La muerte de Hipólito Mora en Tierra Caliente, Michoacán, es un eslabón más en la interminable cadena de violencia en esa región. Se extiende por décadas, familias desplazadas, inestabilidad en la región, daños a la economía, los muertos y más muertos, una tierra devastada por antagonismos y mucha corrupción.
Se han escrito ríos de tinta del desaparecido fundador de las autodefensas michoacanas, su labor y actividades y cómo su papel llegó al punto de ser incómodo. Incluso clérigos como el famoso padre Goyo señalan como responsables al gobierno del Estado por estar detrás del asesinato. Polémico, Mora enfrentó a los grupos que impedían sus actividades como agricultor. Su pasado tuvo se relacionó con acusaciones del gobierno de Estados Unidos por posesión de drogas lo que le valió la extradición a México.
El asesinato de Mora recuerda la interminable pasión de esa región de Michoacán constantemente denunciada por los obispos de la zona. Recordemos al difunto obispo Miguel Patiño. En 2013, la carta Hagamos de Michoacán un estado de derecho fue el documento que puso al obispo en los reflectores públicos al exhibir la franca descomposición y poner a Michoacán al nivel de estado fallido al apuntar contra los autores de la descomposición: Los grupos criminales Familia Michoacana, Zetas, Nueva Generación y Caballeros Templarios, principalmente, se lo disputan como si fuera un botín. La Costa para la entrada de la droga y los insumos para la producción de las drogas sintéticas, la Sierra Madre del Sur y la zona aguacatera para el cultivo de mariguana y amapola, el establecimiento de laboratorios para la producción de drogas sintéticas y refugio de los grupos criminales. Las ciudades más importantes y todo el Estado para el trasiego y comercio de la droga, “venta de seguridad” (cuotas), secuestros, robos y toda clase de extorsión. Esa carta pasó a la historia de los anales de la Iglesia en México por su grado de atrevimiento hecho por un eclesiástico.
Su sucesor, el obispo Cristóbal Ascencio García, tampoco dejó de denunciar esta situación atroz. Él mismo ha sufrido los retenes ilegales y es testigo de la violencia que, incluso en abril de 2021, Llevó al nuncio Franco Coppola a una peregrinación por la paz y la reconciliación.
Cristóbal Ascencio publicó una importante Carta Pastoral el 14 de mayo de 2020. En plena pandemia, el obispo denunció esa maquinaria de muerte cuando el pueblo “está en medio de la inseguridad y no hay nadie a quien se pueda acudir… no hay la confianza en las autoridades por más que se les insista”. Los hechos tan lamentables en esa parte del país ocurren y los responsables de poner orden, sólo aparecen al final, cuando todo ha pasado y la destrucción está hecha…”
La semana pasada, el obispo, a través de su mensaje dominical por el XII domingo del tiempo ordinario 25 de junio, afirmó: “Hermanos vivimos tiempos de incertidumbre, de zozobra, a nivel social. La inseguridad y la violencia, no vemos por dónde se pueda apaciguar…”, De manera inimaginable, las palabras eran un anuncio fatídico. Es la “maquina asesina” imparable que desata una violencia salvaje que desembocó en la muerte de Hipólito Mora.