Editorial CCM / Heidi Mariana Pérez sería una “víctima colateral” de la indecible violencia que vive el país. Sus cuatro años de vida terminaron abruptamente cuando, por las “circunstancias”, un fuego cruzado en el que estuvo involucrado personal del ejército le quitó la vida de forma absurda. El relato del homicidio es de sobra conocido, un traslado al hospital para atender una molestia de salud de la niña se convirtió en una tremenda tragedia que involucra, de nuevo, a personal castrense especialmente ahora, cuando en estos días, se publicó el decreto que reforma diversas disposiciones legales para poner bajo administración y operación de la Secretaría de la Defensa Nacional a la controvertida Guardia Nacional.
Todo eso se convirtió en una danza de dimes y diretes. El luto envolvía el hogar de la niña, pero en Palacio Nacional, el festejo era inmoral. La aprobación en fast track, sin parlamentos abiertos ni consultas públicas, de la militarización de la Guardia Nacional fue causa de felicitaciones del presidente de México a todos los que votaron el proyecto legislativo a favor, eran el reconocimiento del golpe a la Constitución forjada con el conveniente argumento del “cambié de opinión”.
A esta danza, le entró el secretario de la Defensa Nacional, siempre de campaña en su característico uniforme que ya es una segunda piel que revela el estado en el que las fuerzas armadas están en este país, el de la constante guerra. Ahora, es el mundo al revés cuando las autoridades castrenses afirman que “habrá problemas” si los militares regresan a los cuarteles. El general-secretario de la Defensa Nacional así le justificó el 9 de septiembre en Zacatecas al afirmar que, ante el vacío legal, los elementos castrenses estaban fuera de la ley: “Al filo de la navaja, hacía acciones, cumplía órdenes y tenía como resultado estar en prisión. A la fecha tenemos mucho personal que está en prisión porque es esos momentos no teníamos el marco legal para actuar en el ámbito de la seguridad pública, no queremos volver a sufrir esta situación”.
Mientras en México, esto era motivo de echar las campanas a vuelo como si fuera fiesta de pueblo, en el ámbito internacional los organismos internacionales reconocieron su preocupación por la aprobación de la medida legislativa. ONU Derechos Humanos, a través de un comunicado, advierte que la militarización de las fuerzas armadas mexicanas provocó “un aumento de las denuncias de graves violaciones de los derechos humanos por las fuerzas de seguridad y las Fuerzas Armadas” que implica un retroceso para la seguridad pública basada en los derechos humanos.
Todo este desastroso escenario converge en el desmedido uso de la fuerza como pasó en Nuevo Laredo. Efectivamente, el discurso de la presidencia de la República es el mismo que el del pasado. A una fuerza como la de los cárteles, ahora se le responde con una fuerza de guerra aun cuando no quiera admitirse que estamos en guerra.
Reconocer a las fuerzas armadas debe tener congruencia. Los soldados y marinos deben estar en los cuarteles y no en las calles, pero se les ha dado demasiado poder. En reiteradas ocasiones, la Iglesia católica denunció que la Guardia Nacional es usada como fuerza de intimidación y represión contra migrantes; por otro lado, el obispo de Saltillo lo advertía al afirmar que la militarizar a la Guardia Nacional es como “interpretar que la sociedad se prepara para una guerra continua” y la Dimensión Episcopal de Pastoral de Movilidad Humana señaló su preocupación haciendo “un llamado para que el Senado de la República en su análisis, discusión y votación de las reformas, considere en absoluto, las consecuencias y repercusiones que en principio no fueron atendidas, pues la democracia no se construye con la mera observancia del proceso legislativo, sino que se encuentra sujeta al respeto y protección de los derechos humanos de todas las personas.»
No hay mayor lamento que las consabidas frases de dolor y duelo que ya suenan huecas de labios de las autoridades. Festejan un triunfo que se inauguró con el asesinato de una niña de cuatro años. Ahí estuvo el ejército, esa gran fuerza que ahora se usa como policía a través de la Guardia Nacional. Pasaron sobre el cadaver de una niña, ella se llamó Heidi Mariana….