Ya vamos mediando el mes de enero y seguimos con la presión informativa que no nos ha abandonado ni en los santos días de la Navidad.
Empezamos por las jesuíticas opiniones Pat Conroy SJ defendiendo la libertad de abortar de la mujer. Viendo los andares de otros hermanos de religión, mucho más cercanos al Papa Francisco, es como para pensar que estamos ante una posición oficial. El famosísimo Padre Carlo Casalone SJ, médico, experto en bioética, miembro de la Academia para la Vida, profesor de teología moral en la Pontificia Universidad Gregoriana, padre provincial de la Compañía para Italia y lo que queramos añadir, elogia la mediación sobre el suicidio asistido, la eutanasia, con el mismo estilo jesuita con el que Conroy SJ habla de la libertad del aborto. El mismo argumento que para defender las drogas gratis y el divorcio. Lo correcto, según esta forma de pensar, es apoyar proyectos de ley como “mal menor” para evitar leyes peores o clandestinidades.
Visto lo visto, no es extraño que veamos propuestas de supresión asistida de la amada Compañía del Papa Francisco en lugar de esperar al suicidio asistido, al «estilo jesuita», que parece no terminar. La epidemia está acelerando el cierre de instituciones propiedad de los jesuitas, o para ser más precisos, la ausencia de jesuitas en instituciones de su propiedad. Se crean fundaciones en manos de los jesuitas, civiles para ser más libre y evitar comisariamientos incómodos, y la molesta parte ‘pastoral’ se regala a los obispos como sí estorbara. La Compañía de Jesús se van transformando en una compañía anónima de pura gestión financiera. Entre 1759 y 1773, el Papa Clemente XIV suprimió la Compañía bajo la presión de las monarquías europeas, incluidas las católicas, preocupadas por la injerencia política que los jesuitas. En 1814 Pío VII se apresura a reconstituirla y unos años después, el filósofo Comte invitó, con la famosa «carta a los ignacianos», para tomar el poder y dirigir la Iglesia Católica Romana, con el fin de «positivizarla».
En esta misma línea, La Civiltà Cattolica nos ofrece un artículo sobre la ley en discusión sobre el «suicidio asistido», titulado «La discusión parlamentaria sobre el ‘suicidio asistido'», está firmado por el citado Casalone, y se pregunta si es aceptable apoyarlo: “No hay duda de que la ley en discusión, si bien no trata de la eutanasia, se aparta de las posiciones sobre la ilegalidad del suicidio asistido que el Magisterio de la Iglesia también ha reiterado en documentos recientes”, “La evaluación de una ley estatal requiere considerar un conjunto complejo de elementos en relación con el bien común”. Jesuitismo en estado puro: sí pero no, no pero sí.
Cambiamos de tema y el General Piero Laporta, siempre muy bien informado, nos ofrece esta amplia reflexión sobre los momentos dramáticos que estamos viviendo en los escenarios internacionales. El mal que nos acecha es la guerra, indispensable para los Estados Unidos de Joe Biden, quiere una guerra a pequeña escala, para experimentar la capacidad de combate con muy pocos hombres, alrededor de una quinta parte o incluso menos que los estándares de las guerras tradicionales. Las tecnologías militares sin humanos ya operan en tierra, en el cielo, en el mar y en el espacio. Es necesario experimentarlos con un enemigo real, para comprender si realmente aseguran la victoria táctica, estratégica y política. Ucrania sería el teatro de ensayo perfecto, pero con un pequeño problema: Vladimir Putin. En Davos le dijo llanamente: «Joe, si la OTAN toca a Rusia, desataré un infierno nuclear. Por 3 mil muertos en las Dos Torres sigues gimiendo; ¿qué pasaría con millones y millones de muertos en cada una de vuestras ciudades?».
Estamos viendo que no se andan con bromas en Kazajistan y han barrido a los infiltrados terroristas en cuestión de horas. Los rusos, que por lo general muy reservados, ya divulgan información detallada sobre sus habilidades en una operación bautizada: «El Día del Juicio Final». La guerra posible; ¿y qué más?: «La Iglesia nunca ha caído tan bajo al menos desde la Revolución Francesa. El Papa Francisco esta al timón de un barco destartalado. Eligió amigos en lo más alto del gangsterismo financiero, lo peor que hay del lado del infierno, con conexiones sólidas incluso más allá, bien presentes en el Vaticano. Son cínicos, en comparación con los cuales palidecen Hitler y Stalin. Si un día Francisco se vuelve superfluo para ellos, lo eliminarán, tal como hicieron con Aldo Moro y como intentaron con San Juan Pablo II». Esperemos que se cumpla la profecía de San Juan Pablo II: «el mal se devora a sí mismo».
Audiencia del Papa Francisco a la Acción Católica en Francia proponiendo tres palabras para reflexionar: ver, juzgar, actuar, partiendo de la intuición de una de las grandes figuras de la Acción Católica, el Abbé Cardijn: la ‘revisión de vida’. «La sutileza y la delicadeza de la acción del Señor en nuestra vida a veces nos impide comprenderla en el momento, y se necesita esa distancia para captar su consistencia”. «El juicio es un momento importante de discernimiento, en el que es necesario interrogarse (…), vuestros movimientos de Acción Católica han desarrollado, en su historia, verdaderas prácticas sinodales. «El Evangelio nos enseña que la acción, que está en el nombre mismo de vuestro movimiento, debe tener siempre la iniciativa de Dios… (…) adaptándonos a la realidad en constante evolución…
En medio de tiempos sinodales es de agradecer que el Papa Francisco se explique un poco sobre lo que entiende por ello. Estamos en medio de palabras bonitas, bien sonantes y sin contenido. «La sinodalidad es sustancia para la vida eclesial: “Nunca adjetivar la sustancialidad de la vida. La sinodalidad no es ni siquiera la búsqueda del consenso de la mayoría, esto lo hace un parlamento, como se hace en política. No es un plan, un programa a implementar”. La sinodalidad es un estilo: “Es un estilo a asumir, en el que el protagonista principal es el Espíritu Santo, que se expresa sobre todo en la Palabra de Dios, leída, meditada, compartida.
En la audiencia del miércoles “En estos tiempos de pandemia muchas personas han perdido su trabajo y algunas, aplastadas por una carga insoportable, han llegado al punto de quitarse la vida”, “Hagamos un minuto de silencio recordando a esos hombres, esas mujeres, desesperados porque no encuentran trabajo”. Antes los papas pedían oraciones y los masones minutos de silencio que no tiene otro sentido que ‘silenciar las oraciones’ convirtiéndolas en privadas.
Bianchi es mucho Bianchi y se está reinventando, ha comprado una granja en Albiano d’Ivrea, a 15 kilómetros de su Bose , y es invitado por varios obispos italianos a eventos y seminarios. Tanto ruido con solemnes decretos de expulsión de la Secretaría de Estado del Vaticano, para terminar así. ¿Estamos ante una ‘discreta’ fundación nueva?
«Hijo, tus pecados quedan perdonados.»
Buena lectura.
“Entre 1759 y 1773, el Papa Clemente XIV suprimió la Compañía bajo la presión de las monarquías europeas, incluidas las católicas, preocupadas por la injerencia política que los jesuitas”. Claro, y cuando la Iglesia se dio cuenta en 1814 de que los jesuitas tenían razón en que la Iglesia no debía vincularse a las monarquías absolutas, porque eso había llevado a la revolución francesa, los restituyó. Una vez más, los jesuitas se la jugaron por adelantarse a los tiempos y señalar a la Iglesia los peligros. “Entre 1759 y 1773, el Papa Clemente XIV suprimió la Compañía bajo la presión de las monarquías europeas, incluidas las católicas, preocupadas por la injerencia política que los jesuitas”. Claro, y cuando la Iglesia se dio cuenta en 1814 de que los jesuitas tenían razón en que la Iglesia no debía vincularse a las monarquías absolutas, porque eso había llevado a la revolución francesa, los restituyó. Una vez más, los jesuitas se la jugaron por adelantarse a los tiempos y señalar a la Iglesia los peligros.
También es cierto, probablemente, que los monarcas católicos pidieron la supresión de la Compañía motivados por las ingerencias pol´íticas de los masones.
Con todo respeto, hay una afirmación del Papa que es clarísima, la forma de curarse en salud, de prevenir, de limitar, el Sínodo de la Si-No dialidad.
» La sinodalidad no es ni siquiera la búsqueda del consenso de la mayoría, esto lo hace un parlamento, como se hace en política. No es un plan, un programa a implementar”. Ni siquiera la búsqueda de consenso, ni siquiera un plan, ni siquiera un programa, ni siquiera, ni siquiera…
La «sinodalidad» es la famosa «Voluntad General» de Rousseau que, según él mismo, no es la de la mayoría ni la de todos ni es un consenso: es una entelequia que justifica las decisiones.