Hay cosas que causan placer. El 11 de mayo escribíamos que «en el Vaticano, algunas indiscreciones procedentes de buena fuente filtran la noticia que el Pontífice estaría a punto de formar –o incluso ya la habría formado–, una comisión secreta para examinar y, probablemente, estudiar algunas modificaciones a la posición de la Iglesia en materia de anticoncepción, tal como ésta fue fijada en 1968 por Pablo VI en la encíclica Humanae Vitae. Este fue el último documento de ese tipo firmado por el Papa Montini, y era la formalización de lo que el Concilio Vaticano II había elaborado sobre este tema. Hasta ahora no hemos recibido confirmación oficial de la existencia y la composición de dicha comisión; de hecho, la solicitud de confirmación, o de desmentido, realizada ante las sedes competentes no ha obtenido respuesta hasta este momento. Esto podría ser, en sí, una señal, en el sentido que si la noticia fuera infundada no se hubiera tardado mucho en decirlo».
Unos días más tarde, el portal católico estadounidense OnePeterFive refería la noticia, confirmando su solidez. Y el 14 de junio el profesor Roberto de Mattei, en Corrispondenza Romana, proporcionaba algunos detalles. Escribía: «Será Mons. Gilfredo Marengo, docente en el Pontificio Instituto Juan Pablo II, el coordinador de la comisión nombrada por el Papa Francisco para ‘reinterpretar’, a la luz de Amoris laetitia, la encíclica Humanae Vitae de Pablo VI, con ocasión del cincuentenario de su promulgación, que se celebrará el año que viene. Las primeras indiscreciones sobre la existencia de esta comisión, aún ‘secreta’, referidas por el vaticanista Marco Tosatti, procedían de buena fuente. Podemos confirmar que existe una comisión, formada por Mons. Pierangelo Sequeri, rector del Pontificio Instituto Juan Pablo II; el profesor Philippe Chenaux, docente de Historia de la Iglesia en la Pontificia Universidad Lateranense y Mons. Angelo Maffeis, rector del Instituto Pablo VI de Brescia. El coordinador es Mons. Gilfredo Marengo, docente de Antropología Teológica del Pontificio Instituto Juan Pablo Paolo II y miembro del Comité Directivo de la revista CVII-Centro Vaticano II Estudios e investigación».
El pasado 4 de julio, en el periódico de los obispos italianos, Avvenire, Monseñor Vincenzo Paglia, Presidente de la Pontificia Academia para la Vida, concedía una entrevista a Luciano Moia. Escribe Lorenzo Bertocchi en La Nuova Bussola Quotidiana : «El periodista, muy comprometido en la renovación de la teología moral instaurata por Amoris laetitia, le preguntaba al prelado si determinadas «manipulaciones mediáticas» en relación a «una comisión secreta para la ‘revisión’ de Humanae vitae«, la encíclica del Papa Pablo VI sobre la anticoncepción y el amor humano, eran verdaderas. No solo. Moia citaba también una «presunta lista de expertos y teólogos –desde Pierangelo Sequeri a Gilfredo Marengo– que parece ser estaban implicados en este proyecto». Y, a continuación, la pregunta fatídica: «¿Hay algo de verdad en todo esto?». «No, para nada», respondía Paglia; más bien «es un momento oportuno para que la Iglesia ayude a todos a reinventar la fuerza de la generación mientras en el mundo se corre el riesgo de la esterilidad»».
Hace unos días la Radio Vaticana entrevistaba a Mons. Gilfredo Marengo, el cual declaraba que hay «un grupo de investigación sobre la Encíclica, en vista del quincuagésimo aniversario de la misma». Informaba también de los nombres de los miembros del grupo comprometidos en esta tarea: Mons. Pierangelo Sequeri, rector del Pontificio Instituto Juan Pablo II, el profesor Philippe Chenaux, docente de Historia de la Iglesia en la Pontificia Universidad Lateranense y Mons. Angelo Maffeis, rector del Instituto Pablo VI de Brescia. Los mismos indicados por el profesor de Mattei.
En resumen: se confirma la noticia y, también, si queremos, una determinada -llamémosla así- reserva acerca de la existencia de este grupo de trabajo. Hasta el punto que ni las fuentes institucionales a las que habíamos preguntado en mayo, sin recibir respuesta, ni el arzobispo Paglia, que moduló de manera diversa su desmentido, ni el compañero de profesión Moia, especialista en estos temas para el periódico de los obispos, estaban evidentemente al corriente. Como decíamos: son cosas que nos causan placer. Y nos confirman nuestra gran confianza y respeto -con sanas y profundas reservas- hacia los desmentidos oficiales…
EMMA BONINO EN UNA IGLESIA EN BIELLA. PRESENTE TAMBIÉN SILVIO VIALE. PROHIBIDAS LAS PREGUNTAS Y LAS INTERVENCIONES INCÓMODAS. EXPULSADO QUIEN HABLABA DE ABORTO.
También Silvio Viale, el conocido abortista («sí, a los niños los machaco») que ha introducido en Italia la píldora abortiva RU 486, estaba presente hace unos días por la tarde en Ronco di Cossato, en la parroquia de San Defendente, para escuchar a Emma Bonino hablar desde el presbiterio de inmigración y acogida, por invitación del párroco, don Mario Marchiori.
También el director de Caritas diocesana, don Perini, ha hablado en favor de este encuentro. En el pasado reciente, en los encuentros anteriores, don Perini había mostrado una cierta inclinación a favor de las tesis sobre la eutanasia. Los que estaban presentes han declarado que los organizadores no han permitido réplicas o debates de ningún tipo. El Dr. Leandro Aletti, figura histórica de la lucha contra el aborto en Italia desde los años 70, empezó a hacer una pregunta y le acallaron a gritos: «¡Vergüenza! ¡Vergüenza!». Todo esto dentro de la iglesia. Inmediatamente le quitaron el micrófono. Otra persona, Alberto Cerutti, preguntó cómo es posible que no se haya acogido a los seis millones de niños abortados gracias a la ley 194, y fue inmediatamente expulsado de la iglesia por los carabinieri, presentes junto a la policía y la Digos (siglas para la Divisione Investigazioni Generali e Operazioni Speciali, ndt).
El portal “In Terris” se ha puesto en contacto con el obispo de Biella, Mons. Gabriele Mana, que ha declarado: «Es una iniciativa autónoma del párroco, –ha respondido–; aunque los contenidos pueden ser positivos, considero inoportuno el lugar; tal vez hubiera sido mejor hacer el encuentro en un lugar público de carácter civil. No obstante, se trabaja no tanto con la imposición, sino con la persuasión». Hay que preguntarse por qué la respuesta ha sido tan tardía e ineficaz: si de verdad la opinión era ésta, es decir, que el lugar era inoportuno, como les parece a los muchos que creen que una iglesia no es un espacio multifuncional, ciertamente la diócesis podría haber encontrado un lugar distinto al espacio consagrado para dejar hablar a la responsable de la eliminación de muchas vidas inocentes.
(Artículo publicado originalmente en Stilum Curiae. Traducción de Helena Faccia Serrano para InfoVaticana)
Dice un sabio refrán que nada es verdad confirmada hasta que es desmentido oficialmente.
Hay que aplicarle el rodillo del discernimiento, para dejarla irreconocible y destruir la inseparabilidad del aspecto unitivo y procreador del acto conyugal. Una vez destruida, la justificación de las relaciones pre y extramatrimoniales y de las homo incluso está chupado. Será el siguiente paso.