el pecado y la muerte, sino también por la que ha depositado en nosotros para continuar su obra; y la esperanza de que ninguna realidad, por más difícil, dolorosa o compleja que sea, tiene la última palabra, y nos abre siempre a la posibilidad de que con nuestra existencia, vivida según el Corazón de Cristo, se siembren las semillas del Reino.
- Con esta convicción, quisiéramos invitarlos a descubrir la esperanza más allá las características propias de nuestra época de cambios, en las cuales, a pesar de que ha venido a menos la primacía del ser humano y de su dignidad, y va surgiendo con gran fuerza una sobrevaloración del individuo por encima de la colectividad, que olvida la construcción del bien común y polariza a la sociedad, nosotros nos atrevemos a afirmar, con nuestra mirada en el Resucitado, que ni la cultura de la muerte, ni la violencia, ni la mentira, ni el mal, tendrán la última palabra.
- Esta esperanza emerge de las profundas raíces culturales y religiosas que nos dan identidad como pueblo mexicano, fruto maduro del testimonio coherente de muchos discípulos misioneros a lo largo de quinientos años de evangelización, y de la presencia de María de Guadalupe, que nos ha traducido el Evangelio de Jesucristo, con gran ternura y con una voz muy amable: «¿No estoy yo aquí que soy tu madre?».
- Les reconocemos y agradecemos a ustedes que, como familia de Dios, han dado razón de su esperanza en medio de esta pandemia y sus consecuencias, viviendo con entereza y confianza en Dios, así como con solidaridad fraterna.
- Ahora nos corresponde a todos nosotros, pueblo de Dios (pastores y grey), continuar la misión del Resucitado, escuchando la voz del Espíritu, discerniendo lo que Dios nos muestra y nos pide a través de los signos de los tiempos, para encontrar juntos los caminos que hagan posible experimentar «la esperanza que no defrauda». Esperanza que nos impulsa a que, frente a lo que amenaza a la dignidad humana y los valores de la familia, la vida, la libertad de expresión, la democracia, la educación y la hospitalidad solidaria, y en medio de la violencia, la injusticia y la impunidad imperantes, y que afectan sobre todo a los pobres, los migrantes, las mujeres y los más débiles, sigamos luchando por la paz, la justicia, la tolerancia, la solidaridad y el diálogo.
- Con este propósito nos hemos reunido en esta Asamblea Plenaria los obispos de México. En ella hemos querido renovar nuestro compromiso de actuar un nuevo Pentecostés misionero, proyectado en la Conferencia de Aparecida (2007), que retomamos en la Asamblea Eclesial Latinoamericana, celebrada en noviembre pasado, y que ahora buscamos concretizar para nuestra Iglesia en México, a través del Encuentro Eclesial. Con este anhelo de Iglesia, nos unimos al Sínodo convocado por el papa Francisco para el año 2023.
- De este modo, laicos, vida consagrada y pastores, nos preparamos para la celebración de los 2000 años de la redención y los 500 años del Acontecimiento guadalupano, guiados por el Plan Global de Pastoral, para seguir configurándonos como una Iglesia más fraterna, solidaria, unida, participativa y misionera.
- Debemos evitar realizar lecturas unilaterales de los tiempos que vivimos, las cuales abonan a la polarización: los de arriba, los de abajo; los de antes, los de ahora; los buenos, los malos. Frente a tiempos complejos, es necesaria una audacia nueva y la lucidez de los creyentes, fija la mirada en el Príncipe de la Paz (cf. Ef 2, 14). Ahora más que nunca es necesario el compromiso de los «bienaventurados que trabajan por la paz y la justicia» (Mt 5, 9), que ni condenan el pasado sin más, ni descalifican obsesivamente el presente, sino que disciernen, desde los criterios del Evangelio, todos los acontecimientos.
- En el Plan Global Pastoral, los obispos mexicanos hemos renovado nuestro compromiso evangélico de servicio preferencial a los más vulnerables de la sociedad, que reconocemos hoy en los rostros de los migrantes, las mujeres, los niños, los jóvenes y los ancianos que sufren, así como en el de los familiares de las personas desaparecidas. Ante estas realidades que tanto nos lastiman, nos comprometemos a ser una Iglesia más sinodal y solidaria, que anuncia y defiende la dignidad humana y colabora en la reconstrucción del tejido social desde el encuentro con Cristo Crucificado y Resucitado.
- Que Santa María de Guadalupe, que nos ha enseñado que la única fuerza capaz de conquistar el corazón de los hombres es la ternura de Dios, nos ayude a seguir construyendo la «casita sagrada» donde todos encontremos acogida, consuelo y esperanza.
Cuautitlán Izcalli, Edo. de México, 28 de abril de 2022