En un alud de cambios parroquiales, mismos que no han dejado contentos a muchos presbíteros de la arquidócesis, el arzobispo primado de México, Carlos Aguiar, mete mano a los estatutos del cabildo metropolitano en una movida que pretende intervenir a ese grupo colegiado que es acompañado por el vicario general, el obispo auxiliar Salvador González Morales.
La designación de nuevos canónigos, en los cabildos de Guadalupe y catedral, pretende seguir el proceso instaurado por el Papa Francisco para que los miembros no tengan un carácter vitalicio y sí, sólo un tiempo específico del encargo.
Distribuido el 24 de agosto, el Decreto por el que se reforman de manera parcial y provisional los Estatutos del Cabildo Metropolitano de la Arquidiócesis Primada de México busca una nueva forma en la designación del Dean, es decir, el canónigo responsable de la vida del cabildo y de la pastoral, rector además de la administración y relaciones civiles de la sede catedralicia que Aguiar Retes abandonó para hacer de la Basílica de Guadalupe, el lugar ordinario de sus celebraciones dominicales.
De acuerdo con el documento, Aguiar pretende renovar las estructuras en la catedral “siempre con la finalidad de servir mejor a los fieles y de buscar la salvación de las almas”, por eso, ahora el propósito es la designación de una terna propuesta por el cabildo para que, por dedazo, el arzobispo “facilite” la designación de quien encabece el cabildo: “Para que su servidor elija al presbítero que realizará este servicio”, dice el documentos concediendo además que los canónigos “manifestaron que estarían de acuerdo en que el oficio fuera por tres años y que se pudiera renovar, ellos mencionaban que por dos ocasiones más al primer período”.
Dados los nombramientos recientes, Aguiar Retes plantea que la reforma haga énfasis en la elección de entre tres candidatos y la duración en el encargo por tres años, pero el nombramiento puede renovarse por un período más.
La tradición de los cabildos metropolitanos ha tenido especial relevancia en la vida de la sede arzobispal por ser de los principales organismos eclesiásticos en la historia de una iglesia particular.
Independientemente de la pertenencia, sea al cabildo de Guadalupe o al de catedral, hay nombres que han marcado la historia. Por ejemplo, en años recientes, figuran eclesiásticos del talante de José María Garibay Kintana en Guadalupe, o de grandes humanistas contemporáneos como Gustavo Couttolenc Cortés, Alfonso Castro Pallares o Héctor Rogel Hernández, todos desaparecidos.
Pero el cabildo metropolitano de México palidece a la luz de esas glorias. Tal vez resultado de los tiempos o bien, porque desde la cabeza, todo desparrama y eso ha hecho Aguiar, una arquidiócesis paupérrima de pensamiento y vapuleada por la descristianización de la capital del país.
Sin duda, la reforma de los estatutos de catedral es un motivo más para examinar qué es lo que Aguiar quiere en ese colegio que no ha sido precisamente dócil a sus propuestas. Con la remoción del actual dean, Ricardo Valenzuela Pérez, se demuestra que busca una intervención absoluta. El cabildo reconoce en Valenzuela las importantes obras de restauración que, de no haberse dado, hubieran llevado al recinto al deterioro irreversible. En el pasado, uno de ellos lo denunció en un célebre video publicado en redes sociales hace hace cinco años: “Me dueles catedral”.
Con los tres canónigos designados habremos de ser testigos del juego que Aguiar quiere. La terna será propuesta pronto y, de entre los recientemente prebendados, José Antonio Carballo, Jaime Paredes Cruz y Manuel Corral Martín, saldrá el sucesor de Valenzuela. Es previsible que sea el primero. Le fue útil cuando fe vicario de la VI zona aunque, se rumora, Carballo no hubiera querido pasar al cabildo. El segundo, Paredes, sencillamente se sacó la rifa del tigre, quizá por una recomendación de algún auxiliar y el tercero, el que vive a la sombra de Aguiar, el siniestro Corral, es el que hace los trabajos sucios del arzobispo, le es más valioso detrás del trono que sentado en él.
Ante el inminente relevo del canónigo Valenzuela, también veremos el peso de los canónigos en activo, provenientes del anterior arzobispado y, obvio, los de reciente lealtad al actual gobierno arzobispal. Una cosa es evidente. La pastoral en catedral necesita una inyección pura de vitalidad que la refresque a la par de las innovaciones y arreglos. No podrá venir de Aguiar, sus intereses son distintos, son los de este mundo, también los hay en el venerable cabildo y Carlos Aguiar va por ellos.
El cabildo actual es la colección de los peores curas que tiene la Ciudad: ambiciosos, simonitas, vividores, ninguno de ellos se ha destacado por su celo pastoral, más bien lisonjeros del poder en turno (siempre y cuando satisfaga sus anhelos de títulos, poder y lujos). Ojalá que pudiera hacerse de cada uno de ellos una declaración de bienes patrimoniales y se asombrarían de las ratas que infestan Catedral. Ojalá que este cambio de Aguiar, le traiga luz a esta célula oscurantista.