Nuevo miércoles horribilis en el Vaticano, la plaza vacía acompaña la audiencia pública del Papa Francisco una vez más. La zona del Vaticano se bloqueaba los miércoles ante la afluencia de fieles, los negocios y restaurantes hacían sus miércoles, hoy todo es mustio collado, el mar de sillas inútiles inunda un paisaje desolado, lo recordamos miércoles tras miércoles con la esperanza de ver que con la llegada del buen tiempo pueda mejorar, sin duda, son esperanzas vanas, esto solo empeora.
Empezamos con un largo artículo sobre la situación en la que se encuentra la Compañía de Jesús. Toda orden religiosa que no vive su carisma fundacional causa a la Iglesia una herida, además de un empobrecimiento. Los carismas son dados por el Espíritu precisamente para las necesidades del pueblo de Dios, y cada vez que se tergiversan, los creyentes, especialmente los más pequeños, son defraudados y traicionados. El carisma no es sólo una cuestión de autenticidad personal y colectiva, sino una responsabilidad de toda la iglesia.
La Compañía de Jesús, sólo un ciego puede ocultarlo, se encuentra en un estado miserable, como tantos otros institutos religiosos, al menos en Europa: muy pocas vocaciones, deserciones desproporcionadas. Cuanto más ascienden en la jerarquía eclesiástica, más muestran las deficiencias de la estructura de la que provienen. San Ignacio fundó la compañía para la defensa y propagación de la fe. Los signos de los tiempos, tomados en sentido hegeliano y no bíblico, se han convertido en la fuente primera de su teología. El esfuerzo intelectual por comprender la seriedad del dogma es una empresa poco interesante para los jesuitas. Rahner fue un maestro en reducir el cristianismo a lo que sólo puede explicarse.
La Compañía de Jesús que vemos hoy no es exactamente la orden fundada por Ignacio, sino un intento cuestionable de restaurar el carisma original. Suprimido en 1773 con el breve Dominus ac Redemptor por el Papa Clemente XIV, los miembros se dispersaron. Sobrevivieron en la Rusia Blanca de Catalina la Grande quien los llamó para dirigir las escuelas. Pero estos miembros supervivientes fracasaron en 1814, cuando la orden fue ‘restaurada’, en transmitir la riqueza de la tradición anterior. El eslabón perdido de la transmisión viva del carisma todavía se siente hoy. La XXXII Congregación General de 1974-75 se volvió hacia la justicia social, los refugiados, el diálogo con el ateísmo recomendado por San Pablo VI, ¡y totalmente fracasado!, la opción preferencial por los pobres…. Se pasaron de la ‘extrema derecha’ a la ‘izquierda radical’, guiados por el sentimiento de culpa por haber sido los perros guardianes de la ortodoxia católica más intransigente durante el siglo XIX. Los jesuitas creen que van por delante, igual que los adolescentes, creen que son adultos solo porque se rebelan contra sus padres. Su magisterio ya no se identifica en el servicio a la Iglesia, sino en ser diferentes a toda costa, al servicio de una Iglesia irreal del futuro que creen vislumbrar.
Cuando el Papa Francisco SJ fue elegido, sus hermanos decían: «él no representa la excelencia de la Sociedad, porque es demasiado popular, todavía explica el catecismo a la gente”, porque un jesuita de hoy no sería capaz ni siquiera de explicar el catecismo de primera comunión. Ellos dicen que forman las élites, que son la excelencia, no necesitan aprender de nadie, nunca piden consejo a los demás, solo dan consejos, sin darse cuenta que quien se ‘aparea’ entre parientes cercanos, incluso intelectualmente, tarde o temprano da a luz hijos con patologías congénitas. Los jesuitas no dialogan, dirigen el diálogo. Tienden a perpetuarse, tienen prohibido hablar con extraños sobre los problemas internos de la Compañía, este principio se ha transformado en una aptitud para encubrir los abusos que perpetúan, en Bolivia ya tenemos ocho superiores provinciales suspendidos por encubrir abusos y la policía incautando sus archivos. La Compañía se funda en la obediencia a las mociones de los Espíritus sujetas al juicio de los superiores, únicos capaces de discernir. Cuando los religiosos alborotan o cometen abusos, los superiores juegan a sorprenderse, a escandalizarse, la lista es demasiado larga. ¿Cuándo tomará cartas en el asunto la Iglesia, guardiana y responsable del carisma de la Compañía?
No muy lejos de la decadencia de los jesuitas, es un secreto a voces que el Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica está hecho unos zorros. El 15 de mayo se firmó el decreto en el que nombró comisario pontificio para la Abadía de Zirc en Hungría. Braz de Aviz y Carballo son expertos en decretar comisariamientos siempre pisoteando la ley y los derechos de las personas sin los límites establecidos por la ley divina y natural. La conclusión es que para defender los propios derechos es constituir asociaciones civiles y poner todos los bienes a su nombre para que el Papa y la Santa Sede no puedan actuar como tiranos. Las realidades comisionadas son cada vez más numerosas que las no comisariadas. El cardenal brasileño no tiene grandes capacidades intelectuales y se define por su desinterés, Carballo es quien mueve todos sus peones y toda decisión pasa de su mesa. Es el «franciscano» que llevó a la quiebra a la Orden de los Frailes Menores, su nombre es impronunciable en la Curia de menores. Todos sabemos que el Dicasterio está haciendo un enorme daño a la vida monástica en los últimos años, basta recordar Cor Orans.
Otro artículo de hoy se centra en la mala prensa que tiene el Papa Francisco con los dueños de mascotas. Lo esencial es dejar que el hombre sea hombre y el animal sea el animal. Nos guste o no, hay una diferencia de naturaleza y valor entre los dos. Este reconocimiento es la sustancia del respeto por la naturaleza, es decir, la biodiversidad, y también una genuina simpatía por los animales. Intentar elevar al animal a una persona no solo significa, degradar al ser humano, también falta el respeto debido a la especificidad de la vida animal. La relación se da entre diferentes, la homologación la imposibilita. En medio de esta idolatría ambiental que nos rodea tenemos una especie de animalismo distorsionado.
Ha fallecido Maria Giovanna Maglie, periodista muy conocida en Italia. Su último libro ‘Adiós Emanuela’ es un intento de aportar datos sobre el caso que no aporta nada y suma teorías más que falsas sobre el caso. Sin duda, su publicación se debe más a la necesidad de dineros que a el afán de aclarar el caso. No aporta nada y enfanga demasiado y entra en esta espiral que recupera un caso complicado en donde todos se creen con el derecho de opinar y no demostrar nada. Es muy triste como se van apagando las esperanzas legítimas de una familia por aclarar el destino de una persona desaparecida.
Seguimos con publicaciones y tenemos «La soledad del Papa Francisco. Diez años de Bergoglio», es el título de un nuevo libro de Luca Rolandi que se presenta como «una relectura de los primeros diez años que cambiaron el modo de entender el pontificado. Diez temas sobre los que Francisco matizó su enseñanza como obispo entre obispos, con una interpretación inédita del primado petrino».
En 1823 un incendio destruyó la basílica de san Pablo de Extramuros, era la noche del 15 de julio de 1823, hace justo doscientos años. Un repentino incendio redujo el imponente edificio del siglo IV a un montón de vigas y montones humeantes de escombros. La nueva basílica fue reconstruida gracias a la generosidad de miles de personas e instituciones y consagrada el 10 de diciembre de 1854. El 29 de mayo tenemos concierto para conmemorar el renacer del edificio.
«No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo».
Buena lectura.
«La conclusión es que para defender los propios derechos es constituir asociaciones civiles y poner todos los bienes a su nombre para que el Papa y la Santa Sede no puedan actuar como tiranos». Lamentablemente, así andan las cosas en el Vaticano, donde privan las injusticias. En cuanto a Carballo, es increíble que un sujeto que quebró su propia orden sea nombrado para supervisar todos institutos religiosos del mundo. Si eso sucediera en una empresa, lo habrían echado o habría acabado en la cárcel por malversón de fondos. En cuanto a Bras, sería difícil encontrar a uno tan inepto. Entiendo que cuando Bergoglio era Arzobispo de Buenos Aires, se apoderó de un convento de monjas en la parte más chic de la ciudad, Palermo. Así va «una Iglesia pobre para los pobres»