Editorial Centro Católico Multimedial. «La boda de Catedral»

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Editorial CCM / La tremenda polémica de un funcionario cercano a la actual secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales del gobierno de México, de haber usado sitios y monumentos públicos para celebraciones particulares abusando de su encargo cuando era encargado de Despacho de la Secretaría de Relaciones Exteriores, ha suscitado una desmedida defensa de la entonces canciller para deslindarla de cualquier relación y, por el contrario, ponerla como blanco de la traición de la confianza cuando se le ocultó una acaramelada y ensoñada boda puesta bajo el velo de ser un evento diplomático.

Aunque el corrupto funcionario ya cayó de su pedestal de privilegios, la polémica no puede quedar simplemente en el “usted disculpe”. A nivel de autoridades, las cosas han tenido parciales consecuencias; sin embargo, a nivel religioso, todavía hay mucho que deslindar y, sobre todo, apuntar a ciertos responsables que permitieron una supuesta “acción de gracias” en Catedral metropolitana de la arquidiócesis de México.

Acostumbrados a la opacidad, en el régimen arquidiocesano no se ha aclarado por qué, previo al evento del escándalo civil, hubo una ceremonia en la que los felices cónyuges -una pareja de homosexuales- parecen recibir el beneplácito divino. Evidentemente, esta ceremonia fue eclipsada por el escándalo mayúsculo del Museo Nacional de Arte tomado como terraza de baile, pero comienza una particular efervescencia e indignación por una “supuesta boda” de homosexuales en la sede del arzobispo de México.

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Primero, el escándalo de los líderes católicos masones y ahora las “bendiciones homosexuales”. La pregunta es ¿Quién permite tales situaciones? En referencia a lo segundo, remontémonos unos días al reciente cambio del cabildo metropolitano. Con un nuevo dean y nuevos canónigos, la plaza fue entregada, literalmente, a oscuros personajes ligados al arzobispo de México que han hecho de las suyas a través del tráfico de influencias y negocios. Uno de ellos, un canónigo instituido apenas el 15 de agosto. De oscura y oportunista trayectoria eclesiástica, ha presumido siempre de influyentismo y altas relaciones con funcionarios e, incluso, en su momento, se le creó, exprofeso, un cargo especial como responsable de las “relaciones interinstitucionales” arquidiocesanas.

La desafortunada trama apunto a eso. La catedral de México, botín de personajes siniestros que, ahora, pretenden ofrecer amistad y “fe” para complacer a un régimen tachado de corrupto. Pero la cosa no para ahí. “Haiga sido como haiga sido” diría el clásico de la política, es también cómplice de esa corrupción. Abrir la catedral a esta clase de ceremonias no puede ser disfrazado con la pueril excusa de que “la Iglesia abre los brazos a todos”. Quien quiera decir eso, y seguramente lo harán a través de los ridículos comunicados de los medios edulcorados del arzobispado, quiere ver a los demás como una partida de tontos que se tragan tales argumentos.

No es así. En juego está una deposición muy clara que quiere meter al diablo a la sacristía del cura. Y el diablo se vale de demonios, en este caso hay personeros con nombres y apellidos, usando sotana con filos y bonete de borla morada. Esos quieren hacer de la Iglesia particular un negocio para someterla al estilo de la 4T. Y ¿por qué no? En nombre de la inclusión ofrecer “bodas disfrazadas de bendición” poniendo por delante el canasto donde caiga una conveniente limosna que tendrá un destino y que no es, precisamente, beneficiar a los pobres y necesitados que viven en las inmediaciones de la catedral del arzobispado de México.

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