Mientras Iglesia de México pide por la paz, parroquia es baleada en Chihuahua; “Conviertan sus armas en arados”, clamor de párroco

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Apenas la Conferencia del Episcopado Mexicano ha llamado a las acciones nacionales por la paz en el marco del primer aniversario luctuoso de los jesuitas asesinados en Cerocahui, Chihuahua, nuevamente un hecho violento conmocionó a este Estado cuando grupos del crimen organizado sostuvieron un enfrentamiento en la comunidad serrana de Santa Anita en Guachochi.

El 6 de junio, una intensa balacera dejó un saldo de un hombre decapitado, más de 700 casquillos percutidos, una camioneta incinerada y una iglesia baleada. De acuerdo con información publicada en el sitio El Blog del Narco, “cerca de las 11:30 horas, personal de la Base de Operaciones Interinstitucional con destacamento en Guachochi fue alertado sobre la presencia de hombres armados en dicha comunidad, minutos después al sistema de emergencias se reportó una balacera, por lo que se constituyeron hasta el punto, localizando todo lo anterior.

La comunidad de Santa Anita Guachochi, en la Sierra Tarahumara de Chihuahua, está situada a 37.1 kilómetros de la cabecera municipal, ayer (6 de junio) habitantes de dicho lugar presenciaron un hecho violento en el que un hombre fue decapitado al exterior de la iglesia, su cabeza fue localizada a 30 metros de donde se encontraba el cuerpo”.

La voz del párroco responsable del templo perteneciente a la diócesis de la Tarahumara, el padre Enrique Urzúa Romero, ha sido la que se ha levantado para denunciar en redes y medios nacionales la tremenda violencia en esa zona del Estado de Chihuahua. A través de un mensaje difundido en las redes sociales, este 8 de junio, solemnidad de Corpus Christi, Urzúa Romero agradeció los gestos de solidaridad que la sociedad ha mostrado al obispo Juan Manuel González Sandoval y a la diócesis de la Tarahumara.

“Ruego a toda la comunidad que nos escuche a través de esta carta, sigamos orando por la paz que tanto anhelamos” escribió el sacerdote en su mensaje a la vez que describe el dolor de sus fieles quienes ya no encuentran una solución inmediata a los graves problemas desatados por la lucha entre cárteles. Aunque agradeció al gobierno municipal y del Estado la disposición inmediata de medidas, señaló que corresponde al “Estado mexicano procurar la paz y velar por la seguridad de todos… Al balacear de manera directa el templo de una comunidad, han lastimado lo más sagrado de un pueblo que es profundamente religioso, se ha profanado el lugar comunitario del encuentro, el lugar donde una comunidad vive su historia…” Su mensaje concluye con un llamado a los hacedores de la violencia para que escuchen la voz de Dios: “Estoy seguro de que la gran mayoría son bautizados, somos hermanos y aún estando dentro de las filas de la muerte, nuestro Padre y su Padre les ofrece la vida”, dice el duro y grave mensaje del párroco, quien llamó igualmente para que los criminales depongan las armas para convertirlas en arados.

Inmediatamente después de la balacera, Enrique Urzúa Romero envió, a través de las redes sociales, la súplica a los miembros del crimen organizado para deponer las armas mostrando el estado en el que quedó el interior del templo. A través de un post, el sacerdote señaló: “Por amor de Dios y en nombre de nuestras comunidades lastimadas les pido a quienes provocan sufrimiento y muerte que se toquen el corazón, somos hermanos y no es posible que no sientan nada a ver cómo una comunidad completa sale dejando todo a la buena de Dios. Les digo desde el corazón. Queridos hermanos, porque lo somos, dejen las armas, hay mucha vida que Dios nos ofrece en estás hermosas tierras, sus familias también sufren cuando les matan…”

Aun recordando el dolor provocado por la muerte de los jesuitas y, como se había indicado en otras ocasiones, por el incremento de la violencia en Chihuahua, los hechos perpetrados en la comunidad de Santa Anita fueron lamentados por la Provincia mexicana de la Compañía de Jesús y la Conferencia del Episcopado Mexicano.

 

 

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