La reunión latinoamericana calificada de inédita concluye bajo la sombra de la opacidad e irresponsable manejo de recursos, del clericalismo autorreferencial y desprecio a las mujeres, entre enfrentamientos e incapacidad organizativa propiciados por el mismo presidente del CELAM, Miguel Cabrejos
La I Asamblea eclesial de Latinoamérica y el Caribe llega a su fin. Y con eso, la evaluación de lo que se consideró una reunión continental “inédita”, deseo del Papa Francisco para ‘redescubrir’ la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida impulsando la llamada sinodalidad y conversión pastoral sostenidas por la escucha de los alejados y afrontar los nuevos desafíos que están desgastando a la Iglesia de Latinoamérica misma que requiere de urgentes herramientas y respuestas acordes a las exigencias del pueblo cristiano, cada vez más crítico y escéptico de la fe.
Una semana que puede calificarse más de reunión autorreferencial que de salida cuando su nula reverberación hacia la sociedad ajena a los temas de Iglesia, fue la oportunidad perdida de una Asamblea que poco a poco se diluyó hasta llegar a una reunión que en poco o nada interesó a medios de comunicación y mucho menos los fieles, y que enfrenta duros cuestionamientos acerca de sus repercusiones ante la realidad cruda y cotidiana de los católicos de a pie.
Sin originalidad, con un mensaje conclusivo que pretende emular o más bien plagiar la introducción del documento de fundación de la nación Norteamericana de “Nosotros el pueblo…” el parco documento permanece en el “mas de lo mismo” que sólo deriva en una repetición de las denuncias sin compromisos concretos de lo que, según, es una “asamblea del Kairós” que hizo resonar la voz de Espíritu con el cliché de la sinodalidad que más dibuja a un sinodalismo amorfo de la cual todos tienen alguna interpretación sin dirección o sentido genuino del método de Aparecida que, al final, derrochó el talento de quienes a lo largo del año prestaron su voz para dejarlos al margen, sin voz.
Y es que ellos mismos jamás imaginaron que en la misma asamblea la autorreferencialidad, desorganización, desplazamientos, pleitos, envidias, facciones, pasando por la voluble personalidad y rabietas pueriles del presidente del CELAM, todas evidenciadas en redes sociales, del faccioso uso del poder clericalista y hasta misoginia fueron lo que jamás hubieran pensado sufrir en la sede de Lago de Guadalupe.
Desde los séquitos prelaticios inconcebibles, los ‘pequeños gustos a los monseñores’, regalos clericales y ambiciones desmedidas que provocaron la retirada de no pocos organizadores, los casi 100 asambleístas presenciales no cabían en su sorpresa de las decisiones autorreferenciales que desestimaron y hasta despreciaron sus opiniones y esfuerzos. Pretendiendo la hegemonía, los altos prelados responsables desdeñaron costumbres e idiosincrasia de los asambleístas a pesar del compromiso de escucha y acogida, críticas que parecen banales, pero escondían el desprecio por el orden o decoro de la liturgia y de las exageraciones que cargaron los dados para difuminar aspectos litúrgico-culturales de otras naciones… Lo que debió ser el punto nodal de encuentro, la celebración de la liturgia resultó el campo de batalla de polarizaciones para enfrentar a partidos en lugar de reunir a los hermanos del continente.
Y si esto pudiera considerarse pecata minuta, la cosa es apenas la punta del iceberg de cosas más graves: La queja generalizada al desprecio del trabajo de la mujer. Como en los viejos tiempos, la labor de las mujeres se vio sumido en la talacha común: cocineras, armado de kits, limpieza… lo de siempre, mano de obra barata que no tuvo suficiente influencia para denunciar la opresión hacia esta mayoría, dentro y fuera de la Iglesia.
Tal vez un pequeño gesto dice muchas cosas. Eso lo relata el periodista Lucas Schaerer de Télam, agencia argentina, de las pocas que estuvo haciendo crónica desde las entrañas de la bestia. Ese gesto fue el cometido contra Gloria Franco Echevarri en Basílica de Guadalupe. Cuenta el corresponsal argentino: “En el momento de las fotos de los obispos que concelebraron la eucaristía, y que luego incorporaron a los sacerdotes por fuera del altar, un monseñor incluyó a una mujer, la presidenta de la CLAR, la colombiana Gloria Liliana Franco Echeverri. Al observar su centralidad en las fotos, el propio presidente del CELAM, el monseñor peruano Miguel Cabrejos, solicitó a la religiosa que se corriera a un lado…” ¿Poca cosa? Quizá, pero a buen entendedor, pocas palabras… El documento final de la asamblea refiere a la mujer en tres ocasiones sólo por lo que representa en la Iglesia y una cuarta para mantener el “compromiso” de la participación de las mujeres en espacios de discernimiento y decisión eclesial… buenos deseos que pueden ser entendidos de muchas maneras.
De seguir excavando, las cosas podrían llegar a niveles de insospechados para poner la diana aspectos que a nadie gustan, pero son inevitables: las finanzas. A ciencia cierta, nadie sabe cuánto costó la Asamblea, salvo un hombre, Humberto Ortiz, peruano como su patrón, quien responde directamente a Cabrejos. Responsable de los fondos, la Asamblea afrontó fuertes carencias en cuanto a los recursos tecnológicos necesarios que debieron preverse de emergencia para las reuniones virtuales, pero además la queja fue la de esos gastos superfluos, partidas para gastos personales, derroche, negligencia en el cuidado de los bienes que ahora son focos rojos encendidos ante la impericia e irresponsabilidad de Ortiz. ¿A quién rendir cuentas? De acuerdo con los asistentes, el dinero de la asamblea opera bajo una opacidad inaudita para cubrir los manejos de las agencias que fondearon la reunión latinoamericana: contrataciones reservadas, salarios u honorarios confidenciales bien resguardados en las convenientes sombras del influyentismo solapado por las cúpulas. La mejor prueba es, lo que califican como “indecente” séquito de secretarios y monaguillos adscritos a la presidencia de Miguel Cabrejos. ¿Cuánto costaron? ¿Qué se dejó de invertir para surtir honorarios y estipendios? Se dice que el presidente del CELAM no sólo tiene un secretario ¡sino dos! Para atender a su Excelencia a nivel nacional y latinoamericano.
Tal situación parece llegar igualmente a la incompetencia de los responsables de las comisiones quienes no dieron el ancho en la coordinación de las actividades. Lo más delicado, según los asambleístas, es la “descarada” manipulación del documento conclusivo que, de más de 200 desafíos, concluiría con menos de 50.
Y aunque el Episcopado Mexicano fue el anfitrión de la Asamblea, el equipo de los obispos mexicanos prácticamente fue diluido por las confrontaciones y el golpe del equipo del CELAM que acaparó todo. De hecho, la preparación corrió ya sin la presencia de los obispos de México que sólo se limitaron a “prestar la casa”, dar conferencias y ser meros espectadores mientras sus propuestas fueron echadas por la borda mientras Cabrejos y su equipo tomaban por asalto y sin consensos todas las actividades que debían corresponder a los anfitriones.
Todas estas cuestiones, sin duda, están llegando hasta el escritorio de la Pontificia Comisión para América Latina del Vaticano, comandada por el canadiense Marc Oullet, quien no ve con buenos ojos la administración del arzobispo peruano. Para nadie es desconocido el temor de Oullet quien ve un riesgo latente de la pérdida del espíritu que impulsó la creación del organismo latinoamericano.
Estas evidencias apuntan igualmente al desangelado y frío mensaje papal a los asambleístas que, a diferencia del arranque de enero pasado, donde Francisco envió un video a Basílica de Guadalupe, en este noviembre se limitó a una cuantas párrafos sin sustancia, decepcionando a los participantes, reflejo pues, de la manipulación de los leales a Cabrejos, incluso siendo notoria la ausencia de un delegado papal expreso o del cardenal Rodríguez Maradiaga como uno de los principales impulsores del proceso de Asamblea.
A pesar de lo anterior, la Asamblea tuvo puntos que sí merecen una reflexión aparte, no precisamente por la influencia de los responsables que la acapararon para llevar agua a su molino. Las expresiones de la pastoral afrolatinoamericana, de la presencia de cardenales de lugares lejanos como la India, Madagascar o el paradigma de la virtualidad como hito pastoral, pueden ser los puntos destacados de esta reunión latinoamericana como ejemplo de la sinodalidad.
Así, el final de la I Asamblea Latinoamericana y del Caribe corre por el amargo derrotero del “pudo haber sido mejor”. Sin tener claridad en las voces de esos grupos por costumbre marginados y desplazados, jóvenes, migrantes, mujeres, pobres o incluso, las familias de los clérigos casados, uno de los temas más candentes del Sínodo de la Amazonia, quedaron al margen para esperar mejor ocasión y poner en acción esta supuesta conversión pastoral.
La crónica del corresponsal de Télam también lo dice sin concesiones: “todas las debilidades quedaron expuestas…” la ausencia presencial y virtual del único cardenal indígena boliviano de la curia romana… la ausencia del cuidado de la casa común, de los movimientos populares o de los trabajadores latinoamericanos, la ausencia del diálogo sobre la economía popular o social, la opción preferencial por los pobres, el llamado “método de Aparecida” o de los curas casados, tema del sínodo de la Amazonia, sin dejar de lado el escaso impacto de la voz de las mujeres, lo migrantes, marginados o de los jóvenes quienes conforman
Los responsables de los resultados tienen nombre y apellidos. La Asamblea quedó en eso “que quiso el Papa” sin consolidar la genuina convicción de explorar y entrar decididamente a las urgencias y desafíos de catolicismo latinoamericano cada vez más confuso y divergente. Los responsables de llevar esto al desfiladero tienen rostro y, en justicia, deben señalarse: pasando por los asuntos económicos en manos de Humberto Ortiz, el secretario general el CELAM, el obispo Jorge Eduardo Lozano, aficionado al café y a la imperdonable siesta más que al discernimiento, al final es el responsable de descafeinar las conclusiones a su antojo hasta llegar a la autorreferencialidad y pastoralidad de aeropuerto del obispo franciscano presidente de la Conferencia Episcopal del Perú. Las cuentas son necesarias y los resultados exigibles. De no ser así, la Asamblea eclesial será flatus vocis , el instrumento de un prelado para fincar más ambiciones que genuinas intenciones de eclesialidad. Ese es el arzobispo Miguel Cabrejos Vidarte, el hombre que quiso montar la Asamblea para hacerla a su imagen y semejanza.
¿Cómo llego Miguel Cabrejos a la presidencia del Celam, un tipo petulante, vanidoso, codicioso y sectarista? Seguramente le sirvió su vocación de adulón.
¿Pero cabía esperar algo en serio de ese encuentro?
¿Quo vadis, CELAM? Ni sabe, ni contesta….