Editorial Centro Católico Multimedial.- Otro periodista fue asesinado en días pasados y la mejor respuesta del gobierno de México fue la altanería y bravuconería. La carta al parlamento europeo escrita por AMLO y Jesús Ramírez es el último ejemplo saltándose, incluso, la opinión de sus colaboradores especializados en temas internacionales como la del secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard.
La sarta de calificativos con los que el gobierno de la República tildó a los eurodiputados derivó de una dura resolución del parlamento continental aprobada con 607 votos a favor, 2 en contra y 73 abstenciones en la que destaca sin mayor concesión: «México es desde hace mucho tiempo el lugar más peligroso y mortífero para los periodistas fuera de una zona oficial de guerra… observa con preocupación las duras y sistemáticas críticas formuladas por las más altas autoridades del Gobierno mexicano contra los periodistas y su labor»». Sólo en los tres primeros meses de 2022 han sido asesinados siete profesionales de la información.
El encono de AMLO con hacer la guerra al mundo parece no tener ya una mesura que explique al presidente que no es ombligo del mundo. No sólo pidió “pausar” las relaciones con España, también ha dirigido retóricos petardos a Estados Unidos por pretender tratar a México como colonia, mientras que, por un penacho, la emprendió contra Austria al decir que sus funcionarios son “arrogantes y prepotentes”. Lo mismo puede ir contra el Vaticano para exigir perdón por la conquista como lanzar airados reclamos populistas contra publicaciones extranjeras que han cuestionado los presuntos logros de su tambaleante gobierno.
No falta razón al parlamento europeo por la situación apremiante de este país. De acuerdo con su resolución, el gobierno de México ha dividido a la opinión pública por sus dichos contra periodistas creando un clima de hostilidad y de estigmatización que agita y enrarece el ambiente; incluso apunta sobre los «claros indicios» de que “el Estado mexicano ha utilizado herramientas de piratería telefónica destinadas a luchar contra el terrorismo y los cárteles, incluido el programa espía Pegasus, contra periodistas y defensores de los derechos humanos”, práctica condenada por López Obrador que, según los argumentos de la resolución europea, podría estar solapando en lo oscurito.
Tales aseveraciones hicieron que el presidente echara mano de su mejor recurso: la verborrea. Al admitir la autoría de la respuesta, sin mayor defensa que agazaparse con calificativos como borregos, reaccionarios, golpistas, monstruoso, cómplices, injerencistas, retrógradas o panfletos… echó mano de temerarios argumentos para una respuesta de alto nivel como el de “infórmense y lean bien las resoluciones que les presentan antes de emitir su voto. Y no olviden que ya no somos colonia de nadie. México es un país libre, independiente y soberano”.
Este hecho no queda nada más en lo anecdótico. Refleja una preocupante situación: AMLO está contra las cuerdas. Si el primer responsable de un gobierno usa un tono tan procaz contra los parlamentarios de Europa, debe mirar dentro de casa porque eso mismo que critica, lo usa para su beneficio. Sin embargo, las cosas son peores. Demasiada sangre está crispando a México. Todos los días, la muerte está tocando la vida de los ciudadanos por la tremenda violencia como nunca había ocurrido. AMLO estimó de gesto valiente llamar a los eurodiputados “borregos”, pero cierra los ojos cuando miles de mexicanos, como borregos, han sido llevados al matadero.