En el marco de la conferencia de prensa del presidente López Obrador de este 27 de septiembre, funcionarios del gobierno de la República dieron a conocer las diversas actividades en torno a los 200 años de vida independiente de México.
En el evento que cada mañana encabeza Andrés Manuel López Obrador, en un mensaje videograbado, el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Rogelio Cabrera López, se dio a conocer la carta que el Papa Francisco envió con motivo de esa efeméride y fue entregada al presidente de la República de manos del nuncio apostólico Franco Coppola.
En el inicio de la conferencia, López Obrador indicó que este día es especial por conmemorar los 200 años de Independencia, en lo que definió como un día de exposiciones para demostrar la grandeza de México. Igualmente, se entregó la máxima condecoración del gobierno mexicano, la del Orden del Águila Azteca, al general de Brigada Roberto Ricardi, comandante de los Carabineros para la Protección del Patrimonio Cultural de Italia por la devolución de patrimonio cultural de México sustraído de manera ilegal.
Con el anuncio de exposiciones, una representación nocturna organizada por la Secretaría de la Defensa Nacional además de la presentación de monedas 10 y 20 pesos conmemorativas, la parte final de la conferencia matutina tuvo como colofón la lectura del documento pontificio de parte del arzobispo de Monterrey, la cual es dirigida en su calidad de presidente de los obispos de México.
El texto completo de la carta leída en la conferencia de prensa es el siguiente y que fue previamente divulgada en el sitio de la Conferencia del Episcopado Mexicano:
A su Excelencia Reverendísima
Mons. Rogelio Cabrera López
Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano
Querido hermano:
Con motivo del Bicentenario de la declaración de la Independencia, quiero hacerte llegar un cordial saludo, a ti y a los demás hermanos obispos, a las autoridades nacionales y a todo el Pueblo de México. Celebrar la independencia es afirmar la libertad, y la libertad es un don y una conquista permanente. Por eso, me uno a la alegría de esta celebración y, al mismo tiempo, deseo que este aniversario tan especial sea una ocasión propicia para fortalecer las raíces y reafirmar los valores que los construyen como nación.
Para fortalecer las raíces es preciso hacer una relectura del pasado, teniendo en cuenta tanto las luces como las sombras que han forjado la historia del país. Esa mirada retrospectiva incluye necesariamente un proceso de purificación de la memoria, es decir, reconocer los errores cometidos en el pasado, que han sido muy dolorosos. Por eso, en diversas ocasiones, tantos mis antecesores como yo mismo, hemos pedido perdón por los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización. En esa misma perspectiva, tampoco se pueden ignorar las acciones que, en tiempos más recientes, se cometieron contra el sentimiento religioso cristiano de gran parte del Pueblo mexicano, provocando con ello un profundo sufrimiento. Pero no evocamos los dolores del pasado para quedarnos ahí, sino para aprender de ellos y seguir dando pasos, vistas a sanar las heridas, a cultivar un diálogo abierto y respetuoso entre las diferencias, y a construir la tan anhelada fraternidad, priorizando el bien común por encima de los intereses particulares, las tensiones y los conflictos.
El aniversario que están celebrando invita a mirar no sólo al pasado para fortalecer las raíces, sino también a seguir viviendo el presente y a construir el futuro con gozo y esperanza, reafirmando los valores que los han constituido y los identifican como Pueblo –valores por los que tanto han luchado e incluso han dado la vida muchos de vuestros antecesores– como son la independencia, la unión y la religión. Y en este punto, quisiera destacar otro acontecimiento que marcará sin duda todo un itinerario de fe para la Iglesia mexicana en los próximos años: la celebración, dentro de una década, de los 500 años de las apariciones de Guadalupe. En esta conmemoración, es bello recordar que, como lo expresó la Conferencia del Episcopado Mexicano en ocasión del 175º aniversario de la Independencia nacional, la imagen de la Virgen de Guadalupe tomada por el Padre Hidalgo del Santuario de Atotonilco, simbolizó una lucha y una esperanza que culminó en las “tres garantías” de Iguala impresas para siempre en los colores de la bandera. María de Guadalupe, la Virgen Morenita, dirigiéndose de modo particular a los más pequeños y necesitados, favoreció la hermandad y la libertad, la reconciliación y la inculturación del mensaje cristiano, no sólo en México sino en todas las Américas. Que ella siga siendo para todos ustedes la guía segura que los lleve a la comunión y a la vida plena en su Hijo Jesucritos.
Que Jeús bendiga a todos los hijos e hijas de México, y la Virgen Santa los cuide y ampare con su manto celestial. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí.
Fraternalmente,
Roma, San Juan de Letrán, 16 de septiembre de 2021
Que manera de obrar el mal de obrador.
Tan arrastrado a los poderes mundiales, tan falso con el lindo pueblo mejicano.
Eso de la fraternidad masónica como lealtad entre compinches, cuando su meta es una élite y todo el resto desterrados y oprimidos. Con un vacío abismal entre esas categorías.
No manchen. Viva la libertad, la propiedad privada, el derecho natural, la iniciativa privada, el libre mercado sin regulación, el asociativismo y la familia.
Bien, eso precisamente era lo que este Presidente masón pedía.
Con el bonus de «reafirmar los valores que los construyen como nación», porque estos valores son los masonicos de «libertad», «igualdad» y «fraternidad» para que los terratenientes roben a los indios sus tierras y opriman al resto de la población en su beneficio.
Lo que no está muy claro es exactamente por qué pide perdón, si por la evangelacion, que fue un éxito, porque desde el mismo principio se intentó crear en México una sociedad cristiana pura (los Doce Apóstoles franciscanos) o si por la persecución de los cristeros y el martirio de cientos de sacerdotes durante el porfiriato, fruto precisamente del éxito de esa misma evangelización, porque lo que se celebra no es la fundación del Virreinato, sino el nacimiento del Estado independiente de México, que ha sido un Estado fallido hasta la mitad del siglo XX.
A pesar de tanta libertad, igualdad y fraternidad de pacotilla, porque el resultado fue la partición y robo de la mitad del territorio patrio por los yankis, la opresión y miseria del Pueblo y una sociedad en guerra continua consigo misma.
Cuando se echa la «culpa» de los males presentes a la Historia reescrita a gusto del vencedor no es precisamente para arreglarlos, sino para seguir igual.
Y en este sentido Obrador es exactamente como el resto de sus antecesores en el cargo. Una Historia muy poco gloriosa y muy poco edificante que se va a repetir exactamente igual. Para conseguir los mismos altos resultados, naturalmente.
Lo que se me escapa es cómo Bergoglio lo hubiera hecho mejor (la evangelacion)
Porque si es muy meritorio pedir perdón, sólo lo es cuando se es responsable; lo contrario es una comedia.
Y espero que con ese pedir perdón Bergoglio no esté justificando los 200 años de Estado fallido de México a la «colonización española y a la religión católica», eterno argumento de la masonería latinoamericana para justificar su mal gobierno y el robo sistemático de los recursos públicos, porque eso mismo justifica y anima a que en los próximos 200 años estemos exactamente igual: un Estado fallido lleno de ilustrados políticos muy corruptos dispuestos a robar y oprimir a la nación como si no hubiera mañana. Eso sí, en nombre de la «libertad», la «igualdad» y la «fraternidad» de los engañabobos ilustrados.