De mal en peor, el fin de nuestro mundo, el ángelus de las guerras del Papa Francisco, el insomnio pontificio de Benedicto XVI.

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Hemos tenido una semana de infarto, entre noticias,  entrevistas, comentarios a las entrevistas, correcciones a la entrevista y todo lo que queramos añadir. Hoy vamos a ser mucho más breves, mañana será otro día.  Un amable lector nos hace notar que «la audiencia de ayer a los sacerdotes encargados de la pastoral juvenil no tuvo lugar con los diocesanos de Roma, sino con los de Barcelona (España). El artículo de la agencia a la que remite hoy Specola está equivocado». Pues muchas gracias por tener lectores de este nivel que no nos dejan pasar una.

Terminamos el mes de enero que empezó con el funeral del Papa Benedicto XVI y sus consecuencias, que no fueron pocas. La Iglesia y el mundo, el mundo y la Iglesia, viven momentos que hace muy poco tiempo no podíamos ni imaginar. Una nueva guerra en Europa y en el siglo XXI, con colores cada vez más nucleares,  enfrentamientos pequeños y no tan pequeños, por el resto del mundo, una clase política sumida en el descrédito más absoluto con personajes de opereta que no nos dan ninguna seguridad ni confianza, la tentación de huir es hoy imposible. No quedan eremitorios que permitan distanciarse de la locura como en otros tiempos.  No hay donde agarrarse, da miedo agarrarse, y día que pasa todo empeora.

La Iglesia vive en este tiempo y sufre los mismos males en una crisis que no hace más que empeorar. La desaparición de las vocaciones, lo que queda es tan poco que es casi irrelevante, ha envejecido y está llevando a su extinción a instituciones seculares y milenarias. Lo que conocemos como sociedad occidental se encamina a su desaparición. La lacra del aborto y la eutanasia prometen con acelerar el proceso. La posición titubeante del Papa Francisco no ayuda nada a que la iglesia mantenga su prestigio tradicional a nivel diplomático y lo que podía ser un punto de moderación se ha convertido en una continua confusión. Contentar a todos es imposible, ocultar las propias creencias, pensado que así los demás te van a respetar más,  es un error absurdo que ya está pasando una cara factura.

Ojeando a diario las noticias tenemos la impresión de que la inmensa mayoría de nuestros gobernantes prefieren mirar para otro lado. Viven un una realidad virtual, manipulada hasta el ridículo por los poderosos medios financiados por el poder. Los dirigentes, por lo civil y lo eclesiástico, que tanto monta, se han convertido en enterradores, han llegado a la conclusión de que es un oficio como otro cualquiera y no se vive tan mal. La inmensa mayoría de instituciones de la iglesia, no hace tanto tiempo florecientes, han estrado en un frío invierno. Los pocos brotes verdes, los hay, se aplastan para no afear el fracaso de lso que no se atreven ni a sembrar.  No es el fin del mundo, pero ciertamente es el fin de ‘nuestro mundo’. El domingo ha sido un día más tranquilo, parece una tregua antes de continuar la tormenta perfecta de la que estamos rodeados.

En el Ángelus,  un poco más gente, estaban los de la acción católica italiana y se notaba. Lo que sí vemos  es que hemos entrado en la repetición machacona de los tópicos del pontificado, repitiendo milimétricamente las mismas palabras: «No derrochar nos permite apreciar el valor de nosotros mismos, de las personas y de las cosas. Desgraciadamente, sin embargo, es un principio que suele pasarse por alto, sobre todo en las sociedades más ricas, donde domina la cultura del descarte». «Alrededor de un tercio de la producción total de alimentos se desperdicia cada año en el mundo. ¡Y esto mientras tantos se mueren de hambre! ¡No desperdiciemos lo que tenemos, sino propaguemos una ecología de justicia y caridad, de compartir!”, añade». “Finalmente, tercer desafío: no despedir a la gente. La cultura del descarte dice: te uso mientras te necesito; cuando ya no me interesas o estás en mi camino, te tiro. Y así se trata a los más frágiles: los niños no nacidos, los ancianos, los necesitados y los desfavorecidos. ¡Pero no se puede tirar a la gente, no se puede tirar a los desfavorecidos! Cada uno es un don sagrado, cada uno es un don único, en cada edad y en cada condición. ¡Respetamos y promovemos la vida siempre! ¡No descartemos la vida!” Menos mal, en tercer lugar, pero bueno, mejor que nada, los amigos 2030 no son capaces de leer un texto tan largo y se que quedan muy contentos con ‘la ecología de justicia y caridad’.

El Papa Francisco ha realizado un repaso terrible a las guerras abiertas en estos momentos. La guerra en Ucrania no tiene muy bien pinta y todo apunta a que estamos en un crecimiento que no sabemos dónde nos llevará. El Papa Francisco también ha recordado: “Es con gran tristeza que escucho las noticias provenientes de Tierra Santa, especialmente de la muerte de 10 palestinos, incluida una mujer, asesinados durante las acciones militares antiterroristas israelíes en Palestina y de lo que sucedió cerca de Jerusalén el viernes por la noche cuando 7 Los judíos israelíes fueron asesinados por un palestino y tres resultaron heridos cuando salían de la sinagoga”.  Hamas y la Yihad Islámica afirmaron que el ataque fue «una represalia por los muertos en Jenin».

Tampoco ha faltado la referencia a los conflictos en la República Democrática del Congo y en Sudán del Sur, los dos países africanos que se prepara para visitar en los próximos días. La grave situación del corredor de Lachin en el sur del Cáucaso, en la región de Nagorno Karabaj disputada entre armenios y azeríes. Un bloqueo que se prolonga desde hace 50 días, con gravísimos sufrimientos para la población civil.

Benedicto XVI sigue teniendo un gran interés informativo como si su muerte hiciera mirar un tiempo que ya no es y que nos resulta fascinante ante la decadencia actual. Un elemento nada indiferente que entra en la renuncia del Papa Benedicto XVI es su insomnio. Hoy encontramos un interesante artículo que nos invita a no despreciar este tipo de dolencias que tanto pueden influir en la historia cuando afecta a personajes relevantes. La úlcera de Napoleón y a la de Mussolini, el miedo a la muerte de Putin,  las frustraciones juveniles de Hitler, así como al insomnio aparentemente banal de un Papa, tienen gran importancia. Reconoce el insomnio desde 2005, fue elegido papa el 19 de abril de ese año, es decir, es una enfermedad unida a su pontificado, que, al parecer, no tenía antes. Los somníferos prescritos por los médicos funcionaron durante un tiempo, luego perdieron eficacia y todo se complicó. Un dato más que nos ayuda a entender una renuncia que nunca hemos entendido del todo y así seguimos.

«Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos».

Buena lectura

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