En el evento conmemorativo del Bicentenario de la Independencia realizado la noche del lunes 27 de septiembre en el Zócalo de Ciudad de México, el enviado del Papa Francisco y vicedecano del Colegio Cardenalicio, cardenal Leonardo Sandri, fue de los oradores extranjeros quienes atestiguaron la representación de la historia del México prehispánico, virreinal e independiente.
Antecediendo al mensaje videograbado del presidente de los Estados Unidos, el cardenal Sandri pronunció un destacado discurso ante el presidente López Obrador, funcionarios, diplomáticos y pueblo, en el que exhortó a los mexicanos a construir la nación que no esté atada a visiones históricas reduccionistas. Reiterando la seguridad del cariño del Papa, el cardenal argentino recordó el significado de la libertad como signo de dignidad cuyas características esenciales distinguen al ser humano en cuanto a persona además de ser atributo de las comunidades para afirmar su identidad y compartirla con los demás.
Al citar la encíclica Fratelli Tutti, el cardenal Sandri reafirmó que esos caminos de libertad conducen al encuentro fraterno del prójimo para hacer posible una nueva humanidad que, con motivo de la conmemoración de la independencia de México, vayan al encuentro del humillado, de otra forma “las luchas por la libertad se vuelven ideología o confort burgués”.
En el proceso independentista de México, un pueblo “mestizo y vivo que porta valores”, se ha manifestado igualmente el designio divino con la predilección de Santa María de Guadalupe y de los signos de su presencia en esta lucha por ser libres: “Aparece la figura del sacerdote Miguel Hidalgo y Costilla que presentó a la Virgen de Guadalupe como protectora de una nación mestiza y la convirtió en forjadora de un país independiente. Esto mismo se encontrará en el ideario de José María Morelos y Pavón y en el cambio de nombre del primer presidente, Guadalupe Victoria”.
El cardenal Sandri trajo a la memoria a León XII quien alabó al primer presidente de México, además del Papa Gregorio XVI quien reconoció a la joven nación independiente y afirmó que gracias a san Juan Pablo II, México estableció relaciones diplomáticas con la Santa Sede para ser “punto de llegada de una larga y antigua relación y, al mismo tiempo, esperanza de un futuro fructífero de colaboración”.
El purpurado reconoció la riqueza de la historia de México y advirtió que la consumación de la independencia no es el punto final: “la historia nos enseña que esto nunca es así. El pueblo mexicano, a través de muchas otras luchas, ha manifestado con valentía sus profundos anhelos de libertad plena. Por eso la historia de México es apasionante, posee luces y sombras…” por lo que se debe amar su historia y aun las mismas tensiones para que el pueblo mexicano pueda superar cualquier
“visión reductiva ideológica o parcial que motive, directa o indirectamente, el antagonismo de unos contra otros; este tipo de visiones dividen y crean enemistad, sólo respirando aire limpio será posible andar y emprender el nuevo viaje que existe, la independencia, un viaje que debe trascender el encono, la lógica del conflicto y de la polarización. Todos necesitamos una forma de vida más alta basada en la fraternidad que nos permita construir el auténtico bien común”.
Concluyó su discurso invocando el nombre de Santa María de Guadalupe para que, a la manera de los insurgentes e independentistas, el pueblo pueda, en la actualidad hacer de México “un hogar fraterno, en esa Casita Sagrada que Ella misma ha llamado a construir”.
Aquí, el discurso integro del vicedecano del colegio cardenalicio, cardenal Leonardo Sandrí en la conmemoración del Bicentenario de la Independencia de México:
Señor presidente de la República y distinguida esposa, autoridades civiles y militares, representantes de los países amigos de México, mexicanas y mexicanos,
Me alegra y me honra estar aquí en representación del Santo Padre para ratificar el profundo cariño del Papa Francisco al pueblo mexicano en esta conmemoración del segundo centenario de la consumación de su independencia.
Esta celebración nos recuerda que cada persona y cada comunidad merecen ser reconocidas como protagonistas de su propio destino. Tras un proceso complejo a comienzos del siglo XIX, México también logró mostrar que podía caminar por sí mismo y autodeterminarse. Por ello, celebrar la independencia es afirmar la libertad como signo de la dignidad de cada ser humano, pero la libertad es una permanente consigna. Cada generación está invitada a reconquistarla y a volver a proclamar con valentía su independencia.
La libertad es una de las características esenciales que distinguen al ser humano en cuanto a persona. La libertad también es atributo de las comunidades que pueden y deben afirmar su identidad y compartirla con los demás. Finalmente, la libertad se traduce en soberanía de un Estado independiente que aprende, poco a poco, a caminar por sí mismo desde la conciencia de que el Estado está al servicio del pueblo que representa, no viceversa.
De aquí que la libertad, más que ser la afirmación de una dimensión individual, es el espacio en que las personas tienden a alcanzar el bien, no de unos cuantos, sino de todos poniendo su libertad al servicio del bien común. En la encíclica Fratelli Tutti, el Papa Francisco insiste que es en el encuentro fraterno con nuestro prójimo, en especial con aquel que está herido y humillado, que una nueva humanidad puede surgir. De otro modo, las luchas por la libertad se vuelven ideología o confort burgués.
México, antes que un estado, es un pueblo mayoritariamente mestizo, es un pueblo vivo que porta unos valores, un lenguaje y un sentido último de la vida que le han permitido y le permitirán ir forjando sus instituciones y corrigiendo eventualmente sus errores, un pueblo que cuida sus raíces, integrándolas en una nueva síntesis.
Al mirar el proceso de independencia, aparece la figura del sacerdote Miguel Hidalgo y Costilla que presentó a la Virgen de Guadalupe como protectora de una nación mestiza y la convirtió en forjadora de un país independiente. Esto mismo se encontrará en el ideario de José María Morelos y Pavón y en el cambio de nombre del primer presidente, Guadalupe Victoria. Las circunstancias sociales y políticas, mezcladas con la profunda fe del pueblo, propiciaron las condiciones para el levantamiento popular. De este modo, la lucha por la justicia en contra de los privilegios, el anhelo de libertad y la defensa de la religión se volvieron una parte esencial de las motivaciones del padre Miguel Hidalgo.
Luego de varios años de luchas se proclamó el Plan de Iguala en base a las Tres Garantías: Independencia Unión y Religión. Así fue como el Ejército Trigarante, el 27 de septiembre de1821, entró en la Ciudad de México. Un día después se firmaría el Acta de Independencia. En 1824, el Papa León XII alabó al primer presidente Guadalupe Victoria y al pueblo mexicano por su fe y su cercanía a la Sede Apostólica.
Finalmente, ya de manera formal, el Papa Gregorio XVI reconoció la independencia de México, el 28 de febrero de 1831 y San Juan Pablo II, enamorado de México, estableció las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y México, punto de llegada de una larga y antigua relación y, al mismo tiempo, esperanza de un futuro fructífero de colaboración.
Es fácil pensar que la consumación de la independencia es el último paso en esta búsqueda de libertad; sin embargo, la historia nos enseña que esto nunca es así. El pueblo mexicano, a través de muchas otras luchas, ha manifestado con valentía sus profundos anhelos de libertad plena. Por eso la historia de México es apasionante, posee luces y sombras, pero las luces son muchas más que las sombras como el Papa Francisco le escribió, señor presidente.
Por eso, amar al pueblo de México es, en buena medida, amar su historia y con ello sus tensiones, sus tropiezos y los momentos en los que el pueblo resurge reconciliado. También hoy, el pueblo mexicano tiene necesidad de superar cualquier visión reductiva ideológica o parcial que motive, directa o indirectamente, el antagonismo de unos contra otros; este tipo de visiones dividen y crean enemistad, sólo respirando aire limpio será posible andar y emprender el nuevo viaje que existe, la independencia, un viaje que debe trascender el encono, la lógica del conflicto y de la polarización. Todos necesitamos una forma de vida más alta basada en la fraternidad que nos permita construir el auténtico bien común.
La Virgen de Guadalupe, que motivó a los líderes del movimiento independentista a luchar sin descanso por una libertad que parecía no llegar nunca, quiera concedernos transformar nuestros corazones nuestras familias y a la nación mexicana en un hogar fraterno, en esa Casita Sagrada que Ella misma ha llamado a construir. Muchas gracias y ¡Viva México!
Y de la persecución religiosa en Méjico, nadie se acuerda? Los herederos de esos gobernantes….no piden perdón?