Editorial dominical Centro Católico Multimedial.- Este 26 de diciembre de 2021, la Iglesia católica celebra a la Sagrada Familia de Nazareth, el hogar donde nació el niño Jesús. Devoción introducida en la liturgia de la Iglesia en el siglo XIX por el Papa León XIII, la Sagrada Familia ha sido ícono de la célula fundamental de cualquier sociedad. A pesar de sus mutaciones, la familia de Nazareth será siempre modelo y fuente de virtudes, fe y oración. En ella se encuentra el modelo de solidaridad y de ayuda mutua, a pesar de las duras situaciones de la vida que pusieron en riesgo a sus integrantes: Jesús niño fue perseguido incluso bajo pena de muerte.
María dio a luz en un lugar que no era su casa; fueron desplazados y obligados a migrar a tierras extranjeras huyendo de la violencia provocada por el gobierno de Herodes; vivieron en ambientes ajenos a sus tradiciones y costumbres, se asentaron en un país extranjero e incluso, aunque nada dicen los evangelios, esa familia pudo haber perdido a José de forma prematura, el padre de Jesús en este mundo y desposado con María, lo que complicaría las cosas haciendo de la Madre de Cristo una viuda que tuvo que salir adelante con un Hijo en la crianza y cuidado.
Aunque nuestro modelo de la ‘Sagrada Familia’ podría ser más romántico e ideal, las evidencias, como son comunes a nuestros tiempos, dicen que José, María y Jesús sufrieron serias penurias a la par de que el Niño “crecía en estatura, sabiduría y gracia ante Dios y los hombres” (Lc 2, 52).
Actualmente, la mutación de la familia ha llevado a un estado que hace necesario una urgente revisión del papel de esta célula indispensable para la sociedad. Pensar en un modelo ideal podría ser excluyente de otros tipos donde familia se hace solo con la madre como sostén del hogar; otros arquetipos estiman por familia a las formadas por una pareja del mismo sexo capaces de adoptar supliendo la incapacidad de la procreación.
Igualmente, una familia puede ser encabezada por los abuelos en ausencia de los padres o madres biológicos aceptando la crianza de los hijos o bien, se conforma cuando padre y madre no comparten la misma fe o convicciones religiosas, no obstante, hacen posible un hogar.
Son indiscutibles estas realidades; sin embargo, es necesario advertir que la familia ha sido blanco de un franco ataque que trata de desmantelarla de sus valores y principios fundamentales. Y aunque importantes sectores, incluso los políticos, estiman a la familia como baluarte de valores, la realidad indica que está bajo una fuerte presión poniéndola en crisis sin importar el precio por desmantelarla e incluso quitarle toda legitimidad como escuela de valores, de respeto e incluso de fe.
“Fenómenos como la pobreza, el individualismo, el ritmo de la vida actual, el estrés, la organización laboral y social; una ambigua concepción de la libertad y la dificultad para adquirir compromisos sólidos, además de una implacable lucha jurídica y social por implantar la ideología de género, han hecho que la familia se encuentre gravemente dañada” dicen los obispos de México en Proyecto Global de Pastoral PGP 2031-2033 y a esto se suma el embate tremendo de la relativización de la vida en donde cualquiera que se forme en el vientre es inviable para vivir si el Estado así lo determina para privilegiar los supuestos derechos sexuales y reproductivos impulsados por minorías feministas radicales y extravagantes.
Las soluciones no pueden provenir de idealismos o radicalismos legislativos. Es cierto, la familia ha sido descuidada y maniatada, utilizada e ideologizada. Aunque todos coinciden en que es “célula fundamental de la sociedad”, la realidad es que, incluso desde la misma Iglesia, se ha descuidado sin dotarle de la debida formación, acompañamiento y cuidado en la fe y vida de comunidad. En el ámbito estatal, no hay efectivas políticas públicas que tracen el fortalecimiento de los núcleos familiares más allá de las puras formas de asistencialismo. El sistema de adopciones está deteriorado y hoy existen cientos o quizá miles de niños y niñas en espera de hacer realidad su derecho a vivir en familia.
Tener en cuenta a la Sagrada Familia es aterrizar en esta realidad de lo sagrado de nuestras propias familias. Independientemente de las nuevas formas, desde ese núcleo esencial se hará posible una nueva realidad alejada de la violencia, la insensibilidad y la falta de respeto a la dignidad humana. Como bien afirmó el Papa emérito Benedicto XVI en diciembre de 2011 ante el Consejo Pontificio para la Familia: “La familia es riqueza para los esposos, bien insustituible para los hijos, fundamento indispensable de la sociedad, comunidad vital… es lugar privilegiado de educación humana y cristiana… es comunidad salvadora”.