El asesinato del padre Macelo Pérez Pérez este domingo 20 de octubre en el barrio Cuxtutali, después de celebrar la misa, nos deja ver la tremenda realidad que vive el pueblo chiapaneco.
Crimen organizado, paramilitares, pobreza, discriminación y marginación, son algunos de los graves problemas que por años aquejan a un Estado en el que por décadas no hay gobernabilidad.
Presidentes vienen y van, gobernadores vienen y van, y Chiapas se sigue desangrando. El asesinato del padre Marcelo Pérez, gran defensor de los derechos indígenas es, por desgracia, el anuncio de la continuación de una historia cuyos caminos están bañados en sangre. Es el primer asesinato artero de un sacerdote en el recién inaugurado sexenio de Sheinbaum.
En la administración de Andrés Manuel López Obrador, diez sacerdotes fueron asesinados, otros diez, fueron violentados. Siete obispos fueron hostigados, asaltados, incluso uno de ellos, a punto de ser asesinado.
No podemos ser indiferentes ante un hecho tan lamentable como lo ocurrido en Chiapas, no asesinaron sólo a un luchador por los derechos humanos, asesinaron a un pastor, a un padre, a un portador de gracia y bendición para esas tierras tan golpeadas por el crimen y la violencia.
Poco vale pedir justicia cuando muchas autoridades son indiferentes a estos hechos o, por desgracia, estas mismas autoridades están coludidas con la máquina de muerte y destrucción.
No puede haber paz en Chiapas y en México, sino hay justicia.
En México, seguirán muriendo hombres y mujeres quienes, como el padre Marcelo, empeñaron su vida por el bien de sus hermanos. Es duro decirlo y quizas nos critiquen por ello, posiblemente en la mañanera presidencial minimicen estos hechos alegando que en México no pasa nada o que ya «envíamos condolencias » o «ya la fiscalía está investigando», puros clichés y palabras, pero la sangre de gente como el padre Marcelo ya salpica el este sexenio del «segundo piso» de la infortunada transformación.
Deseamos, en verdad que este asesinato sea el último, aunque la dolorosa situación del país, nos abofetea en el rostro…
Descanse en paz, padre Marcelo Pérez.