Editorial Centro Católico Multimedial / La Semana Santa 2022 fue especial. Se trató de un tiempo postpandemia que, en cierto sentido, hizo que el pueblo creyente retomara sus tradiciones de fe para celebrar los misterios de la fe. Para otros, este período fue más bien de un relajamiento de medidas sanitarias para abarrotar de nuevo lugares turísticos y de placer vacacional, dejar un momento la dura situación de crisis para pretender que la pandemia jamás existió o, al menos, olvidarla por algunos días y regresar a la normalidad de la vida.
La resurrección del Señor que la Iglesia celebra es un acontecimiento que partió la historia. No se trata de un simple relato. La vida que Cristo nos ha dado pasó por la cruenta pasión para inaugurar una vida diferente venciendo a la muerte. Esto lo creemos, sabemos que pasó, es un hecho que explican las Escrituras para afianzar lo que el apóstol dice: “Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe”.
México entra al tiempo de pascua con muchas dificultades, polarizaciones, violencia e incertidumbre. El futuro parece más oscuro a pesar de las promesas temporales de vivir una radical transformación de la vida pública. Se discuten reformas y se enfrentan partidos; se descalifica y la altura de los argumentos está en la denostación que agravia al otro. Tal parece que el país se ha convertido en una arena, un campo de batalla abierto por muchos frentes: políticos, electorales, criminales, sociales. El botín se llama México y muchos lo codician por encima del bien común. El encono ha superado el propósito de construir una nación donde podemos caber todos sin excepción. El lema de la “Patria es primero” ha sido desplazado por el “Estás conmigo o estás contra mí”. El recogimiento de estos días fue rebasado por la lucha entre partidos y las traiciones entre sus miembros que recuerdan al Judas que vendió a Cristo por treinta monedas. Semana Santa que llamó la atención para diluirla entre revocaciones de mandato, mañaneras presidenciales, sesiones aplazadas y debates dominicales.
Vivir este tiempo pascual implica dejar todo eso que nos hace permanecer en una vía dolorosa sin fin. En la noche santa de la vigilia pascual 2022, presidida en el Vaticano por el cardenal Giovanni Battista Re y en la que el Papa Francisco pronunció un discurso, se dio cuenta de esta realidad de la resurrección que debe interpelarnos para dejar el pecado, sea social o personal para empezar de nuevo: “Él entró en el sepulcro de nuestros pecados, llegó hasta el lugar más profundo en el que nos habíamos perdido, recorrió los enredos de nuestros miedos, cargó con el peso de nuestras opresiones y, desde los abismos más oscuros de nuestra muerte, nos despertó a la vida y transformó nuestro luto en danza. ¡Celebremos la Pascua con Cristo! Él está vivo y también hoy pasa, transforma, libera. Con Él el mal no tiene más poder, el fracaso no puede impedir que empecemos de nuevo, la muerte se convierte en un paso para el inicio de una nueva vida…” Este no es un llamado sólo para cualquier creyente, es para todos en este país, México, que necesita salir del oscuro sepulcro para gozar de la luz, signo de la resurrección.