Hoy celebramos la fiesta de los Santos Inocentes, es un día que se va extendiendo la costumbre de recordar a todos los asesinados por el abominable crimen del aborto, una verdadera plaga en nuestras sociedades que pretenden ser modernas y avanzadas. En Italia rondamos los 100,000 asesinados por aborto en el último año, son datos oficiales, en España estamos en números parecidos, pero con menos población. Desde que tenemos datos oficiales podemos hablar de millones, muchos millones de inocentes asesinados. Estamos alarmados con los fallecidos por la epidemia y estamos ciegos ante el ‘pandemónium’ del abominable aborto.
La esclavitud, siendo una aberración, supone un avance en la historia de la humanidad porque respeta la vida del considerado enemigo, que no es poco. En las guerras antiguas era frecuente acabar con el enemigo y todos sus parientes sin excluir niños. Hoy nos consideramos él no va más de los ‘valores’, de los ‘derechos’ y los asentamos sobre sangre inocente. Los más débiles, los niños, mucho más lo no nacidos, los ancianos, los enfermos, los ‘minus habens’, los que tienen menos, son nuestro tesoro y como los tratamos es la prueba de nuestra humanidad. Hablamos demasiado de los pobres económicos y nada de los verdaderos pobres, a los que preferimos eliminar para tranquilizar nuestras adormecidas conciencias. El siglo XX en uno de los más crueles y sanguinarios de la historia de la humanidad, el XXI no se queda atrás, pero lo queremos hacer de forma más refinada.
Que vivimos una profunda crisis es evidente y que la pandemia la está dejando en paños menores, muy menores, también. El colmo de la locura es que pretendemos inventar, crear, jugando a ser Dios, un nuevo ser humano. El fracaso está asegurado y el dolor que acarrea de esta locura, también; ya hemos sufrido la utopía del comunismo que ha destrozado a media humanidad. El clima de miedo que vivimos recuerda el terror y secretismo de la “amenaza atómica” de la década de 1950, cuando se entendía que la energía nuclear estaba en manos de unos pocos elegidos, mientras que el resto de la humanidad vivía con miedo a la guerra atómica, preguntándose cómo se utilizarían estas fuerzas. Los salvadores de vidas del pasado están en horas bajas, se intentan reinventar y nos quieren vender una especie de “compromiso histórico” o reconciliación entre la Iglesia y las ideologías dominantes en el que ambos, por el bien común, renuncian a sus propias convicciones.
Estamos en días de críticas muy duras a las intervenciones del Papa Francisco, al editor de Libero no han gustado el consejo papal: «Debemos evitar que la gente salga a las calles, colaborar con las disposiciones de las autoridades para ayudarnos a todos a escapar de esta pandemia». La respuesta: «Esto lo puede decir el jefe de un gobierno, no el jefe de la Iglesia»,»Colaboramos con las autoridades. ¿Como en los tiempos de la dictadura argentina?» Es indudable que la confianza en las autoridades está en horas muy bajas: «Nuestros gobernantes dominan exclusivamente porque la multitud, aterrorizada, estupefacta, asustada, adicta, domesticada, halagada, dócil, no tiene el coraje y la voluntad concreta de reaccionar y oponerse».
Apoyar la «buena prensa» es de hecho una forma de nutrir el alma, formar la conciencia, progresar en el conocimiento de la verdad y crecer en la fe, también una forma de apoyar a autores y editores, aplastados por la crisis cultural y editorial, en un panorama intelectual cada vez más sombrío. Estamos viviendo una verdadera floración de reediciones y nuevas publicaciones sumamente interesantes rodeado de una avalancha de morralla perfectamente prescindible. Un artículo de hoy nos recomienda algunos títulos, el mercado ofrece muchos más.
El Papa Francisco anunció un año especial de reflexión dedicado a Amoris Laetitia, promulgada hace cinco años, comenzará el 19 de marzo de 2021 y finalizará el 22 de junio de 2022, con motivo del Día Mundial de la Familia: “A partir de ahora invito a todos a sumarse a las iniciativas que se impulsarán durante el año y que serán coordinadas por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. Encomendamos este camino con familias de todo el mundo a la Sagrada Familia de Nazaret, en particular a San José, esposo y padre solícito.
La catedral de Lungro en Calabria cerrada, todos bebiendo del mismo cáliz y un sacerdote positivo. Es la capital religiosa de los italo-albaneses, sede de la Eparquía Bizantina. Llama la atención la absoluta falta de observancia de los protocolos anti-Covid, en nombre del respeto a la liturgia, que según el ritual bizantino obliga a todos a beber del mismo cáliz durante la Eucaristía.
Destra. Culto degli alieni e tirannide di Satana: il presepe simbolo dell’“apostasia di Francesco”
Cattolibri. Cattolici, Fate Qualcosa di Sovversivo: Leggete un Libro Cattolico.
Gotti: Curiosa Alianza entre el “Opio de los Pueblos” y los “Opresores de los Pueblos”…
Lo de la falsa pandemia o más bien pandemia es un fraude mayúsculo. Ya estaba planificado desde hace años y hay otro programado para los años 2025-27. Lo peor es que la Iglesia Católica que tiene a lo largo de los siglos una experiencia de racionalidad no haya analizado este fraude y no lo hay denunciado sino por el contrario haya impuesto a sus feligreses medidas incluso más draconianas y sin ningún fundamento médico ni científico. La Iglesia cuenta con hospitales y universidades desde los cuales pudo haber reunido expertos para hacer un análisis serio de esta patraña. Nadia ha presentado una prueba científica según los protocoles establecidos que existe tal virus. De hecho no pocos expertos consideran que tales patógenos que llegan de fuera ni existen, que son exosemas que provienen de nuestras mismas células. Otros consideran que pudiera ser producto de las ondas electromagnéticos, y otros ven que las vacunas de la gripe estacional de años anteriores pudieron haber provocado la muerte de tantos ancianos. Luego, a los gobiernos y medios de comunicación les convenía provocar pánico en la población. Los confinamientos han provocado mucho más daño que la supuesta y falsa pandemia. Un ejemplo es el caso de los niños privados de la escuela de manera que han perdido un año, y han sufrido daños psicológicos varios debido a la obligación de llevar una mascarilla que no solo es inútil sino claramente perjudicial. Los obispos que han provocado tanto daño a sus iglesias, debería de renunciar e ir a algún monasterio a hacer penitencia. Los gobiernos y falso expertos que los asesoraron deberían de acabar en la cárcel y pagar indemnizaciones. Si no, va a pasar lo mismo o peor en el año 2025 según lo que los oligarcas mundiales tienen programado.