Editorial CCM / A través de su análisis, el Observatorio laico de la Conferencia del Episcopado Mexicano ha advertido del secuestro de las instituciones democráticas y del progresivo desmantelamiento de los órganos autónomos en el régimen lopezobradorista.
En el documento “La ruta de una elección de Estado”, publicado esta semana, el Observatorio advierte que el presidente de México “ya domina” las presidencias del Instituto Nacional Electoral y del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación con la destitución forzada del magistrado Reyes Rodríguez Mondragón; esto implicaría el control de los procesos electorales que podría implicar que la balanza se incline a favor de quien pretende ser sucesora de AMLO, Claudia Sheinbaum. El control de estos órganos “ha puesto ya en manos del gobierno el control del Conteo Rápido, el Programa de Resultados Electorales Preliminares así como el Cómputo Final de los Resultados”. El documento hace una relatoría de los hechos en los que se trae a cuenta cómo, desde la presidencia, se ha dado este golpe a las instituciones con el objetivo de armar una ruta hacia la elección de estado.
En los tiempos del partido hegemónico, la dictadura perfecta de más de 70 años acaparó para sí el poder encauzando recursos hipermillonarios a las elecciones de estado. Convergían todos los intereses a su favor y la línea era directa desde Palacio Nacional. Aunque la balanza electoral fuera desequilibrada, el poder del presidente hacía equilibrar todas las cosas para la perpetuación del poder que se burlaba de la ciudadanía y el voto era, efectivamente, un remedo de participación.
En la historia de México, el espectro del fraude electoral era recurrente. Incluso, toda una terminología de delitos electorales se acuñó para definir al sistema de elecciones de México amparado bajo la vulgaridad y cinismo, la mentira y opacidad. El equilibrio entre poderes era pura simulación; las aplanadoras en el Poder Legislativo allanaban el camino al Ejecutivo y la República funcionaba en torno al partido en el poder, el de la revolución.
Ahora, el PRI defenestrado ha dado paso a un monstruo más horrible. En unos años, esa bestia devora todo a su paso encubierto de “transformación”. La captura de las instituciones ha sido trepidante y avasallante como bien lo analiza el Observatorio laico de la CEM. Bajo la manga de López Obrador, está la estrategia política de polarización de la sociedad envuelta en el celofán de la pretendida frescura con la falsa renovación de la presidencia de la República en manos de una candidata quien, de ser electa, será la suma del autoritarismo y, como afirma el documento comentado, se consumará el propósito donde “las instituciones nacionales deben ponerse al servicio de esta nueva revolución transformadora”.
Sin lugar a duda, la democracia que se presumía madura ahora es un envidiable fruto en riesgo y es demasiado valioso como para dejarlo en manos de políticos, especialmente en estos momentos donde hay una franca amenaza que podría vulnerar, por mucho tiempo, nuestras libertades, garantías y derechos, especialmente los de elegir libremente y sin fraudes a nuestros representantes.
En el PGP 2031-2033, los obispos de México señalan que “nuestra forma de gobierno ha ido avanzando lentamente. Una participación ciudadana cada vez más madura y organizada da señales de la toma conciencia de que los asuntos públicos son responsabilidad de todos” (PGP 2031-2033, No. 61).
Efectivamente, ante estas elecciones, todos debemos intervenir en una manifestación contundente que haga estremecer al poder. Recordarles que México ha padecido el autoritarismo y la mentira, la manipulación y el engaño. Y espetarles en la cara que el poder no es suyo sino de la ciudadanía que está dispuesta a gritar ¡Nunca más una elección de Estado!