Editorial CCM / Del 8 al 10 de noviembre, la Conferencia del Episcopado Mexicano realizará la CXI (111) asamblea general convocando a 127 obispos con derecho a voto para renovar “80 cargos de estructura funcional”, sin duda el plato fuerte de la agenda de los obispos quienes se encontrarán en una limitada reunión debido a las condiciones de la pandemia que había impedido la presencialidad, además de que, en abril pasado, todavía existía una baja tasa de prelados con el esquema completo de vacunación contra el covid-19.
Además de la elección, el objetivo de la CXI asamblea es “dar continuidad a los trabajos en proceso que lleva la Conferencia del Episcopado Mexicano, a saber, el Proyecto Global de Pastoral 2031-2033, engarzándolo con la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, el Encuentro Eclesial de México, a celebrarse en abril del 2022, y el importante Sínodo de los Obispos inaugurado recientemente por el Papa Francisco”.
Es seguro que el actual presidente del Episcopado Mexicano, el arzobispo Rogelio Cabrera, decida asumir el segundo período al que tiene derecho según los estatutos de la CEM. Sin embargo, la convalecencia del vicepresidente Carlos Garfias Merlos, quien libró una dura lucha contra el devastador covid-19, podría replantear las expectativas para confirmar en el cargo al arzobispo de Morelia quien ha destacado por consolidar el plan de la Iglesia y la construcción de paz frente al gobierno de López Obrador.
De los cargos que tendrán nuevo responsable serán el de la tesorería, actualmente bajo la responsabilidad del obispo de Cuernavaca, Ramón Castro Castro y su tesorero ejecutivo, el padre Eduardo Aguilar Navarro quienes no la han tenido fácil, especialmente por el bajón en los recursos económicos que la Iglesia sufrió en el cierre de templos por la pandemia. Una de las cuestiones más apremiantes fue el fortalecimiento de OCEAS -Obra de Clérigos en Ayuda Solidaria, AR- responsable de la salud sacerdotal, especialmente en tiempos de pandemia por el manejo de recursos para la atención de los sacerdotes infectados por la enfermedad.
La “joya de la corona” de esta elección es el relevo de la secretaria general en manos del auxiliar de Monterrey, Alfonso Miranda Guardiola quien termina seis años de responsabilidades en donde muchos proyectos tuvieron empuje. Notables fueron los esfuerzos por la difusión de la historia y de la protección del patrimonio de la Iglesia, especialmente tras las afectaciones del sismo de 2017. La cartografía eclesiástica fue otro fruto de este secretariado que permitió a los católicos mexicanos una aproximación a la conformación de las circunscripciones además de identificar la actividad específica de asilos, orfelinatos, casas de migrantes y de organizaciones católicas dedicadas a la Caridad. De los aciertos de Miranda Guardiola fue el discernimiento que debe realizar la Iglesia tras el covid-19 sin olvidar la serie de convenios y acuerdos, como rasgo de laicidad positiva, firmados con la Procuraduría General de la República, la Secretaría de Cultura o la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales, de los cuales, sin embargo, aun faltan conocer sus resultados.
Es de reconocerse que estos seis años, Miranda Guardiola insistió en la conformación de una identidad eclesiástica, pero la pandemia de covid-19 quizá le hizo perder empuje al punto de un desvanecimiento al final de su período tocado, desafortunadamente, por aquellas declaraciones de julio 2021 en donde cuestionó a comunicadores, pensadores y laicos católicos por no “levantar la voz” en las actuales circunstancias.
Por otro lado, aunque el obispo auxiliar de Monterrey imprimió esfuerzos en la conformación del Consejo Nacional de Protección de Menores y de las Comisiones Diocesanas, aún se desconoce con cifras ciertas y claras los casos de sacerdotes bajo proceso judicial penal además de los posibles encubrimientos. En este tema, más bien la CEM operó con malabares más que con evidencias.
Entre los retos del próximo período de tres años que encabezará el arzobispo Rogelio Cabrera, sin duda está la de tener a su lado a un nuevo secretario con una identidad de colegialidad y sinodalidad, más que de regionalismos y de grupos episcopales. Decantarse por un obispo-secretario con capacidad para abrir y discutir una agenda con el gobierno para analizar la relación del Estado y las iglesias para poner al día la legislación en materia de libertad religiosa debiéndose adecuar al marco constitucional de derechos humanos, además de tratar el difícil y espinoso tema de la seguridad, la pacificación y reconciliación que no tiene aún buena salida.
El arzobispo Cabrera López habrá de ser el hombre que destaque por un despegue en la reflexión de la Iglesia mexicana, sobre sí misma, sus errores y aciertos en una sociedad cada vez más descristianizada y escéptica. De consolidar en la acción lo que ahora sólo es lamentación, el de los abusos de menores y, sobre todo, tender puentes para que la sociedad mexicana vea en la Iglesia católica a la Madre y Maestra en humanidad en tiempos de incertidumbre y confusión. Más que una elección de estructuras es un cambio de mentalidad. Efectivamente, es renovarse o…
Mucho descernimiento y demás, pero no se han enterado de que no ha habido ninguna pandemia sino una plandemia programado a lo largo de casi 20 año, que las falsas vacunas que han matado a centenares de miles de personas ya estaban listas antes del anuncio de la plandemia. Si Jesucristo dijo que «la verdad os hará libres», ¿no tendría la Iglesia realizar un análisis de todo el fraude del Covid y los errores garrafales que la Iglesia ha cometido, en este caso en Méjico, y en el resto del mundo? Francisco, que además de proclamar que las inyecciones nefastas y asesinas son «un acto de caridad», ha tenido su tercera inyección. Que examinen el caso y expliquen por qué la gran mayoría de los ingresados en UCIs son gente inyectada con el veneno mal llamada «vacuna». No podrán renovarse sin enfrentarse con la verdad. ¿O Jesucristo no es la Verdad?