Hoy es un día tranquilo en cuanto a noticias, no solemos citar las que no aportan alguna novedad, pero eso no quiere decir que no sea un día muy interesante. En este tiempo está naciendo lo que podríamos llamar una información religiosa libre que es un fruto maravilloso del caos que nos rodea. Es muy fácil distinguir lo que es oficial, o adicto al régimen, de lo que es libre. Podemos asegurar que en este blog se dice lo que el equipo de Specola considera adecuado, el día que nos intenten ‘orientar’ en nuestro trabajo lo dejaremos, no nos interesa, pasaríamos a ser adictos al régimen, el que sea. Contamos con muy buenas páginas de información libre en español, la nuestra, Infovaticana, es una de ellas; las hermanas Infocatólica y Religión en libertad son expléndidas, cada una en su estilo, que no se opone sino que se complementa, sin que nadie obligue al complemento. Dentro de estos sitios tenemos blogs muy seguidos, ¡Aberasturi sigue ausente!, Trevijano imprescindible en cosas de género.
Para muestra algún botón, el primero, con muchos kilómetros a sus espaldas, lo encontramos en Jorge, ‘de profesión cura’, todos sus artículos con interesantes, el de hoy también lo es, A quién le importa lo que yo diga… : «a los no católicos los trae al pairo lo que diga la conferencia episcopal. A los católicos en su inmensa mayoría, también». Toca un tema que no es solamente español, es tendencia universal, la iglesia está pasando a ser la nada y a nadie parece importarle. Nuestros obispos lo saben, pero siguen adelante como un pollo sin cabeza, hablando de cosas y haciendo cosas que a nadie interesan, viven en un mundo, el suyo, tan suyo, que se necesitan todos los dones del Espiritu Santo y alguno más, para entender algo. La cosa va mal, «Evidentemente. La culpa siempre es de los otros: de los medios de comunicación, del ambiente político, de la secularización en la que no parece tengamos responsabilidad alguna, y hasta de los curas que no nos hacen caso. Es igual. Nadie tiene la culpa de nada». «Y en caso de que algo de culpa pudiera residir en nuestros obispos, a buenas horas mangas verdes. Ya es demasiado tarde. Así que toca sostenella y no enmendalla. Toca mantenerse firme, impasible el ademán y aquí nunca pasa nada». Lo único positivo es que los obispos se ausentan de sus diócesis y, como sucede con el Papa Francisco en Roma, se respiran unos días de paz y tranquilidad que desearíamos que fueran habituales.
Otra página que no tiene desperdicio es The Wanderer, gracias por citarnos, nuestro caminante experto en argentinidades tan necesarias para entender algo del Papa Francisco. Hoy nos ofrece una de sus reflexiones que recomendamos Francisco, un papa providencial. El Papa Francisco «en poco tiempo dejó al descubierto la situación catastrófica tal como era en realidad. Su personalidad chabacana, sus modales chuscos, su ignorancia documentada a diario y, sobre todo, su arrogancia han sido un bofetón para aquellos que lo aclamaban como el pontífice que por fin implementaría a fondo las reformas conciliares. Y habían hecho un buen cálculo: la iglesia que representa Bergoglio es la iglesia conciliar; la iglesia de las órdenes y congregaciones religiosas moribundas, de los seminarios desiertos, de la confusión doctrinal, de la corrupción enquistada en buena parte del episcopado y del clero, de la disolución y la pérdida de la fe, de la irrelevancia social, de los templos demolidos o vendidos por falta de fieles, de la desacralización litúrgica, etc..»
Los obispos franceses han terminado su borrascosa reunión con un documento que cuestiona la cultura de la eutanasia, oscurecido por la autodenuncia del cardenal Ricard. El título de la carta es «Oh Muerte, ¿dónde está tu victoria?», y pretende ser la contribución católica al debate sobre el final de la vida, con el objetivo de «mirar más con ojos de cristianos». Definen el desarrollo de los cuidados paliativos como «un importante logro de nuestro tiempo», se trata de un tratamiento que «combina la competencia médica, el acompañamiento humano gracias a una relación de calidad entre el equipo asistencial, paciente y familia, y el respeto a la persona, en su conjunto con su historia y deseos, incluidos los espirituales”. «Matar para eliminar el sufrimiento no es ni una cura ni un acompañamiento», sino «eliminar a la persona que sufre e interrumpir todas las relaciones».
Hoy es Santa Cecilia, las «actas» de la santa afirman que pertenecía a una familia patricia de Roma, que fue educada en él cristianismo y había consagrado a Dios su virginidad, qué tiempos. Su padre la casó, eso sí que era autoridad paterna, con un joven patricio llamado Valeriano, un buen partido. Cuando los jóvenes esposos se retiraron a sus habitaciones, Cecilia, dijo a su esposo, eso sí que es libertad: «Tengo que comunicarte un secreto. Has de saber que un ángel del Señor vela por mí. Si me tocas como si fuera yo tu esposa, el ángel se enfurecerá y tú sufrirás las consecuencias; en cambio, sí me respetas, el ángel te amará como me ama a mí». Parece que al marido no le sentó muy bien la cosa de entrada, pero cosas de los santos, se fue buscar al obispo Urbano, quien se hallaba entre los pobres, en la Vía Apia. Cursillo rápido, le preguntó: «Un solo Señor, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está por encima de todo y en nuestros corazones. ¿Crees esto?», El bueno de Valeriano respondió que sí y Urbano le confirió el bautismo y además arrastro a su hermano Tiburcio, cosas del proselitismo.
A los paganos de antes y de ahora no les gustan estas cosas y vino la persecución, los hermanos repartieron sus bienes entre los pobres, para impedir que el Estado las confiscase y fueron condenados a muerte. La ejecución se llevó a cabo en Pagus Triopius, a seis kilómetros de Roma. Cecilia sepultó los cadáveres y empezaron a perseguirla, pero se dedicó al proselitismo, Papa Urbano fue a visitarla en su casa y bautizó a 400 personas. Condenada a morir sofocada en el baño de su casa, sin efecto, intento de decapitación y tres días entre la vida y la muerte. La iglesia «titulus Caeciliae» en el trastevere romano se encuentra sobre su casa que se puede visitar en sus excavaciones. Sus «actas» cuentan que el día de su matrimonio, mientras los músicos tocaban, Cecilia cantaba a Dios en su corazón.
«Mirad que nadie os engañe».
Buena lectura.