Orbi et Urbi en el Vaticano, el Papa Francisco y el pauperismo, humor negro romano, ¡Feliz Navidad!

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Feliz Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo según la carne. Lo decimos entero porque el tradicional ¡feliz Navidad!, parece que ha perdido su sentido sagrado y se va quedando como un saludo vacío que ha perdido su contenido. Hoy es un día en el que tradicionalmente no hay periódicos y las noticias se aplazan a los próximos días. Ayer tuvimos la Misa del Gallo, muy adelantada, en San Pedro. No hace tanto tiempo era uno de esos días en los que era imposible entrar en la Basílica y en la plaza se acumulaban los fieles siguiendo la celebración. Todo esto es pasado, un pasado que parece tan lejano, plaza vacía y basílica muy holgada. El Papa Francisco ni un paso, sentado en el brazo de San Longinos, incluso para la homilía en la que se trasladaba a la nave central. Cuidadas imágenes evitando los tres brazos prácticamente vacíos. Esa mañana, en estos momentos, está llegando los fieles para la bendición Urbi et Orbi. Hace sol, agradable mañana, llegar al obelisco ya es misión imposible, ni en las pascuas, todo queda en el arranque del hemiciclo, y hoy el sagrado lo ocupan las bandas, esto siempre se ha decía que no había nadie.

Si algo ha tenido el catolicismo durante toda su historia es la magnificencia en las cosas de Dios. Hoy estamos  en una corriente pauperista. Lo pobre puede ser hermoso, basta pesar en la «Venus de harapos», siempre que la esencialidad sea redimida por la riqueza de la imaginación y por el ímpetu del pensamiento, de lo contrario se cae en la fealdad. Hay un curioso artículo que añora a los papas Borgia y su amor por la belleza. Si la Verdad, la Bondad y la Belleza tienen su origen en Dios, la fealdad es, sin duda, demoniaca. Nos tememos que estamos en momentos en que demasiados demonios andan sueltos. Sabemos que lo de que ‘cualquier tiempo pasado fue mejor ‘, no es cierto, a este paso, puede que hasta lo llegue a ser.

En la homilía, el Papa Francisco hace relación a ‘las guerras’: «¡Cuántas guerras! ¡Y en cuántos lugares, aún hoy, se pisotea la dignidad y la libertad! Y siempre las principales víctimas de la voracidad humana son los frágiles, los débiles. También esta Navidad, una humanidad insaciable de dinero, poder y placer, no tiene cabida, como lo fue para Jesús, para los pequeños, para tantos no nacidos, pobres, olvidados. Pienso sobre todo en los niños devorados por las guerras, la pobreza y la injusticia. Pero Jesús viene allí mismo, un niño en el pesebre del desperdicio y el rechazo. En él, niño de Belén, está todo niño. Y es una invitación a mirar la vida, la política y la historia a través de los ojos de los niños”. “Después de muchas navidades celebradas con adornos y regalos, después de tanto consumismo que ha envuelto el misterio que celebramos, existe un riesgo: sabemos muchas cosas sobre la Navidad, pero olvidamos su significado”.

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En Roma nos hemos despertado con una curiosa publicidad que pone mal cuerpo. La Funeraria Roma Capitale, nos ofrece sus servicios en estos días:  «Si no pasas el almuerzo de Navidad, allí estaremos. ¡Felices vacaciones!». No deja de suscitar incredulidad u muchos la consideran una broma de mal gusto: «Parece cierto. Dice Servicios Funerarios Municipales. El cartel está decorado con un ataúd estilizado en tonos rojos coronado por un pequeño arbusto verde y la silueta de un hombrecito gris. En los laterales, dos velas y dos árboles de Navidad, uno rojo y otro amarillo, con la tradicional estrella en la parte superior. Nos indica el  precio del funeral «full service» por «solo» 1.100 euros.

Nos vamos a lo sublime y sagrado del misterio que celebramos y terminamos con nuestro San Juan de la Cruz:

“Ya que era llegado el tiempo
en que de nacer había,
así como desposado
de su tálamo salía
abrazado con su esposa,
que en sus brazos la traía,
al cual la graciosa Madre
en un pesebre ponía,
entre unos animales
que a la sazón allí había.

Los hombres decían cantares,
los ángeles melodía,
festejando el desposorio
que entre tales dos había.

Pero Dios en el pesebre
allí lloraba y gemía,
que eran joyas que la esposa
al desposorio traía.

Y la Madre estaba en pasmo
de que tal trueque veía:
el llanto del hombre en Dios,
y en el hombre la alegría,
lo cual del uno y del otro
tan ajeno ser solía”.

«Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron».

Buena lectura.

 

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