Editorial Centro Católico Multimedial. «Semana horribilis»

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Editorial CCM / Una semana atrás, mientras la Iglesia católica de México iniciaba el Domingo Mundial de las Misiones, un sacerdote defensor de los derechos humanos, pastor y guía, caía víctima de la violencia y el odio. Marcelo Pérez Pérez murió convencido de su trabajo y bien que hacía a todos, a pesar de que ese bien fue retribuido con el mal.

Pero nadie imaginaba tampoco que ese fatídico hecho era anuncio de hechos inéditos, desestabilizadores, decadentes y reprobables que ya ponen a México como una “República” del narcoterror, aunque el término no guste a la presidenta de México y las autoridades de seguridad pública digan que el terrorismo es otra cosa que sólo tiene tintes ideológicos, religiosos, etcétera…”

Diversas localidades de Guanajuato fueron estremecidas al más puro estilo del narcoterrorismo colombiano cuando coches-bomba en Acámbaro y Jerécuaro estallaron como un anuncio o premonición de lo que viene y donde sólo el gobierno atina a dar mensajes erróneos en una perorata interminable de demagogia y populismo, con cortinas de humo, donde lo que parece preocupar y enfocar sus fuerzas y recursos es en el desmantelamiento progresivo del Poder Judicial con la publicación de una pírrica convocatoria para registro de candidaturas de jueces y magistrados que, a decir de los especialistas, sólo es una puerta ancha para la instalación de la corrupción y el crimen al seno de las instituciones de justicia.

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Eso no es todo, casi desapercibido, sin más que una acongojada noticia -porque parece que ya hemos perdido todo sentido de indignación y asombro que sólo se cubre con acomedidos “minutos de silencio” en las Cámaras del Poder Legislativo- fue el hallazgo del cadáver de la niña chiapaneca de doce años quien, tras desaparecer, fue encontrada sin vida con evidentes signos de violencia.

Y si hay que sumar más, no cesan las acciones de violencia que mantienen a Sinaloa al nivel de estado fallido. Miles han tenido que recomponer sus vidas para llevarlas al ritmo de los hacedores de la violencia, para sobrevivir y perdurar, conservar su patrimonio y hacer posible sus actividades y empleos en relativa calma mientras las autoridades parecen inútiles, desvanecidas y superadas, de las cuales se cuelga un gobernador señalado de colusión con las organizaciones criminales, mientras su movimiento político se une al corifeo de la corrupción al gritarle su respaldo: “No estás solo”.

Así las cosas, México sigue descendiendo y parece que no ha tocado el fondo de la transformación. El soberbio “segundo piso” parece ser detonado desde sus cimientos y ya comenzamos a ver, desde las “mañaneras” del pueblo, las perfectas distracciones y diatribas, a la manera del expresidente López Obrador, cuando se califica a adversarios políticos y se amedrenta y amenaza a los opositores.

Como afirmaron los obispos de México en su más reciente mensaje acerca de la controversia sobre el Poder Judicial y la llamada “Supremacía constitucional”: La falta de diálogo y acuerdo entre los diversos poderes del Estado respecto a las disposiciones judiciales puede generar consecuencias graves para la convivencia social y el orden institucional, comprometiendo la confianza en nuestro país y amenazando la estabilidad del Estado de Derecho.

Profética sentencia que, de seguir esta descomposición, se irá acentuando una destrucción que tardará años en repararse, pero, sobre todo, está provocando un reguero de sangre que pronto podría tener consecuencias más graves. Estos últimos días fueron los del tiempo horrible, la semana horribilis que anuncia que este ambiente político y social nos podría hundir aún más. Dios nos ampare.

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