Editorial Centro Católico Multimedial: «El Sínodo de la sinodalidad»

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Editorial CCM / Durante este octubre, se realiza en Roma el llamado “Sínodo de la sinodalidad”. En esa reunión participan algunos mexicanos, entre ellos, la presidenta delegada del Consejo, la religiosa María de los Dolors Palencia, el obispo de Tapachula, Jaime Calderón Calderón, los obispos Gerardo Díaz Vázquez de Tacámbaro; Óscar Efraín Támez Villarreal de Ciudad Victoria; Faustino Armendáriz Jiménez, arzobispo de Durango y Adolfo Miguel Castaño Fonseca de Azcapotzalco, así como el arzobispo Carlos Aguiar y el nuncio apostólico en México, Joseph Spiteri.

Aunque el concepto de sinodalidad es aún poco comprendido ciñéndose exclusivamente al significado de “caminar juntos”, para el grueso de la población católica en México, el concepto es ajeno, desconocido y, en muchas ocasiones, ignorado. No hay un involucramiento a los llamados procesos sinodales reservándose a los privilegiados grupos parroquiales y organizaciones cuya dirección están en manos de líderes que se resisten al cambio para perpetuarse en sus reducidos y limitados cotos de poder eclesial al servicio de los eclesiásticos. En México, ese llamado Sínodo de la sinodalidad marcha ajeno a la realidad de la Iglesia en este país.

Se dice que es un proceso para “escuchar la voz del pueblo de Dios” y actualizar el caminar de la Iglesia en temas que son urgentes. No obstante, según ha dicho el Papa, no se trata de un parlamento para la toma de decisiones, tampoco de la “democratización” de la Iglesia sino de escuchar las voces de los excluidos y marginados.

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¿En qué redundará este Sínodo? ¿Habrá un mejor catolicismo revitalizado por el Evangelio? Entre los objetivos están el diálogo, la escucha y el discernimiento “que nos llevan a la novedad”. Esto podría ser un eufemismo. En distintas ocasiones, los pontífices del siglo han dicho que la novedad radica en Dios mismo su Espíritu que “es el mismo que mueve hoy a la Iglesia hacia un renovado anuncio de esperanza a los hombres de nuestro tiempo”, dijo Benedicto XVI en 2011.

¿Qué descubrir de novedoso? Es cierto, en muchos aspectos la Iglesia podría estar en una cómoda actitud respaldada por esta pretensión de tener la Verdad que provocaría una inmovilismo y verticalismo; por el otro lado, la confusión de las “ideas novedosas” podría deponer lo realmente importante a cambio de baratijas o espejitos de colores en un relumbrón que eclipse la fe y la esperanza por complacer las actitudes e ideologías del mundo.

Desde los inicios del cristianismo, las reuniones apostólicas y de los padres de la Iglesia hicieron posible la marcha de la Iglesia a pesar de los embates del mundo. En algún momento, se jugó la misma existencia del cristianismo. Hoy, el Sínodo de la sinodalidad convocado por el Papa Francisco llama a “superar el virus de la autosuficiencia y del clericalismo”; no obstante, la Iglesia camina valiéndose de la misma suficiencia bien entendida y que se encuentra en el tesoro de la revelación, el patrimonio de la tradición y la dirección de la doctrina y del magisterio. Eso ha hecho que sea católica yendo contracorriente de las modas que han puesto a otras comunidades como clubes de fe, refugio de sentimentalismos religiosos y asambleas de decisiones a gusto de las mayorías. Ese es el propósito de Instrumentum Laboris, un camino para conversar con el Espíritu, tercera persona de la Trinidad, y no para consensuar con el padre de la mentira, el espíritu inmundo que induce a la Babel de la confusión y la polarización.

 

 

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