Editorial Centro Católico Multimedial.- La rápida expansión de la variante ómicron del covid-19, ha puesto de nuevo a diversos países en una situación difícil y polémica: ¿Hasta dónde prohibir y coartar de nuevo las libertades para impedir la propagación?
Restricción de viajes, cierre de actividades no esenciales, prohibición de reuniones masivas; en otros lugares, exigir un pasaporte de vacunación covid-19 ha representado un dilema por la vulneración de derechos, discriminación potencial además de limitar de libertad de tránsito viéndose como un privilegio para quienes tienen facilidad de ser vacunados frente a las personas de países pobres donde no hay biológicos accesibles. Al final, la pandemia acentuó la brecha de desigualdades agudizadas por la pobreza.
Es difícil tener un diagnóstico o panorama definitivo ante el covid-19. Sus variantes aparecen de la noche a la mañana y, lo que parecía haberse entendido del coronavirus, cambia presentando más preguntas que respuestas. El director de la Organización Mundial de la Salud mencionó que ómicron causa un “tsunami” a nivel global y “los hospitales están saturados y faltos de personal, lo que se traduce además en muertes evitables no sólo por COVID-19 sino por otras enfermedades y lesiones en las que los pacientes no pueden recibir la atención oportuna” y ha confirmado que las vacunas de “primera generación no detienen todas las infecciones y transmisiones, pero aún son muy eficaces para reducir las hospitalizaciones y las muertes por este virus”.
En México, como sucedió en los días previos a la pandemia en 2020, las cosas no parecen tomarse con la debida dimensión. Prácticamente, el semáforo epidemiológico es puro adorno de colores. Hace unas semanas, la variante ómicron se contaba en tan sólo unas personas; hoy son miles los diagnosticados pegando especialmente a quienes están en edad productiva; sin embargo, apenas el semáforo se ha movido en algunos estados mientras que, en la capital del país, la rápida transmisión del virus fue tomada a la ligera, restándole importancia por no haber incremento alguno en las hospitalizaciones ni elevada mortandad.
Apenas unos días atrás, las autoridades del Gobierno de la Ciudad de México descartaban la presencia del contagioso virus en su variante ómicron; posteriormente, aceptaron su expansión con argumentos que contradicen a la OMS: No debe preocupar ni tampoco decir que es grave descartando el cierre de actividades. Los niños en edad escolar, un grupo excluido de las vacunas regresa a las aulas atendiendo indicaciones generales como son el distanciamiento, vigilancia de síntomas además de las consabidas como el cubrebocas y el uso del gel antibacterial.
Pero estas malas señales han sido aceptadas por la población desestimando así la gravedad de la pandemia. Eventos masivos, convivencias irresponsables y derroche de egoísmo, fueron características de las fiestas de navidad y año nuevo. Ahora, México suma récords de contagios y ya nos parece ajeno el número de decesos que el covid-19 ha cobrado: más de 300 mil muertos.
México se ha acostumbrado a dos pandemias: la de la violencia y al covid-19. Efectivamente, la ciudadanía que parece haber bajado la guardia y grave irresponsabilidad, la de aquéllos en el gobierno dando mala señales diciendo que el covid-19 es tratable sólo con ungüentos, tecitos y suficiente paracetamol como si se tratara de un catarro vulgar.
Entérense: la omicrón es más contagiosa…pero muy suave. ¿Qué quieren? ¿Que la humanidad no vuelva a tener gripes y resfriados?