Editorial ACN / Esta semana, el obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas, Felipe Arizmendi Esquivel, dedicó su mensaje semanal a una reflexión que podría ser evidente, sin embargo, necesario en medio de una sociedad cada vez más paradójica, alejada de Dios, pero ansiosa de lo trascedente según el cristal con que se mire la realidad.
Al recordar el aniversario del hecho cuando una comunidad del Estado de México se enfrentó a un grupo del crimen organizado, el emérito recordó la supuesta identidad católica de los líderes del crimen además de políticos que, nominalmente, dicen creer en Cristo y asistir a la Iglesia, pero obedecen a otros intereses, enfocados principalmente al poder y al dinero.
De igual forma, el prelado quiere aterrizar su reflexión en la población en general que obedecen tradiciones, pero no siguen realmente el evangelio contrario a lo que, según afirma, son más numerosos quienes son auténticamente católicos, educan a sus hijos conforme a la fe, hacen de la misa un alimento espiritual, no un precepto dominical, comparten sus bienes y, en suma, llevan una vida de testimonio auténticamente cristiano.
Por otro lado, a través de un portal español de información religiosa, una reflexión titulada La soledad de los padres católicos: un desierto sin pastores traza una dura reflexión “ad intra” de lo que la Iglesia ha depuesto en nombre de la inclusión, lo políticamente correcto y las ideologías que están corroyendo a la identidad cristiana de la cultura occidental. Y hace un severo cuestionamiento a esas “estructuras” eclesiásticas que han fallado en proporcionar, particularmente a los padres, de las herramientas necesarias para formar a los hijos. En una parte, afirma: La educación en valores eternos cede ante eslóganes progresistas, y los padres, atónitos, se preguntan si acaso se han equivocado de colegio o, peor aún, de Iglesia.
En México, no es raro escuchar de padres católicos cuestionar con legítima intención la dirección de colegios católicos y qué valores se les están proporcionando a los alumnos. Con eslóganes religiosos, existen sistemas educativos, supuestamente inclinados a ciertos carismas y valores religiosos, pero que, en la realidad y desafortunadamente, se han convertido en una franquicia económica o ser nidos de ideologías nefastas donde crecen niños y niñas con vicios no sólo conductuales, también en sus convicciones.
Los padres se han deshecho de sus responsabilidades y, creyendo que han puesto a sus hijos en el mejor de los centros educativos, son defraudados al constatar que lo que se les ha proporcionado es igual o peor a lo que se imparte en una escuela laica ordinaria manejada por el Estado.
El obispo emérito de San Cristóbal tiene razón al decir que “son más” quienes quieren dar testimonio de fe y del evangelio, pero, en muchas ocasiones, las estructuras identificadas con la Iglesia no ayudan o, peor aún, han traicionado al Evangelio y la tradición para inclinarse ante el dinero o libar tributo a lo “políticamente correcto”.
El Papa Benedicto XVI afirmó que la misión de la Iglesia debe estar centrada en la Verdad y abierta a las preocupaciones del mundo, no acomodada al mundo. En México, la reflexión es obligada especialmente en este tiempo de adviento al meternos a la esencia del cristianismo y su impacto en nuestra historia. Y las consecuencias son evidentes. Veamos a nuestro alrededor y preguntemos con sinceridad: ¿Tiene sentido ser católico? Y es una pregunta que está íntimamente ligada a este domingo de adviento cuando muchos le preguntaron al Bautista: Nosotros ¿Qué debemos hacer?