Editorial Centro Católico Multimedial / Fueron trece días de angustiosa búsqueda que albergó un rayo de esperanza la cual, sin embargo, terminaron en una tragedia. Debanhi Susana acabó su existencia segada por el desprecio a la vida. Nadie sabe quiénes fueron responsables ni por qué se dieron esos hechos que llevaron a la última foto de una joven buscando ayuda en la soledad de una autopista. Esa imagen ahora es un ícono que refleja cómo las mujeres y jóvenes de este país son víctimas de odio, del desprecio y, sobre todo, del egoísmo criminal que está cobijado por la impunidad y la corrupción de la que nadie sabe y todos se lavan las manos.
Al país de los feminicidios, llegaron reacciones de diversa índole. La Comisión Interamericana de los Derechos Humanos lamentó la muerte de la joven cuyo cuerpo fue hallado en el fondo de una cisterna. Igualmente, desde la Iglesia católica, el responsable de la Dimensión de la Familia de la Conferencia del Episcopado Mexicano, el obispo auxiliar de Monterrey, Alfonso G. Miranda Guardiola, expresó su exigencia de justicia por el fallecimiento de #DebanhiEscobar y por las mujeres desaparecidas y víctimas de violencia. La impunidad que fractura y lastima la sociedad no debe seguir. Dios dé consuelo y fuerza a su familia y a los que comparten el mismo dolor.
Pero el caso no es aislado. Menos mediáticos, pero igual de preocupantes fueron las de otras niñas, adolescentes y mujeres halladas sin vida. Según las autoridades del Estado de Nuevo León, mientras se invertían esfuerzos para hallar a Debanhi, fueron encontradas siete mujeres, todas con reporte de desaparecidas: Alexa Elizabeth Ramírez, Danna Ihtalivi Barbosa, Grisela Marcelino Ruiz, Liliana Pérez, Maté García, Patricia Coronado y Jaqueline del Río.
Especialistas y observadores coinciden en afirmar que el alza en las desapariciones y feminicidios tienen claves concretas: trata de personas y abuso. Y cada vez, eso se perpetra contra niñas menores de edad. Según Unidades de Prevención de la Violencia y el Delito de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, seis niñas y mujeres desaparecen diariamente en México en lo que va del 2022. Se afirma que la cifra podría ser mayor. En 2021, 14 niñas, niños y adolescentes desaparecieron diariamente y en ese año se dieron 277 casos de muertes violentas, 111 fueron clasificados como feminicidios y 166 como homicidios dolosos.
Desde el inicio del sexenio de Andrés Manuel López Obrador y hasta 2021, 19,445 niñas, niños y adolescentes han sido reportados como desaparecidos, de los cuales 5,102 siguen sin ser localizados.
Esta danza de cifras muestra el horror que aun no se dimensiona en toda su crudeza y crueldad. Debanhi Escobar es otra víctima que, pronto, podría pasar de las luces al olvido porque así es de voluble y caprichosa la información que nos indigna, pero nos deja con corta memoria.
En 2020, la Iglesia católica condenó el asesinato de Ingrid Escamilla de 25 años, de Fátima Cecilia, de siete años y de una bebé Karol y de Mayte Viridiana Aguilar. Esa ola de asesinatos, para el Episcopado mexicano, era una urgencia nacional que debía atenderse de inmediato.
En el mensaje “Educar para la paz, urgencia nacional” de febrero de 2020, la CEM condenó la brutalidad de los asesinatos y levantaron la voz para “dar palabra al dolor y a todos los afectados por él, pues el dolor que no habla gime en el corazón hasta que lo rompe, y deseamos ubicarnos desde la fe para que ofrezcamos presencia en palabras, diálogo y encuentro para abrirnos a la compasión. El grito de dolor de las víctimas de las violencias clama al cielo por justicia. Los cristianos no podemos permanecer indiferentes. Nos urge el celo profético de Jesús de Nazaret”…
Hoy el asesinato de Debanhi y otras niñas nos vuelve a indignar ante la indiferencia del poder que polariza el odio y azuza la violencia.
Pues muchas voces de protesta, pero ninguna convocatoria al rezo del Santo Rosario, por la paz en el país, no se invita a la feligresía a rezar la oración a San Miguel Arcángel al final de las misas, tampoco se hacen rogativas ni se sale en procesión con el Santísimo Sacramento, los obispos se comportan como políticos y no como pastores del rebaño. La ola de violencia que sufre México, está directamente relacionada al narco y al culto diabólico de la muerte, con una escultura horrenda que se encuentra por todas las ciudades.