Será porque estamos en el mes de noviembre, que tradicionalmente es el mes de los difuntos y nos invita a pensar en las realidades eternas, o será por vete a saber, vemos al Papa Francisco con tonos apocalípticos propios de los tiempos milenaristas. Seguimos con la matraca del cambio climático y en una carta dirigida a los católicos de Escocia y divulgada por el Vaticano: “El tiempo se está acabando” “Suplicamos para que el don de la sabiduría y la fuerza de Dios guíen a los encargados de la comunidad internacional en su búsqueda para encarar el importante desafío que tienen, con decisiones concretas, inspiradas en la responsabilidad hacia las generaciones presentes y futuras”. Sigue con el “pesar” por no haber podido viajar a Glasgow como “lo esperaba”. Las penas planetarias saltan al más allá: «De lo contrario, tendremos que enfrentar el juicio de Dios por nuestra incapacidad para ser administradores fieles del mundo que él ha confiado a nuestro cuidado»
Lo que este pontificado podía dar de sí, si es que algo podía dar, ya lo ha dado. Incluso los más fidelísimos y devotos francisquistas van tomando distancias, hay que prepararse para lo que pueda venir. El desprestigio ha alcanzado niveles insospechados hace muy poco tiempo y los escándalos mutilaron la credibilidad de la iglesia en todo el mundo. Las presuntas reformas del Papa Francisco se han quedado en humo. Podemos dudar, con muchos datos en la mano a estas alturas , si alguna vez ha tenido verdadera voluntad de reformar algo. Galantino sale en defensa de lo imposible y nos quiere vender: “El deseo del Papa de una gestión financiera centralizada es solo la última parte de un proceso mucho más grande e importante”. La todopoderosa y sacrosanta, la intocable e impecable, secretaria de estado ha caído en el desprestigio total y sus hombres fuertes en el ridículo universal. La presunta justicia del Vaticano muestra sus vergüenzas ante un mundo que asiste incrédulo a su descomposición. Sigue en los titulares las sorprendentes pérdidas de Londres, y cuantas más que no sabremos nunca. La corrupción y la falta de transparencia han caracterizado a las finanzas de la ciudad-estado que se muestra incapaz de poner orden y recuperar la credibilidad.
En el camino trazado hacía la llamada religión universal, el Papa Francisco se reunió con el Dr. Sultan Al Remeithi, secretario general del Consejo Musulmán de Ancianos y miembro del Comité Superior de la Hermandad Humana. Elogió al Consejo Musulmán de Ancianos como un verdadero socio para lograr la paz y la hermandad humana en todo el mundo y la importancia del «Documento sobre la Hermandad Humana».
Ya tenemos en el blog de Tosati la tercera entrega de largo estudio sobre la Santa Inquisición. Hoy se centra en el uso de la tortura autorizada en 1252, el Papa Inocencio IV con la bula ‘Ad extirpanda’ durante los juicios. Esta práctica era practicada por las autoridades civiles en toda Europa, y la autorización papal pedía que se usara con la mayor moderación como la «prisión perpetua» que generalmente duraba cinco años y la «irremisible», solo ocho. El mismo Galileo aprovechó estos beneficios, tanto que pudo recibir a sus discípulos en su villa de Arcetri, dar lecciones y pasar tiempo con invitados. La inquisición no solo fue católica y los hombres de la Reforma se especializaron sobre todo contra las llamadas brujas, por las que tenían una verdadera obsesión. El inquisidor alemán, Benedikt Carpozov, en diez años firmó hasta 20.000 condenas a muerte contra brujas y hechiceros. La conclusión: «a los ojos de hoy, la historia de la Inquisición Católica está ciertamente plagada de errores e incluso de violencia de la que todos asumen su propia responsabilidad humana, pero ciertamente no fue como institución ese monstruo de crueldad que durante siglos y aún hoy tenemos».
Mañana en Berna habrá una gran manifestación contra las medidas vinculadas a la pandemia y Viganò ofrecerá un mensaje que nos adelantan: «La libertad que debe reclamar es la de no aceptar supinamente la narrativa de los medios, el colosal fraude de toda una categoría subordinada a la élite, comprometida en difundir mentiras y censurar la verdad, pagada para apoyar el poder y reprimir la disidencia; la libertad de esperar que los periodistas redescubran la dignidad de la ética profesional, de la deontología, y no la infamia de la esclavitud cortesana a maestros que nunca se conforman con el poder». Defiende que tenemos que dar la batalla: «No tanto si el pase verde es ilegítimo, sino si quieres renunciar definitivamente a lo que queda de tu libertad, dejándote imponer la pesadilla distópica de una tiranía que es sanitaria hoy, mañana ecológica o transhumana. Y que Dios ayude y proteja a los suyos».
Terminamos con un curioso episodio que D’Agostino nos cuenta sobre el Papa Juan Pablo II en Vanity Fair: «Cuando llegó la noche, los dos decidieron disfrutar de una pizza, rompiendo todas las reglas posibles. «Vestían un clérigo muy discreto y saltándose todos los protocolos de seguridad decidieron salir del Vaticano». Una trattoria en Trastevere conocida por Dziwisz, aunque nunca ha estado claro «si fue» Santino «, en via S. Francesco a Ripa o» La Piccola Montecarlo «, en via Dandolo, esquina con viale Glorioso». Una vez listos para regresar al Vaticano, encontraron las puertas cerradas: «En la calzada de Porta Sant’Anna – a pesar de los esfuerzos de Dziwisz al afirmar que el sacerdote junto a él era Juan Pablo II – La Guardia Suiza no reconoció al recién elegido Pontífice y bloqueó el paso a los dos pícaros». Al fin parece que todo se aclaró sin mayores complicaciones, otros tiempos, otros papas, tan lejanos y tan cercanos.
«El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará».
Buena lectura.