Arquimedios Guadalajara / No nos gusta hablar de la pobreza o de los pobres, o lo hacemos muy poco. Si no la padecemos o no lo somos, se vuelve un tema coyuntural o circunstancial. Los que la viven, a diario la sufren y, en momentos extremos, hasta la maldicen.
Hay, también, un intento inútil del gobierno por desaparecer la palabra pobreza o pobres del lenguaje, como todo aquello que exhiba el fracaso de sus políticas económicas o simulaciones en el ejercicio del poder.
Para el gobierno –del nivel que sea– las palabras “personas vulnerables”, donde cabe todo lo que desean invisibilizar o mantener a propósito, no es tan cruda ni realista como la de pobres. Como la de nuestros pobres en Jalisco.
Pero la pobreza suele ser honesta. Se exhibe sin complejos. Se muestra como es. Es a lo que más le temen los gobiernos y, que, junto con una sociedad cómplice, tratan de ignorar para que no nos deje mal parados ante las visitas. Solo que la realidad es más terca y acaba por exhibirlos.
Una mirada más allá del Centro Histórico y de las zonas residenciales con seguridad privada que abundan por doquier en la Zona Metropolitana de Guadalajara, nos lleva a esos lugares paupérrimos que parecen ser solo referencias de clase para los que, desde la comodidad de sus residencias y sillones, despreocupados de carencias, comen tres veces al día, tienen trabajo, manejan un carro último modelo, tienen a sus hijos en escuelas privadas y se van de vacaciones las veces que quieren. No es malo, por supuesto. Sus necesidades son otras, y el otro no es su prioridad, por lo menos para la mayoría.
Hay que mirar más a nuestros pobres. Arroparlos, compartirles el pan y la sal sin la necesidad de que tengan hambre. No lo digan ni lo publiquen en sus redes sociales. Solo seamos solidarios con el prójimo, con el hermano
En Jalisco, la pobreza está entre nosotros. Por más que tratemos de evitarla, nos sale al paso. Y no hablo del indigente de la esquina, de los niños o mujeres pidiendo ayuda en las banquetas o cruceros, o de las casas de láminas que asoman tímidas en alguna colonia de la ciudad, que abundan en la periferia y en tantos municipios.
Habrá quien piense que los pobres solo están en el sur del país y que, aquí en Jalisco, son solo unos cuantos. Que se quedan con la “verdad” de los funcionarios públicos, que muy pocas veces visitan o recorren caminando las colonias o municipios más pobres.
La verdad es otra. El pasado 2 de enero, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), previo estudio, reveló que en Jalisco hay 15 municipios –de 125– en los que más de la mitad de sus pobladores vive en pobreza. Aquí también tenemos pobres y no son pocos.
En la lista, Mezquitic, de la región norte del Estado y que rebasa los 22 mil habitantes según el censo del 2020, es el que tiene el indicador más elevado: población en su mayoría indígena, el nivel de pobreza es del 80.1%. Ocho de cada 10 habitantes viven en pobreza económica.
No necesitamos encender el televisor, ver las noticias o navegar en internet para conocer la pobreza en la que viven países de África o Asia, ni quedarnos con la imagen de la que padecen en Guerrero, Oaxaca o Chiapas, en el sur del país. En Jalisco también tenemos a nuestros pobres, y están aquí, cerca, cohabitan con nosotros, aunque hagamos como que no los vemos.